Saber perder, es la madre de todas las victorias: Gilberto Solano Arreaga

Por Edmundo Cázarez C.

Segunda de tres partes-

Foto: Adrián Ponce

Caminar por el borde de la alta montaña, en la comunidad de Xalpatláhuac, cabecera del municipio de Tlapa, Guerrero, a lo mero macho, resulta un fabuloso atractivo y hasta pavoroso a la vez, es decir, sentir la adrenalina que corre por todo el cuerpo, un mal paso y vas a dar al fondo del precipicio, a poco más de dos mil metros de altura. Paisajes impresionantes y únicos. Era contemplar, al mismo tiempo, tanto la majestuosidad de la naturaleza, así como imaginar la destreza que tuvo el hombre para construir esos caminos de terracería, soportando temperaturas infernales de 45 grados a la sombra.

Acompañados de dos extraordinarios anfitriones, la destacada periodista y comunicadora Isabel Ortega, directora general de Suriana Radio XHSCDO – 107.FM y CEPROVYSA. COM, con sede en Tlapa, Guerrero; así como del dinámico y buen amigo licenciado Honorio Cantú, explorar la alta montaña de Guerrero, considerada la zona más pobre y abandonada del país, sin lugar a dudas, ha sido una experiencia fuera de serie e inolvidable en toda mi trayectoria de reportero. Palpar de cerca las paupérrimas condiciones en las que sobrevive esa gente, totalmente abandonados por autoridades estatales y federales … ¡sobreviven de milagro!!, ello se debe, sin temor a equivocarme, a la titánica labor que lleva a cuestas el primer presidente municipal de extracción indígena Gilberto Solano Arreaga, quien hace hasta lo imposible por ofrecerles, a los tlapanecos, mejores condiciones de vida.

Este reportero y su nieto, quedamos totalmente sorprendidos y pasmados, por una parte, observar ese fantástico y majestuoso panorama que ofrece la naturaleza, pero por el otro, no dábamos crédito cómo le ha hecho esa gente humilde para poder sobrevivir ante carencias elementales de agua, alimentos, educación, salud y fuentes de empleo. Calles construidas sobre las faldas de la montaña, pequeños comercios que abastecen artículos de primera necesidad y de la canasta básica. Una población aferrada que demuestra sus ganas de seguir avanzando poco a poco.

A lo Mero Macho, un México de tantos contrastes que, seguramente, el falso “Mesías” que se siente rey viviendo en Palacio Nacional, ni tan siquiera se inmuta por todo lo que le pasa a esta pobre gente que pide auxilio a gritos, a través de Gilberto Solano, un hombre que emergió de su misma comunidad con esa fuerza y deseo de luchar por ellos. ¡Carajo!!, hasta logró convencer a directivos de Fundación Televisa para que, en Tlapa, se construyera un centro CRIT – Teletón, que hoy en día, brinda atención gratuita a miles y miles de niños, no solamente de Tlapa Guerrero, sino de varios estados vecinos.

En esta segunda parte de la amena e interesante conversación con EL UNIVERSAL, el licenciado en Derecho por la Universidad de Guerrero, Gilberto Solano, primer presidente municipal de extracción indígena, sostiene que la pobreza en el ser humano, termina cuando desaparecen sus sentimientos y que saber perder, es la madre de todas las victorias.

Afuera de su humilde casa, ubicada también en las faldas de la montaña y cuando los rayos del sol anuncian la llegada de un nuevo día, comienza un interminable desfile de diversas personas en condición de calle, en busca de un pedazo de pan o algo que el presidente municipal les pueda proporcionar para llevar a sus familias. Observar estas desgarradoras escenas, inevitablemente, se me pone la piel toda chinita, se me hace un nudo en la garganta y los ojos se llenan de lágrima. Con un rostro de alegría, hombres, mujeres y personas de la tercera edad, al recibir un poco de alimento, expresaban a los cuatro vientos “Dios te bendiga Gilberto”.

 

Antes de iniciar la conversación, le cuestiono al licenciado Gilberto Solano ¿Cómo le hace para ayudar a tanta y tanta gente?, con humildad, me dice: “Don Edmundo, Dios nos provee para ayudar con poquito a toda esta gente. Gracias al apoyo de algunos empresarios, comerciantes y locatarios del mercado municipal, quienes nos apoyan con víveres. Pero nada es gratis, a esa gente les pedimos que nos ayuden a barrer y conservar limpio nuestro municipio. Ellos mismos se han encargado de vigilar cuando ven algo que afecte el orden y la paz de Tlapa”.

