Por Alejandro Zapata Perogordo
De unas semanas a la fecha cualquier tema que se aborde se reduce a las próximas elecciones, con especial énfasis a la renovación de la Cámara de Diputados, el tópico lo ha tocado desde sus mañaneras el propio Presidente López Obrador, encauzando la polémica a esa materia asignándose inclusive la función de vigilante en los comicios.
Es de advertir que ningún partido se encuentra en su mejor momento incluyendo a Morena que atraviesa por una etapa de gran confrontación interna, muchos de sus liderazgos que integran ese movimiento han sacado a relucir su verdadero rostro, acudiendo a la Fiscalía con acusaciones de corrupción para zanjar sus diferencias.
Se percibe un proceso de descomposición política, al confundir esa actividad que implica una estrecha vinculación con el bien común y por lo tanto, una actividad redignificadora, con la lucha por el poder, que finalmente se va convirtiendo en simple grilla y regularmente acompañada por el hartazgo ciudadano, que decepcionado se aleja frustrado de esa realidad, sin motivo que lo anime a participar, lo que presagia en momentos fundamentales como los actuales el abstencionismo, que bien puede apreciarse en el fracaso de la política.
El desgaste como sociedad y país provocado por múltiples factores, fenómenos que escapan de nuestra voluntad, nos obliga a reinventarnos cambiando los patrones de comportamiento y proyectando la forma de pensar, así vemos un mundo diferente, ante esas condiciones novedosas, podríamos suponer como premisa la transformación de las instituciones para adaptarse a las cambiantes circunstancias, comenzando por los Partidos Políticos y las formas para desempeñar su actividad.
No obstante lo que se observa es una resistencia a la transformación, las organizaciones políticas de oposición lejos de llevar a cabo un ejercicio de modernización se están viendo arrastrados por la imposición de una agenda estratégicamente elaborada e implementada por el titular del Poder Ejecutivo, quien cotidianamente presenta puntos controvertidos, polémicos y algunos hasta frívolos e hilarantes, enganchando a sus adversarios y consumiendo un activo esencial no renovable en política: el tiempo.
Por otra parte, en un país democrático, el sistema de partidos es indispensable, pues propicia equilibrios, abona y nutre el debate, se ponen sobre la mesa diversas alternativas para el ciudadano y abren la puerta en el fortalecimiento de una cultura cívica en la comunidad, a la par que destierra afanes autoritarios.
Así las cosas, es menester la reactivación de una propuesta política a la altura de las expectativas, que se encuentra en manos de los Partidos Políticos de oposición, pues la renovación de la Cámara de Diputados no es asunto menor, es un punto de partida esencial en la construcción de un sistema democrático como forma de vida social, solo esperamos que esos institutos políticos tengan la capacidad de entender su responsabilidad histórica y actúen en consecuencia.