Por Silvestre Villegas Revueltas
Allá por noviembre de 1999 regresé a México después de estar cuatro años en el Reino Unido haciendo mis estudios doctorales en Historia en la Universidad de Essex. Sabía, porque vía internet cotidianamente consultaba los periódicos mexicanos, de la ilegal toma de las instalaciones universitarias por parte de unos desadaptados de triste memoria y cuyos nombres es conveniente no mencionar, los cuales se habían agrupado en el autollamado CGH Consejo General de Huelga, a semejanza del disuelto en 1968, y que de huelga no tenía nada porque sus líderes y adláteres estudiantiles no tenían una relación de contrato laboral con la UNAM. A comienzos de febrero del 2000 la Policía Federal Preventiva (PFP) tomó las instalaciones universitarias, desalojó a los vándalos del auditorio Justo Sierra (el Che) y el recién nombrado rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, comenzó la muy ardua pero efectiva ruta de acción tendiente, a que la Universidad volviera a cumplir con la misión educativa que la nación le ha encomendado, y reconstruir el prestigio que se había perdido en diez meses de ilegal paro. No es exagerado señalar que la UNAM estuvo a punto de desaparecer. ¿Quiénes fueron los ganadores?
Diversas instituciones de educación privada, como el ITAM, que acogieron en sus aulas a buenos estudiantes. Otras universidades -metro- que crecieron como hongos, preparatorias privadas que vieron llenarse sus instalaciones ante la desesperación de padres de familia que, originalmente, habían metido a sus hijos a la Escuela Nacional Preparatoria y CCH, pero que el paro de labores estaba truncando la formación educativa de sus hijos. ¿Quiénes fueron los culpables? Los intereses que movían los hilos del CGH y sus líderes. La muy larga omisión del presidente politécnico Ernesto Zedillo Ponce de León y las fuerzas oscuras que en cada tiempo de campañas presidenciales convertían a la UNAM en un factor de desestabilización. Porque ayer y hoy, frente a grupos porriles que cuentan con diverso tipo de armas, las autoridades universitarias solamente están revestidas de autoridad moral que es un instrumento inoperante frente a individuos que no respetan la institución, ni a las autoridades que la representan. Hay que conceder que durante las dos presidencias del PAN (2000-2012) la UNAM fue respetada por acción o indiferencia, por parte de los miembros del gabinete presidencial, y porque en aquellos años, las autoridades de la rectoría negociaron bien y fueron proactivas y no reactivas, como sucede en los actuales tiempos que corren.
Bajo semejante tesitura en la UNAM (noviembre,1999-febrero, 2000) y “refugiado” en diversas bibliotecas que me dieron cobijo, como la de El Colegio de México y la Biblioteca México en sus instalaciones de La Ciudadela, llegó a mis manos un ejemplar de Misión Política Nacional dirigida por Jesús Michel Narváez y publicada por Organización Editorial Mexicana, a través de su periódico El Sol de México. Le mandé una carta solicitándole un espacio como editorialista y del año 2000 a la fecha colaboro semanalmente, salvo cuando “salgo de gira artística”; he tenido libertad, bien entendida y respeto por mis opiniones en el casi millar de textos que sobre la realidad nacional he escrito. Y sobre un caso donde hubo una disparidad, no de opiniones, sino del peso de la publicidad en el semanario y en el periódico, las denuncias públicas me han dado la razón.
¿Qué ha cambiado en México en los últimos 20 años? Mucho y poco. Aquella noche de julio del 2000 cuando el presidente Zedillo anunció que el candidato del PAN, Vicente Fox, había ganado la jornada electoral, como historiador dicho reconocimiento me pareció un hito en los anales de nuestro devenir republicano, constitucional pero no plenamente democrático. Ha habido alternancia de partidos en la titularidad del Ejecutivo Federal, pero desgraciadamente los vicios en el accionar cotidiano de los factores reales de poder (en la esfera pública y privada) de nuestra dilatada república siguen prácticamente iguales, de lo que sucedía hace 20 o 50 años atrás. Sería irresponsable no reconocer los sólidos avances alcanzados, pero son los menos si se les compara con el aceite que hace posible el movimiento del sistema y el cemento que afianza lealtades. En este sentido y a semejanza de lo que sucedía en la UNAM a lo largo de 1999, resulta muy sospechoso (Creel dixit), las constantes agresiones que la comunidad universitaria ha sufrido por parte de unos encapuchados, bien organizados, bien vestidos, bien pertrechados que han cerrado diversas instalaciones universitarias, y cada vez que les viene en gana dañan el edificio de la Rectoría, que es un bien público de la nación. La razón original de las protestas fueron las denuncias de acoso sexual; la respuesta de la UNAM fue expulsar alumnos y rescindir contratos de trabajo a profesores y personal administrativo que se les encontró culpables. Pero cuando los encapuchados ahora piden la renuncia del rector Graue, la desaparición de la Junta de Gobierno de la UNAM, (agregarán otra demanda como la desaparición de exámenes, etc) y desde las altas esferas de la Secretaría de Educación Pública se señala que la universidad pública debe abrirse a todos los estudiantes que quieran entrar a ella, la sospecha va adquiriendo mayo fundamento. Desde esta trinchera le señalamos al Ejecutivo Federal que ni en la URSS, ni en China, ni en Cuba y mucho menos en las elitistas Harvard, Oxford, Tokyo University, la entrada a dichas instituciones está abierta de par en par; ingresan aquellos que tienen los conocimientos académicos para ser considerados estudiantes universitarios. Por otro lado, y sin afán de agotar el tema, la UNAM no tiene la capacidad física ni los recursos económicos para atender la demanda de todos los que desean ingresar y realizar sus estudios en la institución. Las autoridades universitarias que, como ya dijimos son reactivas y son capaces de aceptar hasta lo indecible demandas irracionales como la obligatoriedad de construir bibliografía de un curso en particular a partir del género, no fueron suficientemente explícitas en el discurso del Rector, el pasado 5 de febrero, respecto al lado oscuro y violento de quienes también se han manifestado en las instalaciones universitarias. Rectoría “sin caer en provocaciones” (sic) debe convocar a la comunidad universitaria a defender la institución, a que se manifieste públicamente, porque la defensa ya se ha hecho trabajando los universitarios todos los días. Por otro lado, y aunque no se quiera, ni modo hay que negociar con quien se tenga que hacer, ello va afuera del ámbito universitario.