-¿Cómo era Tlapa en su etapa infantil?

-Casi no había casas, en esta casa en la que estamos ahorita, era una de las primeras que se había construido con materiales y pertenecía a mi tío Erasmo Mateos, todas las demás, eran de adobe y madera…

– ¿Qué tenía de especial don Erasmo que logró construir con materiales? ¿Era de los ricos?

– ¡Para nada!!, don Erasmo Mateos, mi tío abuelo, fue galardonado por 50 años de servicio dentro del magisterio. En esta misma casa, vivieron mi papá y todos mis demás tíos. Era un hombre muy querido en Tlapa, tan es así, que se registró para ser presidente municipal por el Partido Social de los Trabajadores. Me cuentan que su hijo le decía: “Papá, la estás regando, ¿para qué diablos te inscribes para ser candidato a presidente municipal?… ¡No jefe, no la riegues tan gacho!!  Ese partido es muy chiquito y nunca vas a ganar…”

– ¿…Y cuál fue la respuesta de don Erasmo?

-Le decía: “Hijo, agradece que tuve el valor de inscribirme y la decisión de intentar ser candidato. No ganaré, pero algún día, no sé cuándo ni cómo, pero un hijo de la alta montaña llegará a ser presidente de Tlapa”

– ¿Quién le contó esta increíble historia?

-Un hijo de don Erasmo que actualmente vive en Puebla, tuvo la oportunidad de venir a Tlapa y quiso compartir conmigo esa anécdota que su papá le había contado. Todo emocionado me decía: “Gilberto, te aseguro que, si mi papá viviera, estaría muy orgulloso que un Me´phal, de su pueblo, esté convertido en el primer presidente municipal indígena del país y que la gente lo adora por ser tan humano”

-Cuando se venía caminando desde Moyotepec para Tlapa, ¿qué pasaba por su mente?

– ¡Uff!!, era casi un niño. Recuerdo que me topé con una enorme piedra que se conoce como “la piedra de la escalera”, la misma que labraban para hacer escaleras de piedra. Bueno, te contaba que iba acompañado por mi abuelo y me decía: “Gil, no voltees hacia atrás”

– ¿Por qué?

-Era pavoroso, estábamos en la parte más alta de la montaña, no había caminos ni nada… ¡Íbamos caminando sobre el borde del abismo!! Se me ocurre voltear un segundo y sentí la adrenalina cómo recorría todo mi cuerpo, si me caía, no quedaría nada de mí.

– ¿El camino hacia un pueblo fantasma?

– ¡Ni más ni menos!!, así era el único camino para llegar a Tlapa. Déjame decirte que la primera comunidad de Tlapa se llama La Villa. Una y otra vez, las palabras de mi abuelo me taladraban mi mente… ¡No voltees hacia atrás!!…

– ¿Camina siempre hacia adelante?

-Las sabias palabras de mi abuelo, no solamente me mantenían alerta al caminar al borde del abismo, sino que había una profundidad en cada una de sus palabras, es decir, me enseñaban a no desistir en mis objetivos y metas de vida.

– ¿Cómo le hacían niños y adolescentes de Tlapa para cargar y soportar esa terrible miseria?

-Lo ha dicho usted a la perfección, era una carga de ilusiones que no iban con una muy, pero muy cruda realidad para salir avante, por supuesto, totalmente opuesta a nuestra realidad de niños y adolescentes… ¡Uff!!, nuestra imaginación infantil se quedaba muy corta ante ese triste y perverso panorama…

– ¿Ni que decir de la ilusión de un niño por recibir regalos de los Reyes Magos?

-Los Reyes Magos no existían para nosotros… ¡de ese tamaño era nuestra pobreza!!

– ¿Cómo era un diciembre en la alta montaña?

-Solamente nos hablaban acerca del nacimiento del Niño Dios…

– ¿Ni una triste piñata?

-No eran piñatas como tal, sino que, simplemente, colgaban una olla de barro y la rellenaban con chayotes y papas… ¡No había para más!!

