
Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Pasan los años, se repiten las promesas, se “invierten” miles de millones de pesos y el Sistema de Transporte Colectivo, Metro, recibe aspirinas para el cáncer y le metástasis avanza.
No hay día en que las líneas del Metro no sufran un desperfecto. Se hace cotidiano los retrasos, el corte de energía eléctrica, descompostura de vagones y conatos de incendios. El humo advierte a los usuarios que parecen acostumbrarse a todo.
Decir que el Metro está inservible, sería una exageración. Sin embargo, el mantenimiento es el talón de Aquiles.
A partir del accidente, que no incidente, del 2 de mayo de 2021 en la Línea de Cobre, antes pomposamente llamada Dorada, ha sido imposible regularizar el servicio. La “cirugía mayor” a la Línea 1, ha sido practicada por pasantes en ingeniería.
En el caso de la más reciente línea, la 12, que se construyó en el gobierno de Marcelo Ebrard, las fallas que presentaba eran más que evidentes. Cuentan quienes la utilizaron y utilizan, que las curvas están sumamente cerradas y los convoyes no alcanzan a dar las vueltas sin que se cimbren. Miguel ángel Mancera, sucesor del hoy secretario de Economía, paralizó durante 14 meses algo así como 10 estaciones antes de llegar a su final. Se gastaron millones de pesos y no hubo un responsable por la mala planeación. (Parece ser la etiqueta de todos los que militan en Morena y si no lo cree revise los análisis que se han hecho del Tren Maya y la Refinería Olmeca, cuyas construcción y puestas en servicio debieron ser concluidos hace cuando menos un año. La mala planeación y la ausencia de proyectos ejecutivos, causaron el incremento de las obras -además de los contratos para los cuates- y siguen chipando recursos provenientes de los impuestos).
Los retrasos en el servicio, jamás son explicados con razonamientos lógicos. Cuando no es que alguien “se arrojó a las vías” o alguien tiró algo de metal, es el suministro eléctrico, el exceso de lluvia, la ponchadura de una rueda o las condiciones de los operadores que no siempre se encuentran en “condición óptima”.
Para colmo, la inseguridad avanza de manera exponencial y ya se han registrado diversas agresiones con arma blanca y hasta con pistolas. La policía que está a cargo de la seguridad sirve para lo que se le unta al queso y las decisiones del transexenal director, Guillermo Calderón, no convencen porque todo empeora.
Nadie se explica la permanencia del señor Calderón, porque se habló desde septiembre pasado que Adrián Rubalcaba tendría el cargo en pago a su traición al PRI para sumarse a Morena. Sigue esperando y la jefa de Gobierno de la Ciudad de México presume la reparación de algunas escaleras eléctricas y anuncia la remodelación en serio del Sistema de Transporte Colectivo.
Es mucho pedir que en lugar de anuncios se llevaran a cabo los cambios necesarios para brindarle al usuario un servicio medianamente eficiente.
Porque desconocer que el Metro es, junto con el Metrobús, la artería por la que corre la presión para llegar a tiempo al empleo o escuela e incluso el deporte.
El Metro puso el ejemplo y ahora las deficiencias, las órdenes giradas por quienes desde el año 1997 han sido jefes electos 5 hombres y dos mujeres y todos pertenecen a la mal llamada izquierda, porque no lo son, están a la vista.
La nueva titular del ejecutivo estatal, Clara Brugada, opta por tener preferencias personales: las utopías primero, nueva línea del Cablebús y al final el Metro.
Si en el gobierno de la Ciudad, más allá de la información que proporcione el director del Metro, revisaran las cámaras del sistema, comprobarían el cúmulo de fallas cotidianas y, a ellas, deben atribuírseles el zumbido de oídos de todos los funcionarios capitalinos.
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