Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Mañana es el día D.
Sí, para Estados Unidos y el mundo global y par México para el mundo constitucional.
La elección presidencial, de Congreso y gobernadores, en el vecino del norte, vive quizá uno de los momentos más álgidos de su historia. Un candidato que pretendió dar un golpe de estado, que tomó el Capitolio, que está bajo proceso en 17 juicios, podría ser reelecto y conducir los destinos del país más poderoso del mundo por los siguientes 4 años a partir del 20 de enero.
Una candidata de color, bateadora emergente al ser ponchado el candidato natural, el presidente Joe Biden, enfrenta el racismo, el machismo y múltiples problemas por dos guerras, una lucha económica con China y un resfriado mayúsculo con la Rusia del zar Putin.
Será la elección del todo o nada para Donald Trump y todo de la nada para Kamala Harris. El presunto magnate -es un pobretón cuya fortuna no rebasa los 8 mil millones de dólares mientras Elon Musk posee 216 mil-, sorprende con la acción de sus seguidores que le creen a pie juntillas las mentiras y se suman a las protestas por la aplicación de la justicia “selectiva” que, aunque no lo reconozcan, le favorece al neoyorquino porque le pospone el juicio que pudo haber acabado con la democracia, que resistió el embate por su solidez.
Para Harris, una exfiscal, senadora, vicepresidenta y ahora con la aspiración de ser la primera mujer que gobierne la todavía nación más poderosa del mundo, la oportunidad de ganar está en manos de los ciudadanos que con sus sufragios podrían obligar a los integrantes del Consejo Electoral responder a la decisión de los sufragantes. Nada fácil. Hillary Clinton ganó el voto popular frente a Trump y, sin embargo, le fue escamoteada la victoria.
El mundo libre está inquieto. En el globo terráqueo se sabe que Trump no está en condiciones mentales para dirigir a Estados Unidos hacia el fortalecimiento de la democracia. Pesa mucho su amistad con Putin. Más su ambición de deshacer lo que permitió al país abatir la inflación, crecer en su PIB consistentemente y diseñar una política que intenta frenar el desmedido crecimiento económico y la influencia política de China.
Está en juego la estabilidad de la tierra.
Y en el caso mexicano, los 8 ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que renunciaron, tendrán en sus manos declarar inconstitucional cuando menos nueve artículos de la reforma judicial.
Con los 8 votos no hay forma legal de poner en marcha el conjunto de la reforma.
Sin embargo, el temor de que el Ejecutivo y el Legislativo cumplan con sus amenazas de no acatar la sentencia del todavía existente Poder Judicial de la Federación, confirmaría la crisis constitucional que avanzando desde el 11 de septiembre pasado.
¿Qué pasará si no se acata el mandato judicial?
¡Nada!
Los 8 ministros están facultados para solicitar la remoción y en su caso detención de quienes no acaten la sentencia.
¿Habrá fiscal federal que cumpla con la detención?
Sería un milagro que cumplimentaran las órdenes de aprehensión.
Y san Judas Tadeo anda de gira por el país, así que no escuchará las oraciones de los togados.
Borrachos de soberbia, la gobernante y los miembros de su Corte -de cortesanos, no de juristas- festejarán haber derrotado a la “intransigente postura de los ministros”.
Y el país comenzará a despeñarse de manera acelerada. Hay quienes sostienen que la economía y la estabilidad política aunada a la “paz social”, no serán afectadas por el desacato.
Cronos tiene la última palabra.
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