El amor a la vida, aunque sea en silla de ruedas, es una bendición del cielo: maestra Delfina Careaga

Por Edmundo Cázarez C.

-Primera de tres partes-

Foto Adrián Ponce

Se llama Delfina y aunque también vive en Toluca, Estado de México, no, no se trata, de ninguna manera, de la actual gobernadora de la entidad con mayor cantidad de habitantes en todo el país, sino de una admirable maestra que transmite y asombra por poseer un alto espíritu de superación, así como un infinito amor a la vida. La maestra Delfina Careaga, una extraordinaria mujer,            que, a sus 88 años de edad, le importa un soberano cacahuate encontrarse postrada en una silla de ruedas por el resto de su vida, debido a un añejo padecimiento de fibriomialgia. Aun así, sorprende por su inagotable creatividad musical frente al teclado de su inseparable piano, instrumento que la acompaña y hasta es su cómplice para inundar su muy modesto hábitat, para convertirlo en un remanso de paz y tranquilidad, con cada una de la notas musicales emanadas de ese mágico teclado que la anima a dar rienda suelta a sus fantásticas creaciones, tan es así, que hasta su entrañable mascota, un hermoso y tierno perrito, color blanco,  raza maltés “licenciado salustio”, se esfuerza por alcanzar las notas más altas que se desprenden del piano y comienza aullar para estar a tono.

na auténtica guerrera y bendecida por la vida, el padecimiento neuronal que le aqueja desde hace tiempo, no ha sido impedimento para que pueda ejercer su brillante profesión como una muy destacada escritora y guionista. En un acto de honestidad, confiesa que únicamente realizó estudios hasta el sexto de primaria, por lo cual, se define como una “autodidacta”

En 1978, fue condecorada con el Premio Nacional de Cine y recibe el Ariel de Plata al mejor guion cinematográfico. Posteriormente, en 1985, se hace acreedora al premio Nacional de Teatro “Emilio Carballido” En 2000, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes -Conaculta-, le entrega la codiciada Presea Sor Juana Inez de la Cruz.

Heredera de la dinastía del célebre actor y dramaturgo Joaquín Pardavé, nace en el Distrito Federal -Hoy, Ciudad de México- en 1937. Desde muy joven, se ha dado a la tarea de promover la cultura y fomento a la lectura, desempeñándose como tallerista de la Dirección General de Patrimonio y Servicios Culturales de la Secretaría de Turismo y Cultura del Gobierno del Estado de México, de manera simultánea, se daba tiempo para coordinar la sección cultural del desparecido diario Novedades.

Una prolífica y reconocida escritora y autora de varios libros, entre los que destacan “Muñeca vestida de Azul”, “Cosas del Tiempo y otros Fantasmas” y “Las Victorias Inadvertidas”, entre otros más, combinando de manera magistral un elocuente, vigoroso y hasta divertido discurso narrativo, encaminado para aumentar el valor de la palabra, pero basado en una demoledora literatura cáustica, que domina a la perfección, y con lo cual, engalana su incorporación a las páginas de la Enciclopedia de la Literatura Mexicana.

Abandonada a su suerte, de manera inexplicable, a finales de 2022 y sin darle una justificación, de manera arbitraria, fue daba de baja como empleada de la Dirección General de Patrimonio y Servicios Culturales de la Secretaría de Turismo y Cultura del Gobierno del Estado de México, en donde se desempeñaba como investigadora, redactora y correctora de estilo, de miles de obras que ahí se producen, percibiendo un sueldo mínimo que le permitía solventar sus necesidades básicas para sobrevivir, sin que el anterior gobernador de la entidad Alfredo del Mazo, se inmutara en lo mínimo, mucho menos, mostró compasión alguna por esta célebre escritora mexicana, dado que, decenas de veces, en su silla de ruedas, acudió hasta el Palacio de Gobierno en Toluca, para suplicarle tuviera compasión de ella, ignorándola por completo.

Ojalá que la actual gobernadora, su tocaya, la también maestra Delfina Gómez, se tiente el corazón y la auxilie inmediatamente.

