Como era de esperarse, ella también aparece en el mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, pintado por quien fuera su compañero de vida, junto a grandes figuras del arte, la política y la historia de México.
Su nombre era Magdalena Carmen Frida Kahlo Calderón, pero pasó la historia como Frida Kahlo, simplicidad que contrasta con lo complejo y complicado de su personalidad, su vida y las circunstancias que la llevaron a ser la atormentada protagonista de sus piezas.
Nació el 06 de julio de 1907, en el Barrio de Coyoacán, que fue su hogar durante toda su vida, y del cual se enamoró.
Desde su infancia, las enfermedades se convirtieron en un calvario para Frida, pues con tan sólo seis años de edad, contrajo poliomielitis, haciéndole permanecer en cama durante casi un año. Como consecuencia, su convivencia con otros niños se vio afectada, dada su deficiente capacidad motriz.
Doce años después, el autobús en el que viajaba quedó destrozado a causa del choque con un tranvía. Increíblemente, Kahlo sobrevivió a este evento, aun cuando sufrió más de ocho fracturas.
Estos sucesos, así como sus romances y su vida junto al pintor mexicano Diego Rivera, marcaron profundamente su vida, lo que reflejó en su obra, donde constantemente aparecía ella, acompañada de calaveras, paisajes desolados, representada como una niña sola o enferma.
Su obra trascendió las fronteras de México, así el tiempo, pues aunque hay quienes alaban su trabajo, mientras que otros suponen que está sobrevalorado, sin duda alguna el legado pictórico de Frida Kahlo es un referente indiscutible del arte nacional.
Kahlo es reconocida no solo por su talento artístico, sino también por sus ideas cercanas al feminismo en una época en la que pocas veces se hablaba de liberación sexual.
