Razones por las Cuales no Debe  Votarse por la Alianza PAN-PRI-PRD

 

SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS

Este martes 21 de mayo como el siguiente del día 28, me he propuesto escribir sendos textos anteriores al día de la votación (domingo 2 de junio), con el objetivo de razonar argumentos que guíen de una manera cívica el voto que van a emitir mis conciudadanos. 

En la cultura occidental, desde los tiempos griegos y romanos, la política estuvo determinada por partidos que se enfrentaron por una multiplicidad de asuntos que iban desde el premoderno debate alrededor de la virtudes o defectos de un determinado individuo, que se convertía en campeón de una facción-política, el cual propugnaba un tipo de país, la necesidad de una guerra, la imposición de una determinada religión. Y en el extremo opuesto, de manera muy dificultosa y a lo largo de los siglos, el ejercicio de la política fue transitando de tener un tipo de liderazgo individual, a la discusión colectiva de los asuntos que afectaban a la comunidad. El pueblo, y ello es una de las bases de la democracia, debatía y decidía lo que en distinto tipo de medidas podían beneficiarlo: la construcción de un mercado, la implantación de un sistema educativo, la esencial división entre poderes y la más dificultosa en muchas latitudes: la rendición de cuentas por parte de quienes hubiesen tenido el poder para ejercerlo. Léase el Ejecutivo, desde un emperador y presidentes de distinto pelaje, hasta en el nivel municipal donde los concejales, por su propio puesto, tenían poderes ejecutores sobre determinados asuntos: salud, vialidades, actividad comercial y un muy largo etcétera.  

Dado lo anterior preguntamos, ¿por qué no votar por la alianza PAN-PRI-PRD? Porque su pasado los condena. Y del tercero, es mejor ni acordarse. Asimismo, porque en más de dos décadas ninguno de los dos institutos políticos que llegaron a alcanzar la presidencia de la república resolvió los acuciantes problemas que padecía la república. No haber resuelto los conflictos republicanos fue un varapalo para la ciudadanía que otorgó su voto a Fox en el 2000 y luego se lo dio a Peña en el 2012. Lo realizado por la espuria administración panista encabezada por Calderón fue la mejor evidencia de que los del PAN echaron a perder todo su capital político durante dicho sexenio (2006-2012). Repetimos, la manera como se gobernó durante el calderonato fue la razón por la que la población volvió a dar su voto al tricolor: no hay otra explicación. E insistimos, la consecuencia fue como una pesadilla en la calle del infierno (sic), el llamado nuevo PRI salió peor que el denostado priismo en tiempos de López Portillo: ello por la superficialidad mostrada a nivel de la presidencia de la república, como debido al latrocinio perpetrado por gobernadores priistas tipo Javier Duarte, por nombrar al más conspicuo.  

Respecto a lo que ha significado el PAN ya en el gobierno federal, su deuda histórica en sentido negativo con México resulta mayor que la de los tricolores. Durante décadas, poco más de sesenta años, el panismo histórico, sus ideólogos muy respetables, en sus publicaciones partidistas como La Nación, y en los mítines ya cercanos a alcanzar el poder con el malogrado Clouthier y el todavía carismático Fox, repetían una y otra vez los males de la corrupción gubernamental priista, el nefasto espíritu de partido tricolor, lo siniestro que significaba el presidencialismo postrevolucionario, lo deplorable y catastrófico que era para el país el manejo irresponsable de su Hacienda, finanzas y procesos fiscales. Lo desdichado que era maniatar a todos los medios de comunicación para que fueran repetidores, ecos de lo que hablaba y omitía el Presidente de la República, junto con el andamiaje que significaba todo el Poder Ejecutivo. Pero cuando Fox y los suyos llegaron al poder, en menos de doce meses (2001) la presidencia panista y demás adláteres azules, asumieron todos los criticadísimos usos y costumbres del priismo más recalcitrante. Con el panismo no hubo cambio en la forma de hacer gobierno, y ello es la razón histórica por la que no resultan confiables.    

Para la elección presidencial de este 2 de junio de 2024 la alianza PAN-PRI-PRD le jugó sucio a sus precandidatos, intentó engañar al soberano, mostró el contubernio de las elites partidistas para llevarse las mejores rebanadas del pastel. Peor, durante esta ya muy larga campaña electoral, por igual a nivel de la presidencia de la república como en gubernaturas, senadurías, diputaciones y a nivel municipal, el discurso fundamentalmente promovido por los azules y su candidata X ha recurrido al más fácil y deleznable argumento de la política facciosa: el miedo. Fomentar la ansiedad entre la población, difundir noticias alarmistas y algunas francamente mentirosas, en síntesis, promover el desasosiego para ganar la elección resulta ser un camino fácil, pero a todas luces condenable para una sociedad como la mexicana que debe madurar su civismo, y se le debe buscar caminos para que sea feliz. Ello significa que, por el simple desarrollo de una campaña del miedo para conquistar el voto, la ciudadanía debe darle la espalda y sufragar en contra de la susodicha alianza. 

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