Ulises Corona *
La vida pública supone avances en la construcción de sociedades democráticas, siempre están desarrollándose en la complejidad de las tareas de la sociedad, económicas, ideológicas y políticas. En la diaria cotidianidad, los ciudadanos están inmersos en sus propios problemas familiares, laborales, de relaciones personales y con ello sus complicaciones y atavismos.
En este complejo entramado día con día, la sociedad desde lo individual a su colectividad, tiene sólo presente la urgencia de la sobrevivencia individual, familiar y olvida su importante papel en la colectividad política de la vida moderna. Es decir, en la vorágine de la vivencia, olvidamos el papel del ciudadano en la transformación de instituciones, en su construcción y también en su vigencia. Y por ello puedo afirmar que tenemos una sociedad con poca, sino es que nula formación cívica y con ello poca – si no es que nula- cultura política.
La formación cívica tiene que ver con los procesos educativos desde los primeros años de vida incluso desde casa, que aspiran a construir un ciudadano socialmente responsable, es decir, una persona que sepa comportarse de una manera armónica y productiva en la sociedad. Esto tiene que ver con necesaria ética cívica, en la construcción del concepto básico de unidad geográfica, cohesión social e identidad cultural, que toda la sociedad debe de tener para existir en armonía.
Por otro lado, cultura política en una definición básica y primigenia, consiste en los conocimientos, evaluaciones y actitudes que un grupo social manifiesta durante diversos aspectos de la vida y del sistema político imperante en el que se inserta. Tiene que ver con los ideales y aspiraciones políticas y con las normas operativas de un gobierno, que es removido o ratificado por este grupo social, y es el producto tanto de la historia, buena o mala y con todos sus atavismos recurrentes y cotidianos.
Por lo que, formación cívica primero y cultura política después son necesarias en a conformación de sociedades democráticas; y que tengan estas mismas los controles de exigencia social para su propio beneficio, por lo que la sociedad mexicana, considero, aún carece de estos.
Está demás señalar los altos niveles de no participación electoral, abstención recurrente, apatía en asuntos que le competen e interesan a las necesidades sociales básicas en la calidad de servicios que el gobierno nos otorga.
Sabemos que el voto universal, libre, secreto y directo es fácilmente comprado y con ello manipulado, que los medios de comunicación y redes sociales, determinan una corriente de opinión o estado de animo social.
En esta preocupación, puedo afirmar también que un proceso electoral está determinado por la capacidad de construcción de una estructura electoral nacional, estatal, distrital, municipal, y pueda llegar a nivel seccional y de acera. Donde se pueda saber con exactitud en qué domicilios están los votantes activos, duros o preferenciales, y también los posibles nuevos votantes y sus características de edad, género y opinión social.
Una estructura así, determina el sentido de una elección, durante y a la par, de la capacidad de movilidad de toda esta misma desde dos días antes de una jornada electoral, y hasta dos días después del término de la votación. Es mover todo un ejército electoral que movilice ciudadanos a veces ingenuos y en otros casos indefinidos por el sentido de su voto.
Desde luego, esto requiere de recursos, físicos, humanos, económicos y de estrategia de mapeo del voto por sección, Municipio, Distrito, Estado y Nación..
Quien tenga la capacidad y posibilidad de accionar estas características, opino, ganará la elección.
*Académico universitario