*“Hoy el Noble y el Villano, / El Prohombre y el Gusano
*“Bailan y se dan la Mano / Sin importarles la Facha…”
*Ricos y Gobernantes Creen que Basta una Maltrecha Despensa
*Un tapaboca Chafa y un gel Antibacterial Patito
*Palían la Gravedad con Programa Social Tipo Aspirina
*La Crisis nos Hizo Conocer a Inés: ya Sabemos Quién es
Por Rafael Navarro Barrón
El lugar común nos dice que “la crisis del coronavirus sacará lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros”. Y está ocurriendo. Se observa en el panorama económico. Hay llanto patronal, porque los del dinero resienten lo que es la crisis, lo que es tallar el piso de rodillas y con un trapo viejo; ahora saben lo que es quedarse sin ingresos y maldecir porque no hay quién los ayude.
La crisis nos ha llevado a recordar las estrofas de la canción titulada La Fiesta, interpretada por Joan Manuel Serrat en los ayeres del mundo, pero vigente hoy: “Hoy el noble y el villano, / el prohombre y el gusano, bailan y se dan la mano, / sin importarles la facha…”
Todos igualitos, perdidos en el miedo de la muerte, pero al mismo tiempo, muy diferentes. Los ricos en el poder creen ser muy buenos para dirigir a los pobres que sufren. Ejemplos abundan, los mensajes pululan como hierba mala en un campo recién llovido; el millonario que gobierna desde las esferas públicas de los tres niveles, solo ordena, como lo ha hecho siempre.
Improvisada y llena de prejuicios, esa casta social que intenta dirigir al país desde un poder efímero y falaz, se aferra en enseñarnos cómo vivir y sobrevivir, cómo defenderse del virus y cómo transitar en medio de una crisis incierta.
Su última versión de bondad fue empezar a distribuir entre el pueblo lo que ha robado por décadas al erario público. Ricos y gobernantes creen que se requiere de una maltrecha despensa que dura tres días o de un paquete de limpieza que parece nadie está dispuesta a utilizar.
Un tapaboca de $10 pesos, un gel antibacterial patito; o el jabón Zote, que no es para perro pero que la gente cree que solo sirve para eso, parece ser el kit de sobrevivencia a los ojos del poder.
O bien, repartir el dinero del pueblo entre todos, creando el programa social tipo aspirina para ese tremendo problema social, que ya no reacciona al ácido acetilsalicílico que nos inyectan a diario.
Y juntos, gobierno y millonarios, o millonarios y gobierno que son lo mismo, nos recetan la especialidad de “todología”, mientras lloran porque el dinero de la caja pública y privada se les esfumó en el cuarto mes del año.
Ya no pensarán en el pobre, en el desamparado. Ahora ellos son los pobres de este entramado y se proponen a resolver este agudo problema que no estaba programado a finales del 2019, cuando se elaboraron sus proyecciones.
Desde la óptica de ese obtuso poder, creen que el pobre es pobre por gusto o por flojo; que no estudian porque no tienen cabeza para hacerlo; creen que los niños desnutridos son el reflejo de una madre que no los cuida o de un padre borracho que se gasta el dinero de la comida en sus orgías alcohólicas.
La crisis de la pandemia empezó matando ricos y ahora está matando pobres. Primero pegó a los que se pasearon por el mundo, conociendo imperios y ciudades de ensueño; ahora, por esa extraña forma de relacionarnos, empezó a golpear a los pobres. Sí, esos que no tienen dinero para diagnósticos y que no traen en su bolsa $160 mil pesos para afrontar todo un tratamiento médico en una clínica privada de medio pelo.
Sabemos que después de esta pandemia “ya nada será igual”. Efectivamente, van a cambiar las condiciones sociales de México. La forma de elegir candidatos y precandidatos.
Los mesiánicos ricos, los acaudalados de la política ya no nos podrán dorar la píldora y hacernos caer con sus promesas vanas.
La premisa histórica en la filosofía es que el pueblo que sufre aprende a pensar. El miedo de nuestros antepasados a animales salvajes y otras tribus sugirió en la mente creativa del hombre la invención de las armas; el frío aceleró el descubrimiento del fuego; al veneno mortal de los animales se sobre puso el anti veneno. A toda acción ha venido una reacción del hombre.
Hoy es el tiempo del sufriente. Pasará como siempre la crisis, como todas las crisis, a pan y agua. El pueblo sabe soportar todo eso, es experto en sufrir y morir, pero nada será en vano. Ahora hay una razón para perder la vida, que es una vida mejor para los que vienen.
No sé si lo veremos, porque el coronavirus nos sentencia a todos a muerte, pero si Dios nos permite ver el final de este camino, estaremos en la posibilidad del nacimiento de una nueva sociedad, posiblemente petrificada ante las promesas de los ‘mesías’ de la política, renuentes a creer sus promesas, porque primero tendrán que demostrar en lo que son, no lo que dicen ser.
Los mozos, los guardaespaldas, los choferes, la servidumbre, la secretaria, el empleado de confianza refieren con mucha sabiduría, cuando el patrón se sube a la política, que “ni locos votarían por él”. El dicho se compone así: “vive un mes con Inés y sabrás quién es”. Es ese tiempo, el tiempo de analizar los perfiles sociales antes que los políticos. Esta crisis, simple y llanamente, nos hizo conocer a Inés y ya sabemos quién es.