TEMAS CENTRALES
Miguel Tirado Rasso
Por eso está viajando y entrevistándose
con dirigentes de diversos países,
aprovechando estos meses que, en la práctica,
los está agregando a su período presidencial.
El presidente electo Donald Trump debe de estar disfrutando como nunca este perídodo de transición. Sin ninguna otra responsabilidad que la de esperar a que llegue la fecha en que deberá rendir protesta de su cargo, el magnate ha sabido aprovechar el eclipse de la figura del mandatario Joe Biden, de quien muy poco se sabe ya, para monopolizar su presencia en el escenario político, no solo de su país, sino del mundo en general.
Con declaraciones de impacto, ya sea por polémicas propuestas de nombramientos de personajes ajenos a la administración pública sin ningún conocimiento ni experiencia en los cargos que se les pretende asignar, o por revelaciones sobre acciones de gobierno que, afirma, habrá de imponer desde el primer día de su mandato, mantiene la atención y no poca preocupación, de varias naciones del mundo.
En este intervalo presidencial, generalmente los actores, entrante y saliente, se cuidan de hacer declaraciones o actos espectaculares. Por cortesía, el que se va disminuye su actividad dejando espacio a quien habrá de asumir el máximo cargo político. Por su parte, quien llega procura, por respeto, no incurrir en actos o declaraciones que pudieran incomodar al todavía presidente del país. Desde luego que, como en todo, hay excepciones.
Y, precisamente, en estos tiempos nos han tocado presenciar excepciones de los dos casos. En el que se retira y en el que llega. En el primer caso, el entonces Presidente, Andrés Manuel López Obrador, ignoró el manual de Carreño, aplicado a la política, de manera absoluta. Desde antes de la elección presidencial, López Obrador le había entregado el bastón de mando a la candidata Claudia Sheinbaum, lo que suponía hacerse un poco a un lado para dejar espacio político a su posible sucesora, que necesitaba tiempo y libertad para realizar su campaña.
Pero poco le duró el gusto, pues, tras de haber ganado la elección, la Dra. Sheinbaum se vió literalmente acorralada por el Primer Mandatario, quien olvidó aquello del bastón de mando, para imponerle a la Presidenta Electa una atiborrada agenda de giras y actividades, siempre acompañándolo a él, por lo que todo el período de transición se la pasó recorriendo el país y en actos con su elector, sin que le quedara tiempo para sus preparativos de gobierno.
Habría que agregar, en este caso, que todavía no queda muy claro que el de Macuspana se haya retirado totalmente de la política del país, porque no falta quien lo busque para pedirle consejos en torno al gobierno y, lo peor, el da línea y le hacen caso.
En los EUA tenemos el caso contrario, el del presidente que llega y, sin más, decide actuar como si ya estuviera en el cargo, ignorando por completo al Presidente en funciones. Donald Trump, en su segunda temporada, no pierde tiempo. Está más encanchado porque aprovecha la experiencia de su primera vez. Ahora ya no es un empresario que se aventura en una actividad que desconoce. Aprende rápido y sabe cómo son la política y los políticos de estos tiempos. Por eso les robó el partido a los republicanos, se volvió a imponer como su candidato presidencial y, ahora, como Presidente, otra vez. Todo esto, con todo y que pesa, en su contra, la declaratoria de culpabilidad por 34 delitos penales.
Para Trump, este período de transición le está sirviendo para medir reacciones; conocer a los personajes con los que convivirá políticamente, los próximos cuatro años; para amedrentar a quien se deje, según su propia filosofía, y para buscar proyectarse como el líder mundial que resolverá los conflictos entre naciones y acabará con las guerras que se prolongan indefinidamente. Por eso está viajando y entrevistándose con dirigentes de diversos países, aprovechando estos meses que, en la práctica, los está agregando a su período presidencial.
Con su polémica personalidad, autoritaria, narcisista, imprudente, impredencible, populista e irremediablemente mentiroso, el neoyorquino resulta un personaje de difícil trato. Complejo porque no permite acuerdos en los que él no saque alguna ventaja. Y, con el peso del país, todavía, como primera potencia, dialoga con una ventaja de entrada. Pero, tampoco se trata de un personaje inaccesible. Habrá que estudiarlo bien, antes de que la Presidenta se entreviste con él. Ella dice que no lo hará antes de su toma de posesión. Lástima, porque quizás ahora, el trato pueda ser un poco menos formal, que cuando sea Presidente.
Diciembre de 2024