SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
René Goscinny y Alberto Uderzo publicaron en 1969 su historieta “Asterix y Obelix en Hispania”. En ella daban cuenta de los héroes galos y su paso por Hispania, que en aquellos años era una colonia del Imperio Romano encabezado por Julio Cesar. Los creadores de la historieta retrataban los típicos clichés de la vieja España, esto es, la lidia de toros, los majos, las bailaoras de flamenco, la siesta española, cierto desorden y en las carreteras los baches y cuadrillas de operarios encargados de tapar tales cráteres, pues caer en ellos significaba que la rueda de la carrosa o carro tirado por caballos pudiera romperse. El estado de calles y carreteras españolas era para 1969 un indicador del atraso que tenía España y que, afortunadamente, desde hace treinta y cinco años los diversos gobiernos españoles han logrado revertir, al grado de hacer de su sistema carretero una tersa alfombra.
En México y por lo menos durante el siglo XIX se pasó de las crónicas donde se señalaba que el estado de los caminos carreteros era lamentable y la época de lluvias (abril-septiembre) las hacía intransitables, al grado de que familias, el intercambio comercial o las campañas militares se interrumpían, a una realidad durante el siglo XX y lo que llevamos del XXI caracterizada por carreteras con tramos estupendos y muchos otros con peligrosísimos baches. Desde que tengo memoria, mi padre que gustaba de manejar y que las carreteras eran para él un reto, subrayaba en otros asuntos que las reparaciones o bacheo en las entonces pocas autopistas y muchas carreteras: las autoridades tenían el mal tino de realizarlas durante los periodos vacacionales. Yo no sé si era cierto, pero en la actualidad lo que sorprende no es que las hagan durante los periodos de asueto sino el mucho tiempo que se utiliza para completarlas. El paradigmático ejemplo lo fue la ahora autopista La Pera-Cuautla cuya ampliación traspasó al menos tres sexenios, está mal diseñada en lo que respecta a las casetas de cobro y en el tramo Oaxtepec-Cuautla la señalización es pésima.
Otro escenario es lo que sucede en la Ciudad de México y no sé si en otras ciudades de la república. Desde siempre ha habido muchos baches en las avenidas, calles, callejuelas, plazas y plazoletas por donde transitan automóviles, camiones, motocicletas, bicis y transeúntes. Lo común desde los años sesenta hasta la actualidad era y ha sido que después de la época de lluvias, si antes había baches con las aguas aquellas se multiplicaban de manera exponencial. Campañas de bacheo se sucedían después de las lluvias, pero todos hemos visto que las reparaciones siempre son superficiales, el asfalto de mala calidad y el tráfico obliga a las cuadrillas de bacheo a no poner áreas de exclusión vehicular por lo que, desde el día después, la reparación empieza a erosionarse.
Lo anterior descrito ha sido la normalidad por décadas, sin embargo, de unos ocho meses para atrás han aparecido en avenidas y calles de la Ciudad de México unos baches muy redondos, profundos, de un día para otro y ubicados perfectamente en el espacio del carril de calles y avenidas por donde pasan las llantas. A diversos conductores les he preguntado si por donde manejan se han percatado de la súbita aparición de semejantes baches; ellos han coincidido en lo sospechoso de sus contornos redondos que bien hablan de mano humana y lo curioso de su aparición, porque son vialidades que ellos utilizan diariamente cuando manejan a su trabajo o en la vida cotidiana.
¿Quién ha ordenado, por medio de tales baches echar a perder la carpeta asfáltica, que ya estaba en mal estado? ¿Qué se propone? La respuesta a la primera pregunta no la sé, sin embargo, las razones que pueden caber en la segunda son más evidentes. Provocar un enojo entre la ciudadanía, porque cuando el auto utilizado cae en semejantes baches puede suceder que se rompa la llanta; si lo toma en una vuelta puede dañar la dirección del automóvil; si el caso es de una bicicleta, no solamente provocará la ruptura de la llanta y el rin, sino que el ciclista salga disparado contra el pavimento y un accidente en medio de todo el movimiento vehicular pueda resultar en lesiones fatales. Quien manda hacer semejante daño a la propiedad pública no solamente es un delincuente (así se señala en las leyes vigentes) sino, además, muestra una actitud de quien no tiene civismo para sus conciudadanos, lo que es peor ante algo obvio: voy a hacer todo el daño posible a la carpeta asfáltica para que la ciudadanía esté molesta y critique a las autoridades de la CDMX.
Quiero señalar estimado lector que no eximo a las autoridades de la ciudad acerca de lo que de años atrás no han hecho bien en sus programas de gobierno, ni de que el plan de bacheo es insuficiente, pero sí alertar a estas autoridades de que enfrentan a un enemigo que, debido al llamado “espíritu de partido”, lleva a cabo todo tipo de acciones inciviles y negativas para con la ciudadanía, porque no pudo conseguir el voto mayoritario de la población y tampoco tiene un programa proactivo de gobierno.