Una ausencia para enfatizar su presencia 

Temas Centrales

Por Miguel Tirado Rasso

mitirasso@yahoo.com.mx

Una gran marcha, con miles de manifestantes cuyos números varían, según quién los calcula, unos para tratar de restarle importancia al respaldo popular, por razones políticas, y otros, por carecer de elementos para hacer una medición, más o menos apegada a la realidad. Lo cierto es que 80 mil, 120 mil o más participantes en la marcha realizada el pasado domingo en la capital del país, sin contar las llevadas a cabo en distintas ciudades de diversos estados de la República, con motivo del Día Internacional de la Mujer, como marco para hacer pública una agenda de reclamos, denuncias y protestas contra la violencia de género y la impunidad, resultó impactante y exitosa, independientemente del número, que no defraudó.

 Importante, eso sí, de que tuviera una amplia convocatoria por la voz y el mensaje de frustración, fastidio y enojo de las mujeres que había que resonar en todas direcciones. Porque a pesar de una interpretación que atribuía a esta movilización objetivos desestabilizadores y golpes blandos contra el gobierno, patrocinados por fuerzas políticas rivales, lo cierto es que atrás de la marcha y el paro femenil, del día siguiente, había razones y causas de sobra para justificarlos, ante una dramática realidad de inequidad e injusticia que prevalece en contra de las mujeres en nuestro país.

Un auténtico movimiento feminista, legítimo, pues, sin mano negra, que claramente ha expuesto las razones de su indignación. La propia secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, habría de reconocer en un acto encabezado por el Presidente Andrés Manuel López Obrador, en Fresnillo, Zacatecas, la falta de estrategias para enfrentar la violencia contra las mujeres. “Todavía falta mucho por conseguir, afirmó la secretaria. La lucha por el reconocimiento de estos y todos sus derechos no ha concluido, las violencias contra nosotras siguen presentes. La reconstrucción de este sistema machista está como una asignatura pendiente.”

 Y, bueno, la irritación no es para menos. Nuestro país registra la octava tasa de feminicidios más alta del continente con 1.4 muertes violentas por cada 100 mil mujeres (CEPAL, Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe, 2018). En 2019, se cometieron 980 asesinatos de mujeres por razón de género, la cifra más alta desde que se comenzó a contabilizar este tipo de crímenes en 2015, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). En ese año, las mujeres sufrieron un promedio diario de 302 delitos de alto impacto, como homicidios dolosos, feminicidios, extorsiones, secuestros, trata, corrupción de menores y lesiones dolosas (SESNSP), lo que significó un incremento del 9.1 por ciento respecto del año anterior. En los últimos tres años (2016 a 2019) el aumento de estos delitos fue de 31 por ciento. Como referencia, según datos de la CEPAL, Chile (0.5), Colombia (0.5) y Nicaragua (0.7) reportan las tasas más bajas de muerte de mujeres por razón de género y El Salvador, la más alta (6.8).

 

En lo que toca a la impunidad, los números también alarman. A partir de la creación de la Fiscalía General de Justicia (FGJ) de la Ciudad de México, en mayo de 2019 y hasta enero de 2020, se abrieron 170 carpetas de investigación por homicidio de mujeres y, en esos nueve meses, la Fiscalía sólo vinculó a proceso a cuatro personas por el delito de feminicidio. Esto es, únicamente se judicializó 0.02 por ciento de los casos. 170 carpetas que se suman a las 419 pendientes de resolver que dejó como herencia la, entonces, Procuraduría de la capital a la Fiscalía.

Por lo que se refiere a la equidad de género en el mercado laboral, también se les queda debiendo a las mujeres, que representan el 52 por ciento de la población total de México. Sólo 45 por ciento participan en el mercado de trabajo pagado, en el que los hombres ganan 1.15 veces más por el mismo trabajo. Más mujeres que hombres ganan igual o menos de un salario mínimo (27 por ciento contra 15.3 por ciento), y menos mujeres que hombres, perciben un ingreso superior a 3 salarios mínimos (9.6 por ciento frente a 14.5 por ciento).

No hay muchas oportunidades para las mujeres en altos cargos de grandes empresas, sólo una mujer por cada 5 hombres en puestos directivos. Cuatro de las 10 empresas más grandes de México, no cuentan con una mujer en sus consejos de administración.

Del total de trabajadores asegurados en el país, sólo el 38.2 por ciento son mujeres, mientras que poco menos del doble son hombres, 61.8 por ciento. El 54 por ciento de las mujeres de entre 15 y 49 años, no percibe ingresos, mientras que el 85 por ciento de los hombres entre 20 y 64 años tiene un empleo remunerado. Las mujeres dedican 67 por ciento de su tiempo a labores domésticas no remuneradas y el 33 por ciento restante al mercado laboral con paga. En el caso de los hombres la relación se invierte pues 72.4 por ciento lo dedican a trabajos retribuidos y sólo 27.6 por ciento a labores domésticas sin paga.

Con estos números, en un país en donde cada día mueren 10 mujeres asesinadas, está la explicación para el gran consenso logrado por este movimiento feminista en su legítimo reclamo de justicia y equidad, más allá de oportunismos o intereses oscuros que se quieran ver inmiscuidos.

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