Llegar a Toluca, acompañado por un extraordinario y leal amigo Francisco de la Sota, resultó toda una odisea, primero, por la infinidad de bloqueos, debido a la construcción del Tren Interurbano México-Toluca. Estando ahí, es un verdadero viacrucis atravesar Paseo Tollocan, bloqueos por una enorme variedad de manifestantes que protestan… ¡hasta porque salió el sol!! El recuerdo de aquella Toluca en donde se respiraba tranquilidad, queda en eso, precisamente, en un triste recuerdo.

Gracias a la valiosa intervención del siempre amigo Rosalino Rico Nava, pude tener el honor de llegar hasta el hogar de esta extraordinaria escritora, orgullosamente mexicana, enclavado en un populoso barrio, al oriente de la capital mexiquense. Entrevistada en su refugio intelectual, una muy modesta sala, en donde su inseparable piano es mudo testigo de las interesantes historias que comparte, la maestra Delfina Careaga enfatiza: “El amor que se le debe tener a la vida, aunque sea postrada en una silla de rueda por el resto de sus días, es una verdadera bendición del cielo”

A sus 88 años de vida, no obstante, la muy precaria situación de salud y también económica por la que atraviesa, sorprende por una extraordinaria voluntad de seguir hasta el último de sus días, para seguir contando historias. Dueña de una prodigiosa memoria, celosamente vigilada por su pequeña mascota el “licenciado Salustio”, me dijo¨:

-Maestra, antes que nada, muchas gracias por recibirme en su casa, para este reportero, es un verdadero honor tener la suerte de conocerle…

-El honor es para mí, muchas gracias… Le quiero pedir un enorme favor…

-Lo que usted me indique, con mucho gusto…

-A mis 88 años, estoy semi sorda, así es que me tiene que gritar, por favor, ya no escucho bien…

-Maestra querida… ¿Cómo se siente?

-Me siento mucho muy mal, porque ya no salgo a la calle durante meses enteros. No tengo trabajo, es decir, estoy abandonada a mi suerte. Fíjese don Edmundo, que estaba trabajando como correctora de estilo en la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado de México, pero me corrieron…

– ¿Por qué…?

-Solamente me dijeron porque ya estaba vieja, no obstante que mis obras literarias siguen vigentes ahí mismo, que antiguamente se llamaba publicaciones del gobierno del Estado de México, en donde se editaban libros y en donde me la pasaba corrigiendo infinidad de textos.

– ¿Qué les dijo usted, porque fue una arbitrariedad lo que le hicieron…?

-Fui miles de veces hasta Palacio de Gobierno para suplicarle al gobernador Alfredo del Mazo, que tuviera compasión de mí… ¡y nunca me recibió!!

– ¡Eso es una criminal injusticia!!

-Pues sí, pero como ya estoy vieja, no puedo valerme por mí misma, véame, aquí, postrada en esta silla de ruedas, debido a este añejo padecimiento de una fibromialgia neuronal. Duré poco más de veinte años trabajando para el gobierno del Estado de México… ¡no es justo!! Jamás dejé de realizar las correcciones de estilo en muchísimos libros.

-Perdone que le pregunte esto… ¿Cómo le hace para vivir?

-Como no me gusta que me regalen nada, desde aquí, en mi casa, me puse a escribir un artículo diario en una página de Facebook que me abrió mi muy querida amiga Guadalupe Escobar Caballero, así es que, ya no me importa que sean sábados, domingos o días festivos para ponerme a escribir sin ningún límite de tiempo ni de espacio.

– ¿Sobre qué escribe?

-Sobre cine, pintura, música y todo lo que tenga que ver con la cultura, pero también, una parte mía, vamos, apuntes biográficos desde mi infancia. Hasta el día de hoy, ya llevo poco más de dos mil artículos, siempre tengo escrito algo para no sentirme que estoy vegetando ni humillada

– ¿Qué recuerdos guarda de esa niñez?

-Fui una niña mucho muy traviesa, porque vivía en una casa que estaba mucho muy grande en la colonia San Rafael de la Ciudad de México, con un abuelo que era médico militar y secretario de Salud, además, fue médico de cabecera de don Venustiano Carranza. Un hombre que tuvo muchísimo dinero y con cuatro hijos, quienes para gastarse todo el dinero que tenían, viajaron muchísimo por todo el mundo. Me platicaba mi papá, que, también, estuvieron viviendo en La Habana, Cuba…

– ¿Usted alcanzó algo de esa fortuna?

