La Inquisición de Corral Contra Sacerdotes y Ministros del Culto

Frontera Norte Ciudad Juárez

*Irritación en las Filas Eclesiásticas de Chihuahua

*El Fondo, las Diferencias Sobre la Vida y la Familia

*La Pandemia Sacó a la luz un Odio Hacia la Religión

*El Semáforo Naranja Permite 30% de Feligreses

*Pero el Gobierno Estatal Sólo Permite el 15%

*Para Todos los Demás se Otorga la Manga Ancha

Por Rafael Navarro Barrón

Es el caos, el desastre ocasionado por los políticos, la absurda posición de los tres niveles de gobierno en torno al trato de las iglesias evangélicas y católicas en el Estado de Chihuahua. Ha surgido una evidente, marcada y cruel forma de observar a los ministros del culto y ahora son los destinatarios del coraje gubernamental a los que niega la reapertura de templos como lo indican los semáforos.

El Gobierno Estatal ha aprovechado la pandemia para castigar a los ministros del culto por la forma en que se han opuesto a las políticas públicas. El fondo son las diferencias en relación al tema de la vida y la familia, a la forma en que Javier Corral abrió las puertas la ideología de género al principio de su gobierno.

Además, está molesto porque sectores del clero han denunciado la corrupción, el desastre económico, los yerros políticos en la toma de decisiones administrativas, la doble vida y moral de los políticos, en donde los animales preferidos del gobernador tienen mejor trato que los ciudadanos que gobierna.

Y allí están las reacciones oficiales. Los templos, según los políticos chihuahuenses, no son esenciales y deben de estar cerrados o semicerrados sin posibilidad alguna de conceder la reapertura, aunque el semáforo naranja y amarillo lo permiten.

Esenciales son los hoteles “de paso”, aquellos que cuestan $250 pesos por un ratito donde se practica el sexo, sin ninguna protección con respecto a la pandemia y bajo ninguna supervisión sanitaria por lo que implican los encuentros ocasionales, la prostitución masculina y femenina.

Esenciales son los tianguis o negocios de “segundas” que se colocan en parques, avenidas, en amplias zonas de terracería, donde miles de juarenses acuden a comprar ropa, zapatos y otros enseres de segunda, traída de los Estados Unidos de contrabando. Allí no hay contagios, ni supervisión sanitaria. Todo se puede, incluso que el 80 por ciento de los consumidores se quiten el tapabocas sin problema alguno.

Son esenciales los restaurantes donde acuden cientos de comensales que ya no son supervisados por nadie, que ingresan a baños comunes en los cuales no hay jabón para manos, ni gel antibacterial, ni nada que sirva para combatir la pandemia. Allí no ataca el Covid-19, por decreto presidencial, el virus, salió corriendo.

Pero las iglesias son fuentes de “contaminación”, porque al “cantar alabanzas a Dios el virus correrá por el aire y puede contaminar a mucha gente, aunque se use tapabocas”, señala uno de los tantos funcionarios que han estado ‘negociando’ la reapertura de templos.

Es evidente el coraje del gobernador del Estado, Javier Corral, hacia la estructura clerical y ministerial de la entidad Chihuahuense. La institución ha puesto trabas aún y que los semáforos permiten la reapertura parcial, siguiendo los principios de la prevención sanitaria.

La interlocución entre líderes de iglesias evangélicas y funcionarios de gobierno en el Estado de Chihuahua se ha dado como nunca, pero las respuestas son las mismas siempre. La pandemia sacó a la luz un odio hacia la religión.

Como ejemplo, se han emitido protocolos de prevención sanitaria, conjuntos, en donde se exige una gran cantidad de requisitos, algunos absurdos, como el registro de cada una de los templos que intentan reabrir, para tenerlos bajo el control de la lupa.

Se han prohibido los sacramentos, actos litúrgicos o cultos especiales, como las bodas, quinceaños, los bautismos, las presentaciones de niños, los servicios funerarios. Católicos y protestantes viven las mismas prohibiciones. El argumento es que después de las misas o cultos que realizan los ministros, los feligreses salen y hacen tremendas fiestas; en el caso de los seguidores de la iglesia romana, utilizando ruidosos grupos musicales y, en ocasiones, hasta bandas que jalan cientos de personas.

Y la advertencia verbal es más que evidente: “Habrá una llamada de atención y luego vendrá la clausura, no importa si es católico o evangélico”, señaló alto funcionario de Salud en una reunión donde se pidió no dar detalles y guardar la confidencia.

El semáforo naranja en la Ciudad de Chihuahua dice que las iglesias pueden recibir el 30% de los feligreses, pero el gobierno estatal solo permitió el 15%; en Ciudad Juárez, el semáforo amarillo habla de un 50%, pero el Comité de Salud y el gobernador decretaron que sea del 30%.

Mientras tanto, la vida en la ciudad está desatada; los políticos son omisos y contradictorios al aplicar la sana distancia y los otros absurdos.

Las ruteras (camiones urbanos) van repletos de usuarios y el gobierno estatal solo ha multado y sacado de circulación a una de esas unidades, por sobrecupo.

En las reuniones entre ministros y autoridades estatales, se advierten las grandes diferencias en el trato, en las medidas de higiene y seguridad sanitaria. Dictan la apertura con ganas de que no se abran los templos.

La reacción de las iglesias del culto en el Estado de Chihuahua es más que evidente. La pandemia ha unido a los ministros religiosa. Ahora advierten un futuro político mejor, porque la unidad de los grupos evangélicos y católicos, a la hora del voto, puede cambiar radicalmente una elección.

Ya en estos momentos se prepara el dossier político que analizarán la vida y obra de los políticos, hasta el grado de conocer sus preferencias sexuales, su posición ante la fe, el trato político hacia la iglesia. No habrá más riesgos porque las consecuencias son desastrosas.

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