Leslie Jamison. Gritar, arder, sofocar las llamas Ensayos sobre la verdad y el dolor, Anagrama, Barcelona, España. 336 páginas
DAVID MARKLIMO
Hay muy pocos temas que el periodismo no pueda abordar. Habría, eso sí que matizar que el periodismo y sus temas no es algo exclusivo de aquello que aparece en los medios de comunicación masivos. El dolor, por ejemplo, aquello que nos duele, no suele tener mucha presencia mediática. No es un tema de actualidad, pero es importante abordarlo desde el periodismo para entender cómo el dolor tiene un impacto a nivel personal, comunitario y social.
A partir de esta premisa, Leslie Jamison presenta el libro Gritar, arder, sofocar las llamas, una brillante colección de ensayos que interroga con rigor a la condición humana. Si hay quien debata sobre si Leslie Jamison es la mejor ensayista de nuestro tiempo debería revisar este libro. No hay duda: es verdaderamente sublime porque habla de la verdad y del dolor. En cierto, punto, habla, pues, de todos nosotros, los seres humanos que habitamos este planeta.
En el libro se ocupa de temas tan diversos como la soledad de la ballena que canta a 52 hercios, una frecuencia que las demás no pueden oír; del viaje de James Agee y Walker Evans por tierras de Alabama en plena Gran Depresión para atrapar la verdad; del universo virtual y paralelo de Second Life -una buena explicación a por qué la Humanidad prefirió las redes sociales al paraíso virtual está en estas líneas-; de un singular Museo de las Relaciones Rotas que se abrió en Croacia; de Las Vegas y la belleza de la fealdad; de un niño con pesadillas que, según creen él y su familia, podrían proceder de una vida anterior como piloto en la Segunda Guerra Mundial; de un viaje a las profundidades de Sri Lanka; del negocio de la organización de bodas; de su propio embarazo. En todos estos temas, el gran eje transversal, como hemos señalado, es el dolor. Todas estas situaciones provocan una experiencia sensorial y emocional subjetiva que puede ser causada por un daño real o potencial. En un sentido amplio, diríamos que estamos ante un pequeño tratado de algología.
Jamison organiza el libro está en tres secciones, tres verbos que están vinculados al dolor: anhelar, observar y habitar. Estas secciones son, en parte, un reflejo del proceso en el que un investigador se acerca a los sujetos que está estudiando. El anhelo tiene que ver con ensayos informativos sobre personas obsesionadas con cosas desde la distancia (una ballena solitaria, vidas pasadas, desconocidos en internet), mientras que observar está compuesta por ensayos críticos llenos de intensidad emocional y compromiso. Habitar es la más personal, en la que la misma narradora que en la primera sección era una observadora y en la segunda una crítica, ahora desempeña tres roles, quizás cuatro: observadora, narradora, crítica y personaje.
Entender estas situaciones implica que el dolor no se trata de algo artificial, sino que es un reflejo de la manera en que funciona la mente humana. No se separa la experiencia personal del reportaje investigativo o de la historia cultural. No se distingue entre la experiencia interior del yo y la realidad externa. El dolor consiste en eso. La realidad de la vida es que los sentimientos, recuerdos y experiencias personales están en continua interacción entre sí y con lo que los rodea. Por lo tanto, al pensar el dolor se debe reflejar ese tráfico incesante. ¿Para qué hacerlo?, cabría preguntarse. La respuesta tiene que ver con la empatía y quizá la compasión. Mostrarlas es más difícil sentirla. ¿Qué alguien se muestre empático ayuda a curar el dolor? Tampoco está tan claro.
Por supuesto, una reflexión de este calibre estaría incompleta sin aquello que siente el dolor. En ese sentido, los diversos textos apuntan al cuerpo, entendido como una fuente increíble de información y, por lo tanto, como objeto periodístico. ¿Qué pasa cuando dos personas entran físicamente en contacto? ¿Cuál es el fondo de una relación entre dos cuerpos, cuando se cobra conciencia de un cuerpo ajeno? ¿Qué sentimientos y sensaciones surgen? ¿En qué consiste la sensación de asombro y maravilla asociada a la experiencia de estar físicamente en el mundo? ¿Cuál es la textura de sentimientos como el amor o el odio que suscitan nuestras relaciones? Todo se transmite desde el cuerpo y a través del cuerpo. Por lo tanto, las preguntas sobre el dolor tienen que ver con el cuerpo. Entramos en un terreno pantanoso que tiene que ver con la atención, la memoria, la concentración, y el contenido del pensamiento.
En definitiva, un libro diferente para pensar y razonar. Para evidenciar aquello que no nos gusta y que nos molesta. Periodismo, pues, de altos vuelos.