
Tamara Tenenbaum. Un millón de cuartos propios. Paidós, Buenos Aires, 2025. 256 páginas.
DAVID MARKLIMO
Digamos que Virginia Wolf fue célebre por el uso del monólogo interior, el procedimiento por el que se intenta expresar los pensamientos de un personaje en su forma esencial, tal y como nacen en la mente. Este recurso literario permitía mostrar las emociones e interpretaciones que no eran expresadas a diario por las mujeres de su época. Por ello, es uno de los íconos del movimiento feminista.
Casi noventa años después de la publicación de Una habitación propia, la escritora argentina Tamara Tenenbaum recibió en 2022 el encargo de traducirla al castellano, para una nueva edición. Así, tomando como punto de partida todas las cuestiones que le suscitó dicho encargo, escribió Un millón de cuartos propios, donde propone una relectura del libro de Wolf y reflexiona sobre la situación actual de las mujeres. La traducción desencadenó un punto interesante en lo que llamaríamos la crítica literaria: el acercarse a los bordes de la obra, a los detalles. El diálogo se fija no en el bosque, sino también en los árboles. Tenenbaum aborda temas como la precariedad laboral, el amor desaparecido en la era de las redes sociales, la comida, la relación con el dinero, el resentimiento como respuesta política o la nostalgia y el poder de la tradición.
Así, se presenta un ensayo que es una propuesta laica y feminista, basada en la importancia de la belleza y el trabajo como ejes identitarios y factores emancipadores, productores de igualdad y libertad. Una oportunidad para pensar en otras formas de vivir en el siglo XXI.
Releer a Virginia Woolf abrió a Tenenbaum un camino inexplorado, una experiencia que juzga aún más laboriosa que escribir desde cero. En parte por lo complicada de la obra de Wolf, quien nos habla siempre en monólogo (es decir, en primera persona) sobre la precariedad laboral y la importancia del dinero, la comida, el resentimiento como respuesta política, la nostalgia y la tradición.
Es famosa su denuncia sobre la masculinidad tóxica, pero también las virtudes de la masculinidad, el disfrute específico de hacer lo que a uno le venga en gana. Cabe preguntarse, qué denunciaría hoy Woolf. La respuesta, según Tenenbaum, podría ser doble. Por un lado, tendría que ver con los estilos de vida que se hacen pasar en las redes sociales como decisiones personales, cuando en realidad son campañas conservadoras que borran las líneas entre el relato personal y el discurso publicitario. Pero, por otra parte, hay límites relativos a la época en que Virginia vivió. Por ejemplo, en Un cuarto propio, la cuestión de lo material está muy presente, y tiene muy claro que ser heredera es un privilegio. Habla sobre cómo se come en las universidades de mujeres y en las de varones, hace un análisis e incluso puede que nos quede un regusto al privilegio masculino.
Pero su análisis está incompleto: nunca se pregunta quién cocina esa comida. ¿Dónde termina, pues, la libertad y dónde empieza la crítica? La autora lo explica muy bien al decir que en ningún lado se puede ver esta contradicción mejor que en el mundo laboral: nadie quiere trabajar, todos quieren tener dinero. O si se quiere un panorama más amplio habría que decir que hemos convertido algo privado en cosa pública. El amor en tiempos de Tinder, por ejemplo.
El ensayo reúne una particularidad: por una parte, es una adaptación del texto de Woolf, pero que tiene la capacidad de combinar un discurso moderno coherente, de gran rigor intelectual, con un tono amable y cercano. El diálogo con Wolf es constante, no se limita a repetirlo, sino que lo discute y lo cuestiona, lo transforma, lo adapta y lo hace suyo. Eso tiene ya un valor enorme y poderoso. Un millón de cuartos propios es una obra que nos ayuda a transitar la incertidumbre sin caer en un optimismo ingenuo ni en un pesimismo reaccionario. ¿Vale la pena el ejercicio? Definitivamente, sí.
La obra fue galardonada con el Premio Paidós de Ensayo.