¿Llegará Judas al Zócalo en Esta  Semana Santa que Destila Sangre?

 

NIDIA MARIN

 

Y las corretizas de Judas amenazan con trasladarse al Zócalo…

Los mexicanos no la perdonan. Sí, no condonan que la Semana Santa transcurra en México y su capital amenazada por los criminales… sin que pase nada… como en Sinaloa… o en Chiapas… o en Guerrero… o en Michoacán… o en el más pequeño pueblo o ranchería.

Se espera que antes del “Sábado de Gloria” las afamadas “revolquizas del Judas” ocurran no sólo en Cuajimalpa, sino que se extiendan a toda la Ciudad de México y al país, a lo mejor hasta convertidos en delitos camuflados por los delincuentes, en cuyo lenguaje sólo existe dejar títeres sin cabeza.

Otrora respetada por tirios y troyanos -¡pero ninguneada desde que llegó al poder la religión evangélica!-, hoy la Semana Mayor sigue cubierta de sangre en el país donde las persecuciones están fuera de control perpetuamente, pero también en los “días de guardar”.

Y los mexicanos, recubiertos con el velo de la religión, acuden a las ceremonias populares que se llevan a cabo contra viento y marea. Lo mismo en la capital del país que en diversos puntos de la República Mexicana.

Con ello la fuerza de la religión católica se exhibe en este gran país de contrastes, lo mismo entre indígenas que entre mestizos (mezcla con españoles, árabes, chinos, japoneses), afrodescendientes, eurodescendientes y demás.

Dentro de esa realidad, en nuestra metrópoli, por ejemplo, hay gran afluencia a las ceremonias religiosas. Como son las procesiones Del Silencio en las alcaldías Benito Juárez, Iztapalapa, Xochimilco, Cuajimalpa, en ésta última con la Revolcada de Judas y la procesión de La Resurrección. También la quema de “shimos” o judas, en Santa Rosa Xochiac, Álvaro Obregón; el Viacrucis, en San Francisco Culhuacán o la quema de Iscariotes en el Pedregal de Santo Domingo, ambos en Coyoacán.

Hay más: la procesión del Silencio y la Visita de las Siete Casas, en Xochimilco; la Procesión del Silencio, en Benito Juárez; y la Crucificción, en Cuautepec, Gustavo A. Madero; y en el Cerro del Judío, de San Bernabé Ocotepec y en la misma alcaldía, el Viacrucis. En San Pablo Oztotepec, Milpa Alta, también se celebra.

Otras más son conmemoraciones en el Barrio de la Conchita y Barrio Norte, Álvaro Obregón; Peñón de los Baños, en Venustiano Carranza) y Santiago Zapotitlán, en  Tláhuac, además desde luego de las grandes ceremonias en el Zócalo.

Más allá, en otras partes de la República hay eventos: Chihuahua, con los Rarámuris y la quema del Judas mestizo; Guanajuato y la “Judea”; Taxco y sus encapuchados golpeándose con varas de espinas; Querétaro, en la procesión del silencio y Michoacán, con las procesiones de cristos en Pátzcuaro y Tlalpujahua; la liberación de Barrabás, en Huetamo; el Viacrucis a las faldas del Paricutín, la Procesión de Los Penitentes, de Tzintzuntzan y la Procesión del Silencio, en Morelia.

Está en marcha pues la Semana Santa de 2024, una vez transcurridos el “Domingo de Ramos” con la entrada triunfal a Jerusalén y el “Lunes de la Autoridad” (cuando Jesucristo les de una patada a los comerciantes judíos) pasamos por el “Martes de Controversia” momento en que los líderes religiosos y ancianos criticaron al Mesías por hacer milagros.

Seguimos con el “Miércoles del Espía”, sí del Judas traidor entre los discípulos, personajes que en la actualidad abundan en todos los países del mundo y que en México se pintan de diversos colores partidistas y sobre todo de “chairos” de color guinda.

A continuación, el “Jueves Santo”, la inolvidable “Ultima Cena” y el lavatorio de pies a los discípulos, para rematar en estos tiempos del siglo XXI en México, con la Hora Santa, rito que recuerda la agonía, oración en el verde Getsemaní y el encarcelamiento de Jesús.

Y llega “el Viacrucis”. Sí, el “Viernes Santo” con la procesión, las 14 estaciones, el sufrimiento de Cristo antes de llegar al Calvario, donde será crucificado y muerto.

Muy cerca del final se llevan a cabo las quemas de Judas en toda la República Mexicana.

Tras los siete días de reflexión en tiempos tan aciagos, es gratificante recordar la canción “La Saeta”, de Juan Manuel Serrat:

“Oh, oh, la saeta al cantar / Al Cristo de los gitanos’/
Siempre con sangre en las manos / Siempre por desenclavar”.

También:

“Cantar de la tierra mía / Que echa flores / Al Jesús de la Agonía / Y es la fe / De mis mayores”

Y lo mejor:

“Oh, no eres tú mi cantar / No puedo cantar, ni quiero / A ese Jesús del madero / Sino al que anduvo en la mar”.

Hoy en México estamos en una de las semanas más difíciles, sangrientas y dolorosas que hemos vivido los mexicanos en los últimos treinta años.

 

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