Mestizaje e Instituciones en México

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

Dudo mucho que la comentocracia, la cual de pronto se enteró del libro Los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza. Por qué fracasan los países, escrito por los académicos Daron Acemoglu y James Robinson haya leído con lápiz y cuaderno las poco menos de 350 páginas que a renglón seguido tiene el texto en cuestión. Sin embargo, la mentada comentocracia, se enteró o leyó lo que se dice acerca de las dos Nogales, arriba y debajo del Río Bravo (Rio Grande en la nomenclatura gringa) y que fácilmente se le ubica a partir de la página dos de la mentada obra. Yo no la he leído, pero tengo el pdf completo gracias a la generosidad de un conocido; con el paso del tiempo trataré de leer lo más que pueda y me detendré en los capítulos que más llamen mi atención. Lo que sí puedo señalar es que cuando los autores comenzaron a reflexionar sobre del virreinato del Río de la Plata hacia finales del siglo XVI, ello me llevó a recapacitar obre el primer tema que se encuentra en el título del presente artículo: el mestizaje.

Desde el primero de octubre cuando tomó posesión la presidenta Claudia Sheinbaum, luego alrededor de la festividad (?) del Día de la Raza aquí en México o Día de la Hispanidad en España, tirios y troyanos revivieron: que si la carta de AMLO solicitaba un perdón público por parte de la corona española, que el rey y el gobierno de España no vendrían a México porque no fueron invitados a la ceremonia republicana, para luego entrar en la discusión bizantina de si partir de 1489 y particularmente para la ciudad de Tenochtitlan en 1521 ambas fechas significaban el “descubrimiento” de un continente, el “encuentro” de dos mundos, la realización de una misión “civilizatoria y cristiana” o un sometimiento de los pueblos mesoamericanos, andinos y en menor medida de los indios norteamericanos. En fin, argumentos para afirmar o negar las explicaciones que fundamentan las visiones prohispánica, proindigenista, rabiosamente católica y del postmodernismo holístico, amén de otras lindezas ideológicas que dieron y darán sus propias versiones de lo acontecido durante los tres siglos coloniales hispanoamericanos. Sin embargo, lo que es cierto, verificable, historiado, relatado literariamente, retratado en obras operísticas, del muralismo mexicano y analizado desde la historia de las enfermedades hasta los estudios de economía y de la guerra, es que a partir de 1521 se llevó a cabo la conquista del hoy Continente Americano. Fue y es un hecho irrebatible.

¿Qué sucedió entre 1521 y 1821 en la Nueva España-México, y en fechas muy semejantes al sur del Suchiate hasta la austral Tierra de Fuego? Durante trescientos años fue moldeándose una sociedad mestiza pero dirigida desde un grupúsculo criollo privilegiado por el nacimiento y su posición económica, el afianzamiento de un perfil y sentimiento americano, católico, animista en sus poblaciones más apartadas en sierras, desiertos y profundas selvas, la existencia de actividades mercantiles, intolerante en cuanto a todos los temas sociales como políticos, profundamente desigual en términos económicos –Alexander von Humbolt dixit-, gobernada por una burocracia real y colonial que materializó una extensa red de intereses e instituciones que comenzaban en la recámara del Rey, continuaban en el poderoso Consejo de Indias y terminaban en las autoridades de pueblos de indios diseminados en los remotos confines del Imperio Español en América. El accionar de esa burocracia, las creencias de esos pueblos, los intereses de las casas comerciales aquí y allá, las prerrogativas de clérigos, de la nobleza americana y demás actores se sustentaban, otra vez decimos, en instituciones perfectamente diseñadas para el funcionamiento de las posesiones españolas en ultramar.

Lo anterior fue señalado por historiadores y cientistas sociales (sic) de México, Argentina, Perú y en la propia España hace más de un siglo de que apareciera el mentado libro de Por qué fracasan los países.

¿Qué hereda los Estados Unidos Mexicanos cuando en 1824 se estableció la república? INSTITUCIONES…CARAJO. Unas boyantes, como el ejército que fuera virreinal ahora republicano, apellidado santannista, conocido como liberal o conservador; otras en plena discusión sobre su idoneidad vital como el Poder Legislativo y su obsesión con la vigencia de la Constitución política del país, cualquiera que hubiese sido la orientación del código en los faustos históricos de nuestra patria. Otra institución cardinal que hizo frente a las críticas provenientes del jacobinismo dieciochesco fue la muy poderosa y rica jerarquía eclesiástica. Una tercera, pero no la última, los consulados mercantiles y su respectiva legislación que como instituciones económicas enfrentaban el liberalismo e imperialismo económico impulsado por la Gran Bretaña, los Estados Unidos y en menor medida la Francia de los años de 1830.      

La historia de la formación del estado mexicano en los siglos XIX al XXI ha sido qué hacer con las instituciones heredadas de la administración colonial y convertirlas para que funcionen en el marco republicanismo que se ha querido implantar, pero que ha estado muy lejos de afianzarse en el funcionamiento diario del país. Reiteramos, el problema era y es la planeación de nuevas instituciones para hacer frente a los problemas de una entidad independiente pero vecina de una potencia en permanente expansión; es la de vislumbrar formas para mejorar la economía de México en los tiempos de Santa Anna, de Juárez, de Porfirio Díaz, después de la Revolución Mexicana, en la era de la revolución institucionalizada, en la del neoliberalismo profundamente dependiente de los capitales foráneos y ahora con la 4T, que todavía es muy pronto para subrayar hacia dónde va. La historia mexicana ha sido también combatir instituciones como la influencia del clero católico, sus órdenes religiosas, sus escuelas, su visión de la sociedad. Y de 200 años para aca, el debate se ha centrado en la fundamental institución de este país: la presidencia de la república, las maneras de acceder a ella, sus poderes y la esencial condición: no reelección. Del sufragio efectivo luego escribimos. Todo lo anterior quiere decir que en la Constitución, en las leyes secundarias, en los códigos, en las fuerzas armadas, en las escuelas, en la familia, en los muy diversos aspectos de la actividad económica, en la moral y civilidad entre ciudadanos han existido y existen muchas instituciones que como dijimos arriba funcionan bien, funcionan regular y mal. El asunto que preocupa a los teóricos, a los políticos y a ciertos individuos en la sociedad es, cómo administramos semejantes instituciones y en un lejano segundo lugar: por qué y cómo fueron concebidas. Desde el reinado de Felipe II siempre ha existido en el inmenso mundo hispánico un abismo entre la realidad cotidiana y la imaginación alrededor del empoderamiento de unas instituciones luminosas. En ello radica la diferencia entre desarrollo y los descalabros mexicanos/latinoamericanos; comenzó con la coloquial y colonial frase “acátese, pero no se cumpla”, cuando la medida a observar afectaba intereses muy puntuales. No es lo mismo Sonora donde está la Nogales mexicana y que ha tenido gobernadores genuinamente nefastos y criminales, que Arizona donde está la Nogales gringa donde se ubica el proyecto de vida espacial para una colonización interplanetaria, pero también tiene los excesos del racismo anglo en contra de todo tipo de migración. México nació a la vida independiente con las instituciones más modernas del mundo para su época –simplemente léase el texto constitucional de 1824. Sin embargo, el quid de la cuestión ha sido su aplicabilidad y lo que mal que las han manejado los encargados en hacerlas funcionar. Finalmente, de la importancia cívica entre el pueblo mexicano para hacer prosperar el entramado institucional, ello brinda un cúmulo de materiales y multitud de reflexiones sobre la prosperidad y la pobreza para un libro más gordo que el escrito por los laureados Acemoglu y Robinson.  

 

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