– ¡Que triste!!

-Recuerdo que, una vez, era tanto nuestro deseo de los niños por romper una piñata, que alguien puso un panal de abejas dentro de la olla, y con eso, jamás volvimos a romper una de “nuestras piñatas”.

– ¡Que malos…!!

-Pues ni tanto eh…

-No me diga que… ¿Jodidos pero contentos?

-A la pobreza… ¡hasta le bailábamos!! -En ese justo momento, en el patio en donde llevábamos a cabo la entrevista, hace acto de presencia física su abuelito, en un acto, por demás de respeto, caballerosidad y educación, se levanta de su silla y acude a darle un amoroso beso en su mano- A su regreso, le pregunto…

– ¿No siempre es tan malo perder?

-No, la verdad es que no.

– ¿Qué es perder?

– ¡Qué buena pregunta!! Sin lugar a dudas… ¡Perder, es la madre de todas las victorias!!, es decir, si no pierdes…

-A lo Mero Macho ¿Lo dice por experiencia propia?

– ¡A lo Mero Macho!! Lo he aprendido desde que decidí meterme al mundo de la política y hasta en el aspecto personal… Perdí a mi bisabuelo y también muere mi madre…

– ¿Golpes que da la vida?

-Son duros cimientos de la vida para que aprendas a proteger lo que existe, lo que se tiene y hasta para soñar hacia adelante…

– ¿Sufrir para merecer, no es un tanto masoquista?

-Nada es fácil en la vida, eso te ayuda para que te pongas las pilas y sueñes seguir adelante.

– ¿Cómo fue ese primer par de zapatos que utilizó?

-Como te decía, las condiciones económicas de mi casa eran paupérrimas. Mi primer par de zapatos, fue gracias a que, me pusieron que le escribiera una carta al Niño Dios y la pusiera dentro de mis huaraches todos rotos.

– ¿La fe mueve montañas?

-Yo estaba más preocupado porque al niño Dios le iba a dar vergüenza ver mis huaraches totalmente rotos, es más, antes de irme acostar, los lavé perfectamente para que no olieran a patas y al Niño Dios no le causara molestias en su nariz.

– ¿Y qué sucedió a la mañana siguiente?

-Esta casa, era un enorme terreno baldío. Muy tempranito veía a otros niños jugando con carritos de madera y pistolitas de plástico. Voy corriendo hasta donde le había dejado mis huaraches con la carta al Niño Dios… ¡Oh sorpresa!!…

– ¿Qué le había pedido en la carta al Niño Dios?

-Solamente una pelota, pero ni la carta ni mis huaraches estaban…

– ¿Qué fue lo que sucedió?

-Me fui llorando hasta en donde estaba mi mamá y le dije que me había quedado sin mis huaraches que habían desaparecido. Mi mamá me abrazó y me dijo: “Hijo de mi vida, es por eso que tienes que estudiar, no esperes nada, pero absolutamente nada que te caiga del cielo” -La sensibilidad de mi entrevistado, de nueva cuenta, se hace presente. Entre sollozos, me dice-: “Discúlpeme don Edmundo, son cosas muy fuertes para mí, recuerdos que me pegan muy duro. Muchas gracias por tocar esas fibras tan sensibles que me llevan a vivir esa etapa”

– ¿Usar huaraches y su lengua materna, eran motivo de discriminación?

– ¡Por supuesto!! No sabía hablar español…

– ¿Cómo lo aprendió?

-Tarareando la canción “Vive”, de José María Napoleón, me dice-: “Escuchando las canciones de Napoleón fue como aprendí hablar el español, dado que mi lengua materna era el Me´pha -Tlapaneco- De nueva cuenta, me pide hacer una pequeña pausa. Bebe un poco de agua, respira despacio y profundamente. Se lleva las palmas de sus manos y se limpia las lágrimas que afloran en sus ojos- “Va decir usted que soy un chillón, pero son cosas del corazón que no puedo ocultar”

– ¿Cómo logró superar esa discriminación?

-La sufrí desde que estuve en la primaria. Cuando mis compañeritos me escuchaban hablar en lengua materna, el tlapaneco, de inmediato, me gritaban: “Cállate el hocico pinche indio”

– ¡Qué fuerte!!…

-No sabía hablar español. Me acuerdo que una vez que habíamos salido al recreo, había una señora que vendía tortas y sándwiches, yo pensaba que esos alimentos nos los regalaban a los niños y como ella no entendía ni lengua materna, tomé una torta, por poco y me matan a golpes.