– ¡No!!, resulta que cuando nacimos sus nietos… ¡ya se habían acabado todo el dinero!!, y tuvieron que conformarse con viajar a diferentes partes del interior de la República, pero mi abuelo, seguía dando consultas.

– ¿Usted vivía con sus papás?

– ¡No!!, no viví con mis padres…

– ¿Por qué…?

-Porque mi nacimiento fue algo trágico…

– ¡No me diga!!

-Mi madre murió estando yo dentro de ella, vamos… ¡dentro de su vientre!! -Con lágrimas en los ojos y con cierta dificultad para continuar con su relato, las personas que la asisten, le acercan inmediatamente pañuelos desechables, le despojan por unos instantes la mascarilla del oxígeno que la mantiene viva, le dan de beber un poco de agua y me piden que espere unos minutos en lo que se repone, y continúa…

-Maestra querida, por favor, tranquila… ¿Quiere que suspenda la entrevista y otro día continuamos?

– ¡No!!, y le digo que no, porque ya no sé si vaya a seguir con vida. Bueno, le platicaba que hace 88 años, no existían las cesáreas y tuvieron que extraerme del vientre de mi madre con fórceps

– ¿Quién se hizo cargo de usted?

-Mi abuela paterna, fue mi madre adoptiva y quien se encargó de cuidarme. Así es que los únicos recuerdos que guardo, son los de mis abuelos y bisabuelos

– ¿Cuántos hermanos tuvo?

-No, no tuve hermanos, resulta que mis padres no tenían ni un año en que se habían casado, cuando sobrevino su repentina muerte

– ¿Su papá se volvió a casar?

-Muchas años después, supe que se había casado de nuevo, pero ya mucho muy tarde para él, como para poder engendrar más hijos. Así es que, en la casa, nada más estábamos mis abuelos, mi tía, hermana mayor de mi papá y que nunca se casó y yo.

– ¿A qué se dedicaba su papá?

-Era agente viajero, por esa razón, iba muy poco a la casa, no pude convivir con él en una casa enorme… ¡con doce recámaras!!

– ¿Con quién jugaba?

-Con mis primas, que se convirtieron en algo así como mis hermanas, aunque yo era la mayor, casi todas éramos de la misma edad

– ¿Fue una niña muy traviesa?

-Sí, la verdad es que sí…

– ¿Qué travesuras hacia?

-Algunas no puedo contarlas…

– ¿…Por qué?

-Eran travesuras mucho… ¡muy cochinas!!

-Pero eran unas niñas…

-Bueno, resulta que nos hacíamos “pipi” en una bacinica, y luego, vaciábamos la “pipi”, en el “flip”, que se utilizaba para rociar el insecticida. Nos moríamos de risa cuando mi abuela empezaba a “rociar” insecticida… ¡y era pura “pipi” de todas nosotras!!, ja, ja, ja. Esas eran nuestras travesuras…

– ¿Había más travesuras subidas de color?

-Como ya sabíamos escribir, en una enorme cartulina, como mi abuelo tenía su consultorio, ahí, en la casa…

– Pero ¿qué fue lo que escribieron en esa enorme cartulina…?

– “Si viene a ver al doctor Careaga…” ¡váyase porque es un brujo, a los pacientes los convierte en borregos para la barbacoa!! Así, nos salimos a la calle con esa enorme cartulina…

– ¿Y la gente qué les decía?

-Veíamos que estaban muertos de risa, excepto un niño…

– ¿Le dio miedo?

-No lo sé, pero se puso a llorar porque tenía consulta con el doctor Careaga porque tenia “paperas” que le habían salido en el cuello… ¡y no quería que lo convirtieran en borrego!!

– ¡Ah, que niñas…!

-Como no teníamos tele ni radio, así era como nos divertíamos. Pero todavía hay otra cosa… ¿se la puedo contar?

– ¡Claro!!

-Con los papelitos en que venía envuelto el tabaco de los cigarrillos, a los retratos de mi casa, les poníamos cuernos, bigotes, barbas y se veían horribles… Ja, ja, ja, éramos unas chamacas tremendas. Pero también, en esa casa, vivían los hijos de las personas que atendían a mis abuelos, cada uno se fue yendo poco a poco para sus casas, hasta que quedó vacía esa enorme residencia.

– ¿Y qué sucedió?

-Pues mis abuelos y yo, nos cambiamos a otra porque esa la vendieron… ¡era mucha casa para nosotros cuatro!!

