Por Gerardo Lavalle
Durante la clausura de la Trigésima Sexta Asamblea Ordinaria del Consejo Nacional Agropecuario, el presidente, cómo no, hizo uso de la palabra. Uno esperaría que hablara del campo. De la necesidad de apoyar al sector que se ha convertido en el mayor generador de divisas con casi 36 mil millones de dólares en 2019, por encima de las remesas de los nuevos “héroes” y de las exportaciones petroleras.
Pero no.
Es un presidente monotemático y nadie lo saca de sus “bondadosas” recomendaciones de no gastar, de estimular el alma, de vivir en la austeridad republicana y casi, casi, franciscana. No tiene nuevas expresiones. La corrupción se ha vuelto una obsesión y aún cuanto tuviera razón, hay otros temas que se pueden y deben abordar.
Ejemplos sobran: generar más empleos y mejor pagados mediante programas productivos y sin abandonar sus proyectos personales, destinar recursos a los productivos en el corto plazo. Sembrando Vida puede tener éxito pero tardará cuando menos 5 años y mientras tanto insiste en que habrá un millón de hectáreas que son atendidas por 400 mil personas a las que se les entregan 5 mil pesos mensuales; habla de que México dejó de producir fertilizantes por la compra de las chatarras en los gobiernos neoliberales pero, que ante la situación, echará a andar las plantas que están para la basura. Se solaza echándole la culpa a quienes lo antecedieron y de la economía rehúye hablar.
En la sesión comida celebrada en un elegante hotel de Polanco, había unas 600 personas. En la mesa principal, en forma de U cuadrada, el presidente y los del presídium le dieron la espalada a los comensales. Buena comida, mejores vinos. Pero cuando el Presidente comenzó a hablar y a repetir lo que dice todos los días y a todas horas, la gente fue abandonando el salón y de pronto había mesas vacías.
Algo impensable en otros tiempos. Todo mundo, en este tipo de eventos, estaba pendiente de lo que decía el Presidente porque ahí estaban las pistas del actuar gubernamental y los mensajes para quienes no querían entender.
Pero con López Obrador, que utiliza el tiempo de los demás para insistir en sus quejas, la gente perdió interés no por no decir que se aburrió y prefirió salir de puntitas para no distraerlo de su, según él, disertación.
Ser monotemático y darle la vuelta a los verdaderos problemas que padece la nación y culpar a los otros, termina por cansar cuando los resultados de la “nueva política” son nulos.