– ¿Le costó mucho aprender el español?

-Como te comentaba, lo aprendí escuchando las canciones de Napoleón. También recuerdo cuando los mayores escuchaban a los demás niños hablar a la perfección el español, luego, luego decían, “Este chamaquito salió muy vivaracho, seguramente, será gobernador del estado”. Mientras que, a mí, me veían con cierto desprecio y me insultaban… ¡indio asqueroso!!

– ¿Una aberrante desigualdad social?

-Creo que es parte de la propia naturaleza del hombre, es decir, se esfuerza al máximo por menospreciar a los que menos tienen.

-Con el respeto que me merece ¿Había un complejo de inferioridad en usted?

-Creo que era algo que te arraigaba… ¿no? Pero hay cosas, que, con toda la fuerza y firmeza, te obligan seguir adelante y despertar tu mente a pasos agigantados

– ¿Se refugiaba en su interior para llorar su tristeza detrás de los árboles?

-Cuando te toca perder, creo que es la madre de todas las batallas. Lo único que recuerdo es que lloraba abrazado de mi papá y no detrás de los árboles.

– ¿Los hombres no deben llorar?

-Eso, lo tienen muy acendrado los machistas. Con lágrimas en los ojos, le decía mi papá que ya no quería ir a la escuela por esa discriminación que vivía a diario. Mi papá cuando escuchó eso, su rección fue darme un manazo en la cabeza y me dijo… “No seas pendejo. ¿acaso quieres ser igual de ignorante que yo? Te chingas porque no quiero que seas igual que yo”

– ¿Cuál fue su reacción al escuchar a su papá?

-Ahí desperté totalmente, como que me había caído “el veinte” Me quedaba muy claro que mi papá no quería que fuera como él.

– ¿De dónde sacó esa fuerza para seguir adelante?

-En que la gente ya no se burlara de mí, aprendí a no voltear hacia atrás, sino, siempre, ir hacia adelante.

– ¿Ser indígena y pobre, es un delito?

– ¡Uff, vaya pregunta!! No… creo que no, al contrario, ser integrante de una comunidad indígena es una gran riqueza.

– ¿Quién posee mayores sentimientos y amor propio, el indígena pobre o quien se dicen ser de la clase alta?

-La pobreza se termina en el ser humano cuando desaparecen sus sentimientos. El acomodado o rico camina por encima de quien deba caminar para destruir su dignidad

– ¿De qué demonios sirve poseer enormes fortunas si en el fondo del alma existe una terrible pobreza?

-Si me lo permite, le voy a robar su frase, esa no me la sabía.

¿A partir de ahí, cambio su vida escolar?

-Me acuerdo de mi querida maestra Lupita Salmerón quien me “domesticó” si, así, le puedo llamar. Bueno, pues esta adorable maestra, jamás me dijo grosería alguna para que comprendiera las cosas en español, me tuvo una inmensa paciencia. Nunca me dijo algo así como “chingado ni cabrón escuincle” Me abrazaba y me decía “Si aprendes decir groserías en español, elimina una al día, después, dos a la semana, y así consecutivamente hasta que las elimines de tu vocabulario. Esos son los ciudadanos que necesita Tlapa, y tú, eres uno de ellos”

– ¿El dinero es tan cabrón y poderoso que cambia a la gente?         

– ¡Qué buena pregunta!! El dinero, no es más que un poder muy pobre en la mente de la gente vacía de valores…

– ¿…Por qué…?

-Porque se da en con esa falsa idea de superioridad, pero a final de cuentas, resultan más pobres y tan miserables en su integridad como personas. Podrán ir a bordo de un carro de lujo, pero llevan un corazón tan miserable que los mantiene de luto permanentemente

– ¿Simples carruajes vacíos?

– ¡Exacto!! Bueno, pasemos a cosas más satisfactorias, afortunadamente, concluí la primaria en la Escuela Ignacio Manuel Altamirano…

– ¿Era un niño aplicado o medio “burrito”?

-Solamente reprobé el cuarto año…

– ¿Cómo le fue con sus papás cuando supieron había reprobado?    

