Por Jesús Michel Narváez
Andrés Manuel López Obrador se ha cansado de deslindarse del pasado. Argumenta: no somos iguales a los otros, al referirse a los anteriores gobiernos.
Sin embargo, todo ha cambiado para seguir igual.
Si no me cree, lea usted esta perla aportada por Miguel Torruco Marqués:
“Las personas se están acostumbrado a que ‘papá gobierno’ tiene prioridades en otras áreas de la economía que son fundamentales y estaban abandonadas; no es ningún chiste ser dependientes en alimentación básica, en petróleo…”.
¿Papá gobierno?
La Cuarta Trasformación no es “papá gobierno”, porque según López Obrador su gobierno, su gabinete, su política, sus acciones no son iguales a los otros.
Pero si “papá gobierno” está presente no es otra cosa que más de lo mismo.
Durante décadas, desde el término de la sacrosanta y artrítica revolución mexicana, el reclamo de los “pobres”, que no lo eran en realidad, fue dirigido hacia el gobierno y desde entonces se les acostumbró que “estirando la mano” obtendrían lo que quisieran de “papá gobierno”.
Seguramente Torruco Marqués, que forma parte de la estirpe de ricos del país, no entiende que López Obrador no es “papá gobierno” sino el conductor de las almas que se encuentran en pecado mortal.
Es el guía, la luz que ilumina, la pureza representada por un ser humano que, quizá, no sea humano sino divinidad.
Pero eso no lo “hace papá gobierno” y menos aún si su conducta no es igual a la de los otros.
¿Dónde estaba parado el que cobra como secretario de Turismo?
Como remate, el “promotor” del turismo, informó que entre las estrategias para potenciar el desarrollo económico de los estados está crear autódromos en las entidades que aún no lo tienen.
Hágame usted el favor. Como dice López Dóriga: con poder todos son iguales.
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