El Populismo y su Ideología 

Rosanvallon, Pierre.

El siglo del populismo.

Galaxia Gutemberg,

  1. Páginas: 272

Por David Marklimo

Comienzan las campañas políticas y, de nuevo, la guerra de spots. Entre las múltiples acusaciones que harán los partidos estará aquella sobre el populismo. Por eso, sería conveniente tener una discusión pública sobre lo qué es populismo y lo que no es.

Pierre Rosanvallon, catedrático de Historia Moderna y Contemporánea de la Política en el Collège de France y miembro del Consejo Científico de la Biblioteca Nacional de Francia, publicó en 2020 El siglo del populismo, donde analiza el fenómeno desde la perspectiva ideológica, lo que le da coherencia y brinda una visión atractiva y potente de la democracia, la sociedad y la economía. La mayoría de los libros sobre el tema se han centrado sobre todo en describir al electorado, en discutir de qué es síntoma (el desencanto democrático, las desigualdades galopantes, la constitución de un mundo de invisibles, etc.) y en hacer sonar la alarma sobre la amenaza que representa … pero nadie se ha fijado en lo que ofrece, en su discurso, en lo que lo atomiza y da sentido.

Pero cuidado, Rosanvallon no es que ofrezca una guía para entender la actualidad política, más bien nos sumerge en análisis históricos y teóricos, y será el lector quien deba extraer sus conclusiones sobre el fenómeno populista.

Comienza por la categoría que le da su designación: ¿a qué se llama pueblo? Y aquí empiezan los problemas: pueblo puede referirse a muchas cosas, a la noción cívica (pueblo-nación), al entramado social (sectores y clases) o a la geografía (aunque aquí el término exacto sería poblado). Todas estas categorías se ven difusas en la actualidad y nutren el sentido de pueblo al populismo. Pero hay muchos matices que hemos pasado por alto: por ejemplo, las distintas categorías de pueblo no siempre tienen sentido. El carácter cívico ha perdido su carácter universal debido a los reclamos de identidades parciales (de género, raza, trabajo, marginación, etc). En ese sentido, reducir al populismo como un “ellos” (los que detentan el poder) contra un “nosotros” (los no privilegiados o dominados) puede ser tremendo error. Según, Rosanvallon ese planteamiento puede dar origen al resentimiento y odio popular, muy cercano a los discursos de odio.

Quiere decir que el término es tan moldeable que puede servir para usos múltiples, que incluso bien utilizada ha servido para designar a muy diferentes realidades históricas y que, desde luego, tiene connotaciones peyorativas, incluso estigmatizadoras, no siempre aplicadas con justicia. Pero si hay una serie de características importantes, que van a ir moldeando su actuar:

  1. Se nos presenta como una ideología que da importancia a aquello que se expresa en las urnas, en contraposición a la discusión parlamentaria.
  2. También sería propio del populismo, así en conjunto, la crítica al periodismo.
  3. El populismo no admite representantes de la prensa, de los partidos políticos, de los sindicatos o de quien sea. El populismo se afianza en “movimientos”.
  4. Estas tres últimas afirmaciones conllevan al resurgimiento de la idea “hombre-pueblo” En el siglo XXI, ante la crisis de representación de los partidos, retornaría la demanda del liderazgo carismático. El líder no es propiamente un individuo sino que deviene de la noción cívica del pueblo. El líder es la cabeza de la nación, pues.
  5. Finalmente, el populismo no cuestiona la globalización. La usa y enarbola una política económica proteccionista, pero se nutre de la cultura global como las redes sociales o las telecomunicaciones para comunicarse.

Estos cinco puntos nos hablan de que es la ideología ascendente del siglo XXI, en un momento en que las palabras heredadas de la izquierda y la derecha parecen resonar en el vacío. No es una cuestión menor: se busca, ni más ni menos, que la regeneración democrática mediante el incremento de las consultas a la población (referéndums), una mayor redistribución de la riqueza, se cuestiona la eficacia actual de los partidos, y se rechazan instituciones, autoridades y grupos de influencia no elegidos democráticamente (Unión Europea, tribunales constitucionales, jueces). Para pensarse, justamente, en esta temporada de campañas que acaba de iniciar.

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