Argumentación y Contraargumentación

 

*Legalizar los Estupefacientes, Harían 

Perder el “Gusto por lo Prohibido”

*En EU las Pequeñas Mafias Están Bajo

Control de Gobiernos en 3 Niveles

*Respuestas Contestatarias de Sheinbaum

no Resuelven el Complejo Problema

 

POR EZEQUIEL GAYTÁN  

 

Argumentar es una práctica social cuyo fin es convencer a la otra parte de sumarse a una postura o de invitarla a cambiar su punto de vista. La destreza de saber argüir   requiere afirmar o defender un enfoque o una situación determinada mediante el empleo de razonamientos lógicos, verificables y demostrables. En materia política dicha práctica es un fenómeno causa-efecto que en un frontoneo permanente, las partes lo que persiguen es negociar situaciones más o menos intermedias. Es decir, algo semejante a ganar-ganar. Argumentar es el inicio del pensamiento dialéctico y de ahí que es una de las bases fundamentales de la evolución del movimiento filosófico, social y científico. 

 

Hay muchos tipos de contraargumentación. Empero aquí señalaré dos. El primero es el contestatario que utiliza el recurso de la perogrullada y que al final tiende al estancamiento del debate. El segundo es el que esgrime evidencias con lógica formal, valores y autoridad científica y/o moral. Pondré un ejemplo y empezaré con el contestatario. El presidente norteamericano Donal Trump calificó a seis cárteles del crimen organizado mexicano de terroristas. La respuesta contestataria o de espejo fue “que él combata primero a sus cárteles terroristas y después veremos”. Lo cual carece de peso, pues no representa una solución al problema del trasiego y consumo de drogas. Ese contraargumento o supuesta solución, es deseable, pero imposible debido, entre otras causas, los distribuidores de droga en los Estados Unidos están controlados por los gobiernos, federal, estatales y locales de la Unión Americana. Es decir, son un recurso económico de acumulación y, por lo mismo, son distribuidores de droga que no se apropian de territorios, ni amenazan la existencia del Estado mediante acciones terroristas. Léase esos micro distribuidores conocen sus límites y, por ende, respetan los acuerdos a los que llegan con las autoridades yankees. La venta de drogas y su consumo es un flagelo que azota a la población norteamericana y su gobierno tiene mucho por hacer. Empero algo queda claro, esos minoristas no crean terror entre la sociedad, ni se apoderan de las carreteras por las noches, ni asfixian la economía de los productores. En otras palabras. Se trata de pequeñas mafias locales bien identificadas que están controladas debido a la complicidad corrupta de la policía y a sus autoridades locales. En síntesis, la contraargumentación mexicana al presidente Trump es ilógica, incongruente y pueril.

 

La segunda forma de contraargumentar es mediante el entendimiento de que la producción, trasiego y consumo de drogas es un asunto trasnacional en el que están involucrados en mayor o menor medida muchos gobiernos. Léase, es un pleito de posicionamiento de poder y liderazgo comercial internacional envuelto en intereses económicos públicos y privados. Además de que es un problema de salud pública que yuxtapone valores sociales y culturales. Más aun, involucra a agrupaciones legales de cada país; por ejemplo, la Asociación Nacional del Rifle en los EUA que posee amplio respaldo y gran capacidad de movilización y cabildeo.  Incluso, hay quienes proponen legalizar las drogas a fin de controlar su producción y distribución y hay quienes se oponen debido a que lo prohibido es más atractivo y un jugoso negocio de intereses económicos e incluso raciales.

 

La relación causa-efecto y sus interminables y agotadoras discusiones entre las partes mexicana y americana con motivo de la llegada del presidente Trump a la Casa Blanca continuará porque esa es la estrategia de ellos. Saben que mientras la presidenta Sheinbaum contrargumente liviana e infantilmente irán ganado la partida. También saben que el llamado al patriotismo mexicano que concluirá con las iniciativas de reformas constitucionales de la presidenta mexicana, son inútiles, ya que son producto de defender, por un lado, a los narcos mexicanos y, por el otro, a su mentor y a algunos de sus colaboradores.  De ahí que las respuestas de la parte mexicana los tienen sin cuidado. Más aún, la contraargumentación mexicana es una cortina de humo que se envuelve en la bandera y exalta el patriotismo decimonónico. De hecho, las palabras de Sheinbaum Pardo me recuerdan al discurso de los militares argentinos que arengaron a principios de la década de los años ochenta del siglo pasado y enviaron a jóvenes del servicio militar a ocupar, defender por las islas Malvinas.  

 

Saber contraargumentar no es decir que mi papá pega más fuerte. Es contrarrestar lógica, formal y contundentemente en un marco de desigualdad militar y económica con los Estados Unidos que solo mediante un análisis pormenorizado multi e interdisciplinario podremos llegar a acuerdos y podremos construir una provechosa relación.

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