– ¿Siguió frecuentando a sus primas?

-De pronto, la maestra Careaga rompe en llanto, me piden hacer una breve pausa. Le toman la presión y la tranquilizan… Pero… ¡sorpresa!!, ella misma pide a quien la atiende, que le permitan continuar, porque afirma que se siente muy cómoda con la conversación… Una vez repuesta, decide continuar…

– “Ya no volveré a ver a mis primas, porque ya estamos imposibilitadas para poder viajar. Una de ellas, vive en Europa, y la otra, en la Ciudad de México, pero las tres, estamos imposibilitadas de caminar y postradas en sillas de ruedas…” -Sin parar de llorar, expresa-: “¡Es una tristeza estar viejas y enfermas!!”

-Doña Delfina, mejor sígame contando cosas divertidas de su niñez y juventud…

– “Dios lo bendiga porque esto, que me está haciendo recordar, es como un bálsamo para mi alma”

– ¿Era una niña colmada de mimos?

-Súper colmada de mimos y cariño. Fui profundamente amada, cuidada y feliz. Cuando alguna visita de mis abuelos decía ¿Esta es la niña huérfana? Yo, por dentro, me preguntaba: ¿Por qué dicen que soy huérfana si me dan tanto amor mis abuelos? Tengo a una mamá/abuela muy cariñosa, cuidadosa y maravillosa para que no me faltara nada.

-Ya ve… ¡arriba corazones!!, a la vida, hay que saberle sonreír…

-Si don Edmundo, le confieso que fue la apoca más maravillosa de mi vida

– ¿Cuáles eran sus juguetes favoritos?

-Recortábamos muchas muñequitas de los periódicos que llevaba mi abuelo, pero poníamos mucha más atención en sus vestidos y las bautizamos como “Las Muñequitas del Buen Vestir” Pero no eran muñecas de plástico o de tela, como las muchas que hay…

– ¿Entonces?

-Recortábamos las fotos de grandes artistas y nosotros las vestíamos como se nos pegaba la gana. También, jugábamos a la “comidita” y hasta ser “invisibles…

– ¡Ah, caray!!, a ver, platíqueme ¿cómo estaba eso…?

-Cuando mis abuelos y las personas que iban a visitarlos, porque mi abuelo era de Puebla y se reunían en la sala con una charola llena de galletitas, su copa de rompope y cosas que preparaban para atenderlos. Mientras tanto, nosotras, teníamos que pasar por una puerta hacia otra salida y sin que nadie nos viera. En lo que pasaba una, las demás estábamos muy atentas en que ninguna mirada, de los visitantes y de mis abuelos, cayera sobre la que pasaba por esa puerta y hacia la salida…

– ¿Cuál era el secreto de hacerse “invisibles”?

-Haga de cuenta, nos íbamos totalmente pegadas y embarradas en la pared. También jugábamos a ver la casa al revés…

– ¿Que método utilizaban?

-Todas, nos poníamos de cabeza y pegadas en cada uno de los escalones de la escalera que daba a la casa, agarradas hasta con las pestañas, pero eso era mucho muy peligroso porque dos de ellas, se desmayaron y mi abuelo nos puso una santa regañada. Y ya para terminar con nuestros juegos de niñas, era ser “Reina por un día”. Ese juego era mucho muy interesante…

– ¡Cuénteme…!!

-Si les dice que me regalen un poquito de agua, le cuento… Se trataba de “derrocar” a la reina por un día”, a base de puras intrigas, falsedades y calumnias, pero la reina, tenía que defenderse…

– ¿Cómo…?

-Pues con su “grupito”, con una o dos de mis primas, recuerde que éramos 4, desmintiéndonos, pero a veces, muy similar a lo que está ocurriendo ahora… éramos muy ingeniosas.

– ¿Y la escuela?

– ¡Nunca me gustó la escuela…!!

– ¿…Por qué?

-Porque eran otras personas, es decir, otros niños y niñas. Era otro espacio y nunca me dejaban jugar con ellos durante los recreos…

– Y mientras, ¿qué hacía en su salón?

-Me ponía a decir una serie de discursos yo solita, y para mi sorpresa, veía que se me iban acercando, uno a uno, de mis compañeros y hasta dejaban de jugar para escuchar lo que yo decía.

