John Sellars. Lecciones de Aristóteles. Taurus, Barcelona, España, 2024. 126 páginas.
Todos los seres humanos desean, por naturaleza, conocer,
Aristóteles, Metafísica.
DAVID MARKLIMO
Quizá Aristóteles es el filósofo más importante de todos los tiempos. Es de sobra conocido por sus postulados, la base de la ética, la ciencia, la lógica, la política y la estética en el mundo occidental. También por ser el maestro de Alejandro III, de Macedonia, que conquistó un imperio desde lo que hoy es Albania hasta Pakistán. El mayor imperio de la antigüedad, que intentó ir a contracorriente de uno de los postulados aristotélicos pro excelencia: la superioridad de los griegos sobre los demás.
Hoy puede resultar difícil comprender plenamente la asombrosa influencia de sus lecciones. Sin embargo, sus observaciones sobre la naturaleza sentaron las bases de toda la ciencia. Sea lo que sea que nos preocupe o interese, es casi seguro que Aristóteles dijera algo extremadamente inteligente al respecto. Su estudio del pensamiento racional dio lugar a la lógica formal, piedra angular de la investigación filosófica; su examen de las ciudades-estado griegas inauguró la ciencia política; y su análisis del arte dramático sigue siendo un pilar de los cursos de literatura en todo el mundo.
Ahora, el célebre académico John Sellars, catedrático de Historia de la Filosofía en el Royal Holloway de la Universidad de Londres, ha publicado Lecciones de Aristóteles, con el objetivo de demostrar el por qué es mejor el filósofo de todos los tiempos. El libro sigue la estela de sus anteriores (Lecciones epicureismo y Lecciones de estoicismo) y, podríamos decir que es una degustación del impacto que ha ejercido Aristóteles en nuestra forma de pensar y concebir el mundo que nos rodea. Sellars, así, nos embarca en un viaje a través del pensamiento, demostrando que la capacidad de curiosidad del célebre filósofo griego sigue ofreciéndonos una visión de la vida qué aún hoy es válida.
Empecemos por la pregunta más obvia: ¿qué era la Filosofía para Aristóteles? La respuesta: la búsqueda de conocimiento, la investigación, la actividad más elevada que podía realizar el ser humano. Es decir, una manifestación de nuestra curiosidad natural en tanto que seres humanos y, en consecuencia, si la descuidamos, la vida que vivamos no será propiamente humana. Por ello, se dice que Aristóteles fue el primero en desarrollar la idea del potencial, algo que puede ser, al menos de tres maneras: sustancia (ahí está la bellota), como atributo o propiedad de una sustancia (las bellotas se caracterizan por su color marrón) y como potencialidad (las bellotas pueden germinar en un árbol, que todavía no existe).
El sentido de la vida está definido por la voluntad de la felicidad, de querer alcanzarla, Esto es el bien supremo. Pero ¿cómo alcanzarla? Para vivir una vida buena y feliz necesitamos ser virtuosos, lo que significa desarrollar una serie de rasgos. Aristóteles distingue entre las virtudes intelectuales y las morales. Entre las intelectuales, está la capacidad de adquirir conocimientos, saber hacer cosas, saber tomar decisiones, ser en suma inteligente. Entre las morales, el valor, la moderación, la generosidad y la amistad. Incluso elaboró una tabla con vicios y virtudes, llevándolos al extremo. Su conclusión es que la verdadera virtud está en el justo medio. Propone dos opciones de vida. Un modo de vida político, que asocia con la búsqueda del honor o de la buena reputación. Y, el otro, la vida contemplativa, dedicada a intentar comprendernos a nosotros mismos y el mundo que nos rodea.
Aristóteles nos pone delante de un reto: cómo ser buena persona y cómo alcanzar la felicidad. La respuesta se despliega delante de cada persona, pero que también podría tener implicaciones más allá del ámbito individual. Algo que, justo en este 2024, deberíamos reflexionar.