El Juego del Arte

 

Óscar Martínez. El eco pintado. Cuadros dentro de cuadros, espejos y reflejos en el arte. Ed. Siruela, Madrid, 2023. 286 páginas

 

DAVID MARKLIMO

Hay quien sostiene que toda obra de arte encierra un misterio, que siempre tiene algo que no se ve a simple vista. Parte del juego es descifrarla, intentar verla, correr el velo y adquirir nuevas sensaciones. Pensemos en Las hilanderas, el famoso cuadro de Diego Velázquez, que es inentendible sin el mito de Ariadna. En realidad, las obras de arte no son otra cosa que un manifiesto sobre cómo los límites de los sentidos pueden superarse una y otra vez.

Óscar Martínez, historiador del arte, se adentra en este campo en su libro El eco pintado. Digamos que centramos la discusión a la pintura, buscando imágenes dentro de las imágenes, mapas, pinturas, tapices, fotografías o espejos que se incrustan en lienzos de todas las épocas, a veces medio escondidas, otras asumiendo por completo el protagonismo de lo que vemos. A grandes rasgos, el libro nos permite acercarnos al mundo de la pintura de una forma diferente y original, poniendo el foco en elementos que en apariencia son secundarios y han pasado desapercibidos, pero que tienen una trascendencia mayor de la que podría parecernos.

El método es bastante sencillo: el autor toma como punto de partida una pintura y a partir de ella dedica unas pocas páginas, a veces partiendo de la propia imagen o del artista, para extenderse hacia cuestiones que pueden estar directamente relacionadas con la una o con el otro, o pueden ir desarrollándose hacia otros campos. En ocasiones, lógicamente, son temas relacionados con el arte (la relación entre cubismo e hiperrealismo, por ejemplo), pero en otras también nos habla del impacto de la aparición de la fotografía o del simbolismo de las banderas.

El planteamiento que nos proponen es sumamente atractivo, porque permite mirar el objeto del arte desde una óptica distinta, introduciendo fragmentos ajenos al arte pero relacionados con la obra analizada y curiosidades tanto del artista como del cuadro tratado. La estructura de la obra se construye en torno a cuatro secciones, cada una trata de un símbolo disntito. En el primero, que analiza las estampas, carteles, mapas o fotografías que los artistas incluyeron en sus trabajos, encontramos obras de Picasso, Van Gogh o Vermeer. El segundo bloque pasa a ocuparse de los tejidos y los textiles. El Greco, Zurbarán o Velázquez aparecen en sus apartados a la vez que reflexiones sobre el significado de las banderas o la fugacidad de la vida. El tercer bloque es la pinturas dentro de la pintura, lo que se conoce como metapintura Aparecen por aquí: Gauguin, Roy Lichtenstein o Sofonisba Anguissola. Finalmente, el último bloque explora el simbolismo del espejo. Nos contarán de Magritte y Manet y de cómo utilizaron este recurso para jugar con nuestros sentidos.

Por supuesto hay un gran tema: el papel del observador o más precisamente, la importancia de la mirada. El arte, en general, pero la pintura en particular, tiene vocación pública y no se entiende sin su exhibición. Los cuadros languidecen si no hay nadie que los observe. De ahí que la conversación entre autor y espectador esté marcada tanto por lo que quiera expresar el primero, como por lo que interprete el segundo. Obras que hoy nos parecen inexplicables tenían en su momento un significado evidente para el que las contemplaba. Esto da pie a un debate interesante: ¿dialogan, dialogaron y siguen dialogando los artistas con el público? ¿Qué relación hay entre el mundo exterior y su representación? ¿Dónde está la frontera entre las imágenes y los objetos que les sirven como modelos? ¿Puede el arte sustituir a la realidad o será siempre un sucedáneo? ¿Qué es, en última instancia, una pintura?

Al día de hoy, los museos explican a los visitantes qué tienen ante sí, en vez de dejar que sean estos quienes lo descubran o lo interpreten como quieran. Pero dada también la sociedad del consumo en el que vivimos rara vez nos detenemos y analizamos con calma lo que se nos presenta, con el resultado de que pasamos por alto infinidad de detalles relevantes. Justamente, para evitar es paradoja es que nos presenta este ensayo. El arte, los grandes cuadros, son todavía capaces de conectar directamente con el pensamiento contemporáneo y plantear dilemas que aún hoy nos interpelan, que nos preguntan, que nos transmiten algo. Un libro que nos muestra, pues, la universalidad del arte. 

 

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