Por Jesús Michel Narváez
Pareciera estar convencido de que es el único cuyo poder puede avasallar a los otros. Desde el Ejecutivo federal se ha emprendido un sistemático ataque al Judicial y a la parte opositora del Legislativo, aunque de pasada se raspa diputados y senadores del partido oficial.
El presidente López Obrador no ha quitado el dedo del renglón para que nadie gane más salario que el propio; de corrupción de jueces y magistrados –solamente le ha faltado mencionar a los ministros-, de oscuras decisiones que favorecen a los criminales de todos los tamaños y de ostentación innecesaria -¿la hay necesaria?-, no baja al personal calificado y especializado que protege la Constitución y la hace valer en estricto apego a la separación de poderes que señala la Carta Magna.
Del Legislativo, qué decir: ordena lo que se debe hacer y punto.
Dos ejemplos recientes muestran la falta de respeto: repetir las ternas para llenar los espacios en la Comisión Reguladora de Hidrocarburos y “ordenar al secretario de Educación” que trabaje para que los diputados quiten todos los obstáculos que irritan a los maestros de la CNTE.
En el primero, muestra que sus decisiones son inapelables. Los propuestos para ser comisionados fueron rechazados por los senadores en virtud de que no reunieron el perfil profesional y técnico para ocupar las plazas. Desde la Consejería Jurídica de la Presidencia de la República le informaron al Jefe del Ejecutivo que la Constitución le concede a facultad de nombrar a quien desee cuando sus propuestas sean rechazadas en dos ocasiones. Así que nombrará a los que quiera.
En el segundo, violenta la Ley Orgánica del Congreso General de los Estados Unidos Mexicanos y los reglamentos correspondientes a la Cámara de Diputados, porque un dictamen aprobado en comisiones no puede ser modificado por las mismas.
Si se logra la modificación tiene que ser en el Pleno y a través de las reservas que soliciten los legisladores. No hay otra forma. No legalmente.
Su orden muestra, además, que la CNTE lo doblegó pese a sus llamados y a la búsqueda de imponer su propia reforma educativa. ¿Alguien observa cómo se mutilan las funciones y facultades de los otros dos Poderes de la Unión? Si eso es democracia, me quiero bajar del mundo, como diría la clásica e inteligente Mafalda.
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