– ¡Uff!!, con mi mamá me fue como en feria, me regaño muchísimo.

– ¿Su papá le volvió a pegar con las varas de durazno?

-No, ya no. Solamente me dijo que, si ya no quería estudiar, me fuera con él a trabajar en el campo. A partir de ahí, los tres meses que teníamos de vacaciones, me apretaron los tornillos y tenía que irme con él al campo. Desde las cinco de la mañana a las siete de la noche…

– ¿Le gustaba?

-No, la verdad es que no, eran unas friegas espantosas…

– ¿El pan ajeno hace al hijo bueno?

-Je, je je… Qué le puedo decir… ¡Híjole!!, me hace preguntas que me siento estar frente al sicólogo. No tenía más que escoger, solamente eran dos caminos qué elegir. Total, me puse las pilas y hasta noté que había dado un buen despegue a mi persona, hasta me ofrecieron ser integrante de la banda de guerra…

– ¿Su sueño siempre fue haber sido militar…?

-No le digo don Edmundo, me dice cosas que ni siquiera le mencionado. En efecto, siempre anhele llegar a ser militar…

– ¿Es por eso que siempre utiliza una camisa de color verde…?

– ¡Que observador es usted! Más adelante, le comento porque mi preferencia en usar camisas color verde y el significado que tienen para mí

– ¿Por qué le atraía tanto el tema de pertenecer al ejército?

-Porque siempre he admirado muchísimo a Vicente Guerrero. Me gustaba tanto la banda de guerra y todo lo relacionado al ámbito militar. Estando en la secundaria también ingresé a la banda de guerra. Por cierto, en esa época vinieron a inaugurar el Centro Regional del DIF en Tlapa, me acuerdo que el entonces presidente de la República Carlos Salinas, llegó en helicóptero a Tlapa y me tocó ir a tocarle “la diana” cada vez que hiciera uso de la palabra

– ¿Estuvo cerca de él?

-No solamente eso, sino que me dio un apretón de manos y me saludo con una sonrisa.

– ¿Qué sintió poder saludar al entonces presidente de la República?

-No sé si fue una energía especial, pero hasta mi abuelo me decía que tenía que saludar más seguido a los hombres del poder, poque me transmitirían una energía especial para mi desarrollo personal. Yo mismo me decía por dentro: “Gilberto, saludaste al presidente de la República, eso, tiene un especial significado para ti y vas a llegar muy lejos”

– ¿Ahí comenzó a decretar que se convertiría en presidente municipal de Tlapa?

-No precisamente, pero sí, que iba a ser alguien en la vida. A partir de ahí, a cada instante, me remachaba en la mente… ¡Algún día tienes que llegar a ser alguien en la vida!!

– ¿Y luego?

-En secundaria me gustaba mucho participar con poesías y oratoria…

– ¿Se acababan los tropiezos escolares?

-Te puedo decir que mi única travesía de reprobar, fue solamente en la primaria, a partir de ahí, jamás reprobé ni una sola materia.

– ¿Se había convertido en auténtico “matadito” o en un “nerd”

-Ni matadito ni nerd. Era un alumno regular que sacaba sietes, ochos y hasta dieces de calificación.

-Dentro de esa terrible pobreza perversa que vivía, ¿alguna vez se fue de pinta con sus amigos adolescentes?

-No, además, estábamos en lo más alto de la montaña ni para donde ir.

– ¿Tremendo con las niñas?

– ¡No, tampoco!!, a mis 14 años de edad, me imaginaba que si tocaba la mano de una muchacha… ¡iba a quedar embarazada!! Ja, ja, ja. De ese tamaño era mi inocencia. Asimismo, mis tíos y padres me traían completamente restringido en todo, ni amigos viciosos ni fumar, vamos… ¡nada!!

– ¿Qué deporte practicaba?

-El básquetbol…

– ¿Qué quería ser de grande?

-Traía muy clavado el “sueño americano” Me quería ir de “mojado” a los Estados Unidos…

– ¿A lo mero macho, se quería ir de “mojado”?

– ¡Sí!!, afortunadamente, uno de mis tíos me salvó de esa inquietud… ¡uff!!, me había dejado llevar por los demás jóvenes de Tlapa que se iban de braceros a Estados Unidos

– ¿Era para ustedes, la única forma de sobrevivencia en su raquítico entorno?

