Timothy Snyder. El camino de la no libertad. Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2018. 368 páginas.
DAVID MARKLIMO
Dentro de poco son las elecciones a la presidencia de los Estados Unidos. Y en los medios de comunicación hay muchísimos articulistas dando su punto de vista sobre el proceso. La mayoría dan su opinión sobre Donald Trump y Kamala Harris y sus principales propuestas, pero algunos ponen el acento en lo que significan estas elecciones para el contexto en el que se encuentra la sociedad estadounidense. Y cuando eso sucede, suelen citar el libro El camino hacia la no libertad, del historiador Timothy Snyder, profesor de Historia en Yale. Vamos a comentar un poco de los postulados que surgieron a raíz de la primera presidencia de Trump.
Siempre arrollador, en ocasiones incluso extraordinario, Snyder presenta una ambiciosa crónica levantada tras años de investigación en la que da cuenta del ascenso del autoritarismo en Europa, Rusia y Estados Unidos como una sucesión de hechos que parecían imparables: el ascenso del populismo, el voto británico contra la UE y la elección de Donald Trump eran objetivos rusos, pero el hecho de que se lograran pone al descubierto la vulnerabilidad de las sociedades occidentales. El libro maneja una idea crucial: el camino a la no libertad es el paso de la política de la inevitabilidad a la política de la eternidad. Con ello, Snyder denunció la tendencia rusa de ir minando las instituciones democráticas.
Hay que explicar esto bien, pues sigue vigente. Se dice que algo es inevitable cuando se sostiene que el futuro es más de lo mismo, que ya no hay alternativa. Es la idea del Fin de la Historia, de Fukuyama, que se inicia tras el desmoronamiento del comunismo y alcanza su mayor expresión con la sensación de que las leyes del progreso son conocidas y no hay alternativas. La secuencia es más o menos esta: la naturaleza engendró el mercado, que engendró la democracia, que engendró la felicidad.
En este juego dramático, de fin, surge la reacción, que se construye sobre un relato de victimismo, en el que se apela a los sentimientos de la población, falseando la historia, que es sustituida por una memoria que constituye el “relato del poder”; a todo lo cual, se añade “la ficción política”: los hechos no importan, solo las emociones que genera el poder político con todos sus medios. Desde este punto de vista, no existe el progreso. La historia no es más que un bucle de continuas humillaciones, muerte y renacimiento que se repiten una y otra vez. Eso es el sentido de eternidad de los países. El discurso, por ejemplo, de la grandeza de Rusia o el Make America great again de Trump. Este último pasaje da pie a una de las más lúcidas disertaciones sobre el papel de Rusia en las elecciones norteamericanas: el objetivo no está en controlar al presidente de Estados Unidos. La clave, desde el punto de vista ruso, es cuestionar y desacreditar el sistema democrático de Estados Unidos. Y lo que está haciendo Putin dentro y fuera de Estados Unidos no sería más que un ajuste de cuentas con quien se atreva a negar la grandeza rusa. Con todo, la gran preocupación de Snyder es que lentamente antes de Trump –y rápidamente con Trump en la Casa Blanca– Estados Unidos se parece cada vez más a Rusia: un país encaminado hacia la oligarquía económica y la información distorsionada.
Son estos dos conceptos los que permiten vislumbrar una clara deriva en las sociedades democráticas occidentales, hacia el autoritarismo, en la que se sustituyen los datos, que generan información transparente y permiten a cualquier ciudadano formular su juicio crítico, por la construcción mediática desde el poder de un “relato” lo más simple de la realidad para generar en los ciudadanos sentimientos debidamente manipulados, bien de entusiasmo, bien de indignación. El camino de la no libertad, pues, no es otra cosa que el camino de la propaganda. Y allí dónde desaparece el Estado y nace la propaganda puede manifestarse el horror.
La verdadera naturaleza de las amenazas que se ciernen sobre la democracia y la legalidad es el gran reto de la Ciencia Política. Es necesario renovar, las virtudes políticas fundamentales heredadas de la tradición liberal, que son ampliamente necesarias para el futuro. Al mostrarnos las duras alternativas a las que nos enfrentamos —entre igualdad y oligarquía, individualidad y totalidad, verdad y mentira—, Snyder nos permite volver a comprender las bases en las que se apoya nuestra forma de vida y nos enseña el camino en unos momentos de terrible incertidumbre. Veremos, si ahora en noviembre, lo que la Historia les está diciendo a los Estados Unidos se repite o sí por el contrario, aprendieron ya algo distinto.