Por Silvestre Villegas Revueltas*
La expresión que lleva el presente artículo fue razonada por primera vez en los tiempos modernos cuando al instalarse el gobierno federal de los Estados Unidos de América, allá por los años de 1780, el presidente George Washington, los miembros de las Cámaras de Representantes, el Senado y “los patricios padres fundadores” de la república norteamericana compararon sus residencias de madera, sus hábitos morigerados en la comida, la bebida, la sexualidad, sus edificaciones cívicas muy modestas y en general una forma de vida que huía de los excesos y que fuera espléndidamente retratada en la biografía del mojigato Benjamín Franklin, con los excesos cortesanos de los reyes franceses Luis XV y XVI, la flema, los palacios lujosísimos y parafernalia de la corte inglesa, o bien la decadencia en que estaban inmersos los reyes borbones de España que succionaban toda la plata americana como hoy lo hace en México BBVA, banco Santander y las diversas compañías dedicadas a la producción de energía en sus diversas formas.
Ya en el terreno mexicano, la guerra de independencia produjo dos corrientes medulares: la revolucionaria popular y progresista cuyos líderes como Hidalgo, Morelos y Guerrero terminaron siendo fusilados, y en sentido opuesto la corriente elitista, defensora de los privilegios sociales y económicos que al final de cuentas selló el movimiento independentista, su infidente líder fue coronado poniéndose una capa imperial no de armiño sino de conejo, terminando igualmente sus días fusilado por traidor –según consta en la papelería oficial del estado de Tamaulipas.
De tales acontecimientos que cubren el periodo de 1810 a 1830, el inmediato siglo XIX mexicano vio en diversos gobiernos como los de los generales Herrera, Peña, Comonfort ejemplos de morigeración, honradez y un afán por hacer eficiente el gasto de “los presupuestos públicos”. Pero fue el periplo liberal encabezado por Benito Juárez quien más insistió en la modestia republicana: para lo cerrado de la sociedad mexicana de aquellos años su esposa Margarita Maza trabajó para dar sustento a la familia cuando don Benito estaba exiliado en los EU. Durante sus diversas etapas como gobernante en Oaxaca y como presidente de la república, al contrario de Santa Anna, de Mariano Arista, del general Manuel González y de Porfirio Díaz, Juárez vivió en algunas habitaciones de Palacio Nacional pero también donde le tocó pernoctar en sus poco menos de cinco años de travesía por el norte de la república. Investigar las vidas privadas de los personajes públicos del México entre 1820 y 1880 muestra una austeridad cotidiana y de su visión sobre el país que estaban gobernando, situación que se rompió con la larga dictadura del porfiriato. Debido al movimiento revolucionario (1911-1921) que produjo episodios de genuina hambruna y una pobreza generalizada, los líderes del movimiento no quisieron o no pudieron hacer ostentación de dinero en sus vidas privadas como en los presupuestos públicos; ello se vuelve a romper con el advenimiento de la administración de Álvaro Obregón, situación que se potencializa con el alemanismo y produce sus desviaciones más costosas para la integridad de la república durante las gestión de tres presidentes priístas: López Portillo, Salinas de Gortari y Peña Nieto.
¿Qué caracterizó en los siglos XIX y XX a los gobiernos que fueron ostensiblemente contrarios a la debida austeridad republicana? En uno y otro siglo tales gobiernos mexicanos utilizaron las fuentes de la riqueza mexicana, esto es, los ingresos fiscales, los ingresos derivados del comercio y los ingresos resultantes de actividades fraudulentas para aumentar las riquezas particulares de presidentes, secretarios de estado, jueces, gobernadores, presidentes municipales, miembros del poder legislativo, comandantes de zonas militares y un diverso conglomerado de empresarios. De la mano con lo anterior, causa y efecto, México como Estado soberano vio que se construyeron obras públicas innecesarias o de mala calidad, vio que no se edificaron las escuelas, los hospitales, las universidades, presas, carreteras y un largo etcétera que eran necesarísimas para el desarrollo de una región, para la salud de la población, para modernizar el país. Semejantes apropiaciones de dinero público, semejantes contratos ruinosos para el país hicieron inmensamente ricos a unos cuantos quebrando a la república; pero México es tan rico como lo señaló la premier Margaret Thatcher allá por 1984, que a pesar de sus muy malos gobernantes sigue produciendo una riqueza envidiable.
Intentar poner coto al despilfarro -con dinero ajeno- en la vida cotidiana de los altos servidores públicos; intentar poner límites a instituciones públicas que compran innecesariamente mobiliario o automóviles y viajes de su personal, son acciones que bien vale la pena que el actual gobierno las revise con lupa. Pero lo anterior también está afectando a muchos burócratas, profesionistas, académicos y personal administrativo que hace funcionar instituciones, lo mismo en las obras de teatro del INBA que como ayudantes de laboratorio en el sector salud, que diariamente lidian con un pueblo enfermo y cansado como es el mexicano. La austeridad republicana se pensó como contraria a los fastos aristocráticos, hoy diríamos en México oligárquicos, pero semejante mesura no debe hacer ineficiente al Estado que tiene muchas obligaciones para con el soberano, que es el pueblo.