– ¡Exactamente!!, era la única salida para seguir vivos. Me acuerdo que cada diciembre regresaban los paisanos con relojes lujosos, aparatos eléctricos carísimos, cadenas de oro, carros último modelo. Es por eso que me quería ir a Estados Unidos. Dentro de ese tema, mi tío me contó que, él, iba a ser licenciado, pero por falta de dinero no pudo realizar su sueño. “Gilberto, cumple el sueño de toda la familia para que seas el único de la familia profesionista y titulado”

– ¿Qué carrera quería seguir usted?

-Primero, la prepa en el CBTIS…

– ¿Siempre estuvo seguro de ser abogado?

-Si, fíjate que si…

– ¿Por qué? ¿Para hacerse rico?

-Ja, ja, ja… ¿Hacerme rico como abogado? ¡No manches!! Quería ser abogado porque veía todas las injusticias que había y siguen existiendo aquí en Tlapa.

– ¿Y en dónde quedó su atracción por lo militar?

-Como teníamos un familiar que era militar, quien falleció en la Ciudad de México, mi familia se opuso rotundamente para que yo fuera militar. Me apoyaron completamente para que estudiara leyes, o bien, que fuera maestro normalista para quedarme con la plaza que tenía mi papá

– ¿Cómo fue su paso en la prepa?

-Estuve haciendo la prepa en el Centro de Estudios de Bachillerato de Guerrero -Cebach- Me acuerdo que teníamos un maestro que se había ido a preparar a España, un hombre muy talentoso y capaz. Con él, hicimos una obra de teatro “Cuauhtémoc, El Último Emperador”, y me tocó interpretar el papel estelar de Cuauhtémoc. Me aprendí un librito sobre su historia, participamos en un concurso estatal de teatro estudiantil y logramos sacar el primer lugar

– ¿Se fraguaba en Gilberto Solano, un auténtico líder?

-No lo sé, pero estoy seguro que sí.

– ¿Por qué le daba miedo…? Ahorita sucede exactamente lo mismo, no se quiere reelegir, pero ese, es otro tema…

– ¡Vaya que usted es directo…!! Con respecto a mi posible reelección como presidente municipal, obedece a muchos obstáculos que se han presentado, pero al mismo tiempo, alguien lo tiene que hacer… ¿Le parece que ese tema lo abordemos más adelante?

– ¿Qué sucede al terminar la prepa?

-Mi tío me llevó a Chilpancingo para ingresar a la universidad y estudiar la carrera de Derecho…

– ¿Le dolía abandonar el cordón umbilical familiar?

-Sí, a lo mero macho es que si…

-Le voy a cobrar derechos de autor eehh…

-Mejor le invito un mezcal y quedamos a mano… ja, ja, ja. Mi madre se quedaba sola en Sontecomapan, así es que tomé la decisión de ir por ella y que se quedara aquí en Tlapa con mis hermanas, que también se habían ido para Chilapa. ¡Puff!!, mi familia se estaba desintegrando. Mi mamá, por fin, comprendió que debería irme a estudiar una carrera.

– ¿Arregló su equipaje para marcharse…?  

-Mi equipaje… ¡era una caja de cartón de aceite 1,2,3 y dos mudas de ropa y…

– ¿Un petate para dormir…?

-Me daba pena decirlo…

-Pena es robar y que le caigan en la movida… ¿Me está chamaqueando al decirme eso?         

-No, pero mi condición era muy, pero muy pobre. Bueno, ahí me tiene con mi petate en la espalda y caminando por la plaza principal de Chilpancingo. Al pasar frente a la estatua de José María Morelos le preguntaba mi tío quién demonios era ese señor… Mi tío me explicaba un poco de historia de lo que había leído. Asimismo, me contó que, en la Iglesia de la Asunción de Chilpancingo, fue en donde José María Morelos dio a conocer Los Sentimientos de la Nación.

– Con petate en la espalda, ¿qué sintió pasar frente al palacio de gobierno y municipal?

-Los relatos de mi tío me ilustraban en donde despachaba el gobernador del estado y el presidente municipal, respectivamente. Le volví a preguntar… ¡Oiga tío, ¿quién es el gobernador del estado?

– ¿Qué le respondía?

