Mérida recupera monolito de época virreinal

Una placa de piedra caliza que en tiempos virreinales identificaba una de las calles de Mérida, con un volumen de casi una tonelada de peso y con un felino en autorrelieve impreso, arribó mediante un operativo nocturno a la Sección de Conservación del Centro INAH Yucatán.

“Agradecemos a la familia Siqueff, que tuvo la placa durante décadas y está interesada en que se restaure y sea dada a conocer al público como un legado que nos ayudará a preservar la historia antigua de Mérida”, señaló Eduardo López Calzada, director del Centro INAH Yucatán.

En información del Instituto, el antropólogo detalló que la placa, protegida por la Ley Federal de Monumentos y Zonas Arqueológicas Artísticos e Históricos, será objeto de un trabajo de estabilización y restauración durante alrededor de mes y medio, luego del cual podría incorporarse al acervo del Museo Regional de Antropología de Yucatán, Palacio Cantón.

La restauradora Natalia Hernández Tangarife indicó que la placa de piedra mide 181 centímetros de largo por 112 de alto y 33 de ancho, y muestra a un felino de cuerpo entero, labrado en altorrelieve. Al costado derecho del animal, agregó, hay una inscripción con la palabra ‘TI GRE’, escrita a su vez sobre otra leyenda, casi ilegible a simple vista, la cual se teoriza habría rezado: ‘Yucatán tierra de fieras’.

Esto según el estudio histórico de la placa, que está en el libro Geografía sentimental de Mérida: las piedras que hablan , publicado en los años 30 del siglo pasado por el meridano Oswaldo Baqueiro Anduze (1902 – 1945), con datos acerca del origen de la nomenclatura de su ciudad e, incluso, imágenes de las placas usadas en tiempos virreinales, entre ellas, curiosamente, una foto antigua de la placa del Tigre.

Cabe mencionar, que el licenciado José Arturo Chab Cárdenas, jefe de Trámites y Servicios Legales del Centro INAH Yucatán, señaló que ha sido de la mano de esta fuente y otras consultas especializadas, como han podido remontarse a 1638, año en el que la placa fue colocada en un predio construido, entonces, en la arista que hoy forman las calles 54 y 55. Tras haber quedado en ruinas con el paso del tiempo, el terreno fue ocupado en el siglo XX por la panadería de don Candelario Correa.

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