– ¿Qué rollos se aventaba siendo tan pequeña?

-Lo que escribía ahí mismo en el salón, expresando lo que mi abuela me contaba y cómo fui creciendo

– ¿Les contaba su propia biografía?

-Inventaba las cartas que, supuestamente, mi abuelo le había enviado cuando eran novios, creo que me estaba convirtiendo en una enorme escritora, pero hablando y delante de mis compañeritos

– ¿Qué caras ponían los demás niños?

-Creo que, verdaderamente, los subyugaba. A mi abuela le decía… “Mamá, cuéntame esto y aquello…” Le decía mamá, porque si le decía abuela, seguro que se moría de un infarto y se ponía a contarme cuando viajaban en barco. Mi abuela repetía hasta el cansancio. ¡Chamaca, ya te lo he contado miles de veces!! Pues no me importa mamá, quiero aprendérmelo de memoria, pero, para mí, era una delicia escucharla, hasta pensaba que mi abuela era una escritora extraordinaria, por cada relato que me hacía.

– ¿De ahí viene esa valiosa herencia por escribir hasta guiones cinematográficos?

– ¡Ni más ni menos!!, creo que, de ahí, fue de donde saque mi pasión por escribir y hasta por la música, y también del fraseo, contagiarme del ritmo que le imprimía a cada fabuloso relato

– ¿A dónde la llevaban de vacaciones?

– ¡Eso sí!!, éramos mucho muy paseadores, es decir, en tiempo de vacaciones, nos íbamos a Oaxaca, Chiapas, Yucatán, pero también, recorrimos todo el norte del país. Me acuerdo que, de regreso a casa, me ponían que hiciera una reseña de cada uno de los viajes y les contaba desde que mi abuela planeaba el viaje, por cierto, las visitas se iban ya muy noche y completamente encantados de escuchar mis relatos

– ¿Qué hacía usted cuando veía que las visitas se retiraban?

– Todavía les decía, ¡A ver si la próxima vez, vienen con un poco más de tiempo y les cuento todo con lujo de detalles!!

– ¿Qué libros se ponía a leer de niña?

-Esa, es otra historia…

-A ver, no se guarde cosas…

-Es que… ¡yo no leía absolutamente nada!!, ni siquiera los muñequitos que publicaba el periódico EL UNIVERSAL, ni tampoco los del periódico Novedades, pero como mi papá era un agente viajero, cuando regresaba de viaje a la Ciudad de México, para que vea, mi papá si leía muchísimo. Traía un montón de muy buenos libros. Un día, dejó olvidado un libro y ahí me tienes de curiosa y empecé a leerlo…

– ¿Pero qué libro era…?

-Ahorita le digo, descubrí que ese libro era un vehículo para poder irme de viaje a otro mundo… Aunque no entendí completamente de lo que trataba ese libro, quizás, habré entendido un cincuenta por ciento… ¡y a mis ocho años de edad!! Cuando en mi casa se apagaban las luces a más tardar a las diez de la noche. Lo único que hacía, me metia en mi camita y me tapaba con unas enormes mantas hasta la cabeza, porque ni siquiera eran cobijas, sino unas pesadas y enormes mantas, acompañada con una lámpara eléctrica de unas enormes pilas redondas y que pesaban muchísimo. Así me a pase leyendo…

– ¿Pero qué libro era?, ya no me tenga con la curiosidad…

-El primer milagro de la literatura, fue que me quitaron las sábanas porque ya me tenía que irme a la escuela… ¡Me había pasado toda la santa noche leyendo!! Ese libro, nada más ni nada menos, era “Crimen y Castigo” del prestigiado escritor ruso Fiódor Dostoievsky.

-Vaya, incursionaba al mundo de los libros con una obra maestra de la literatura…

-Nadie, pero lo que se llama nadie, se ocupó de dirigirme en el tipo de lecturas que debería asumir, sino que leía todo lo que me caía en las manos. Así es como empecé, a los ocho años, y se formó en mí, el único vicio que he tenido en la vida, pero un vicio absoluto, al grado que devoraba libros hasta caminando por la calle y las personas que pasaban junto a mí, me decían… “Chamaca, te van atropellar o te vas a caer en un hoyo” A partir de ahí, me receté toda, pero lo que se llama toda la literatura rusa, así como otros autores de la época de oro.

-Continuará-

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