– ¡Cabrón muchacho, ya deja de hacer tantas pinches preguntas!! A eso vienes a estudiar aquí a la universidad, si te pones chingón, un día, vas a estar ahí. Así es que te pones a estudiar a fondo. Mi tío era un hombre tremendamente duro. “Gilberto, si te caes y te manchas las rodillas, párate y sigue corriendo. No hay tiempo en la vida que alcance ni para sobarse. Cabrón Gilberto tienes que echarle muchas ganas”

-Bueno, lo fogueó para que no decayera su ánimo…

-Pues sí, me empoderó muy rápido. “Me caga la gente güeva”, me decía una y otra vez.

– ¿Cómo le fue en la universidad?

-Don Edmundo, fue el primer y único 3 de calificación que me saqué en toda mi vida…

– ¿En qué materia?

-Derecho…

– ¿Pensó tirar la toalla porque no daba una?

-Me dije por dentro: “Dios mío, es una vergüenza lo que estoy haciendo. La estoy regando gacho” Si, la verdad es que sí pensé tirar la toalla. Me acobardé al pensar qué demonios le iba a decir a mi familia en Tlapa, que había fracasado en mi intento de ser un destacado estudiante y un buen abogado”

– ¿A lo mero macho, pensaba que no la iba hacer?

-Sí, para qué le digo que no. Me llené de pavor…

– ¿En dónde vivía?

-En la casa del estudiante en Chilpancingo. Estando en la Facultad de Derecho, un querido maestro Camilo, que era de Perú, me dijo: “Lo que pasa, es que ustedes los pinches indígenas tienen mucha complejidad de ser pendejos. Pero aquí, en la facultad, te tienes que poner cabrón, porque el más fuerte se come al más débil. Estoy seguro que de donde vienes, eso no te lo enseñaron en tu pinche escuela. No sabes leer ni mucho menos, cómo saber estudiar. Agarra un libro… ¿Sabes lo que es una introducción? ¿Sabes lo que significan los índices? Si no sabes nada de eso, pues eso, es lo que tienes que aprender cabrón chamaco. Debes aprender a interpretar un libro. Esa es la integridad y el rostro de un libro. No se trata nada más de sacar tu pinche libretita y ya”

– ¡Qué fuerte!!

-Yo nada más lo escuchaba y me di a la tarea de empezar a descifrar cada uno de mis libros, el prólogo, su contenido y al autor, etcétera, etcétera.

-Nadie es perfecto…

-Todavía, el maestro originario de Chilapa, Víctor Fuerte, me decía: “Si eres medio pendejo para le escuela, ponte a leer un libro en voz alta y si no se te pega nada, ponte a escribir lo que no se te grabe o lo que no entiendas” Así fue como le hice para poder salir adelante. A partir de entonces mis calificaciones subieron notablemente y como por arte de magia, de siete para arriba.

– ¿Cuál fue su promedio final en toda la carrera?

-De 8.5

– ¿Cómo se vivía un día en la casa del estudiante en Chilpancingo?

-Muy difícil, por cierto, era una peste nauseabunda por el penetrante olor de pies de los demás compañeros. Vivir ahí, era una verdadera revolución interna. No existía ningún tipo de orden, era todos contra todos.

– ¿Una auténtica ley de la selva?

-Indudablemente, no me gustó para nada. Era una muy reñida sobrevivencia. Pero también, nos cansaba mucho asistir a los mítines políticos. Había un muchacho de quien no quiero decir su nombre que nos llevaba…

– ¡No le saque…!!

-No es que la saque, pero no tiene caso en este momento…

-Entonces, para que me lo dice…

-Quizás, algún día lo voy a decir, pero no ahorita. Este muchacho nos llevaba a los mítines…

– ¿Aceptaba asistir porque le daban su torta y refresco?

– ¡Exacto!! Como estudiante, no tenía ni para comer, con ese refrigerio que nos daban los mítines de fin de semana, como que mitigaba el hambre. En la casa del estudiante nos daba servicio de lunes a viernes. Me acuerdo que frente de la facultad de Derecho había una pequeña fonda que se llamaba “Las Medias”, destinada para el estudiante muy pobre. Yo decía que, quien no conoció “Las Medias” de Chilpancingo, no fue estudiante.

 

-Continuará-

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