De Cuando lo Desconocido Dejó de Serlo

 

Alain Corbin. Terra incognita. Una historia de la ignorancia (siglos XVIII-XIX). Editorial Acantilado, Barcelona, 2024. 242 páginas

DAVID MARKLIMO

 

Alain Corbin es un historiador francés conocido por adentrarse en lo que se llama historia de las sensibilidades; es decir, pone la mirada no tanto en los grandes personajes o eventos fundamentales como en la psicología y las percepciones de la población en general.

En su último libro, Terra incognita, estudia un tema apasionante: la ignorancia respecto al planeta que habitamos. Veremos cómo durante miles de años, los seres humanos desconocíamos gran parte de los territorios, paisajes y pobladores del planeta. En los mapas, las regiones desconocidas recibían el nombre precisamente de Terra incognita, aclarando que no se sabía nada de esos territorios. 

Un par de ejemplos: en el año 1840, el fondo marino era un completo misterio, treinta años después los científicos seguían defendiendo que el mar cubría los polos y en 1900 nadie había logrado alcanzar aún la estratosfera. El autor se detiene en cómo contemplaban los ciudadanos rasos este planeta nuestro, su geografía y su clima, la edad de la Tierra, los fenómenos geológicos más devastadores (volcanes, terremotos), la meteorología y sus consecuencias más extremas, la configuración de los mares y las montañas. 

Lo más interesante del libro es precisamente esa exposición, que salpica los diversos capítulos, en torno a la concepción que la gente tenía acerca de la geografía. Todavía seguían -de hecho, habría que corregir, todavía siguen- muy vigentes ideas de raíz religiosa, como las supuestas consecuencias del diluvio, y naturalmente el desconocimiento del medio abría la puerta a temores sobre el fin del mundo, ideas sobre paraísos ocultos en lugares remotos o presencias monstruosas.

Gran parte de esta perspectiva se deriva del localismo: ante la dificultad en los desplazamientos y en la comunicación, la gente conocía razonablemente bien su entorno inmediato, especialmente en lo referido a los vientos o la lluvia, pero ignoraba por completo todo lo que ocurriese más allá de unos pocos kilómetros. Lo demás era desconocido. Esto, por supuesto, tiene como consecuencia el terror ante lo desconocido: el planeta como un lugar hostil que aconseja no salir del terruño. Algo que, gracias a la pandemia de la Covid-19, ha vuelto a impulsar.

El libro se estructura en tres bloques cronológicos en cada uno de los cuales se exponen las ideas acerca de los mismos misterios: los Polos, los glaciares y las fosas marinas (uno de los puntos más curiosos), la montaña, los fenómenos meteorológicos, la geología y la hidrología, entre otros. La lectura tiene un punto sumamente interesante: no es fácil examinar la evolución de la ignorancia, entender por qué uno no puede acceder a la cultura. La Historia de los descubrimientos está incompleta sin esta visión y de, esta manera, el texto se aproxima por momentos a una historia convencional y pierde en ocasiones el atractivo que prometía. Sin embargo, es interesante darse cuenta que el conocimiento va permeando, de forma más acelerada desde mediados del siglo XIX, gracias a mejoras en la movilidad y la paulatina introducción de textos, algunos con gran repercusión popular, como las novelas de Julio Verne y las teorías de Charles Darwin. En sí, la difusión tiene que ver con un cambio poco estudiado: la constante alfabetización de la población. Eso provoca cuatro consecuencias:

 

  1. El medio más eficaz de la divulgación del conocimiento científico durante las últimas décadas del siglo XIX fue la lectura de revistas. Existieron unas cincuenta revistas científicas generalistas destinadas a un amplio público. A nivel mundial, se pasó de 750 revistas en 1800 a 80.000 publicaciones en 1895. Muchas de ellas dedicaban sus páginas a los relatos de exploraciones y aventuras.
  2. Las bibliotecas populares y escolares conocieron un auge considerable.
  3. Las conferencias desempeñaron un rol importante hasta mediados del siglo XX.
  4. Las exposiciones, especialmente universales, jugaron un papel no desdeñable no sólo en la ciencia sino también en el arte de vanguardia.

 

Terra incognita ofrece una perspectiva novedosa, y ayuda a sumergirnos en la psicología y el punto de vista de nuestros antepasados recientes. El mundo real debía ser para ellos mucho más pequeño que el que conocemos ahora, y fuera de ese ámbito la ignorancia se rellenaba con fantasía, mitos o creencias religiosas. Quizá ahora, también existan otros límites, otros mitos, de los que todavía no podemos encontrar explicación.

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