Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Durante décadas, México ha sido un país ejemplar en materias como el apoyo a quienes en sus naciones sufren una tragedia: inundaciones, tsunamis, terremotos, etcétera y, por su puesto, en el asilo a miles de ciudadanos provenientes lo mismo de España que de Chile o Argentina.
Cuando las dictaduras franquista, pinochetista o videlista, quien encabezó la junta militar, México abrió las puertas para recibir a quien temía por su vida. Fueron miles de familias las que encontraron en el nuestro abrigo y esperanza de, algún día, regresar a su tierra.
Ciertamente la reciprocidad en cuanto a ayudas por el terremoto, por ejemplo, de 1985 o los de la década pasado, México también recibió apoyo de países lejanos y cercanos. Las crisis por la destrucción causada, aún no se superan y el ejemplo más claro son las víctimas del terremoto del 19 de septiembre de 2017, quienes, a 7 años del evento, todavía mendigan la atención de las autoridades del Gobierno de la Ciudad de México que cuenta con recursos para reparar sus viviendas o apoyarlos para el pago de rentas o/o servicios.
La comunidad internacional ha sido y es generosa con México cuando ocurren eventos como los mencionados. Una forma de ser recíprocos.
En donde la puerta torció el rabo -expresión de las abuelas cuando algo salía mal o disgustaba- es en los anuncios presidenciales para apoyar a los migrantes venezolanos deportados de Estado Unidos por haber ingresado de manera ilegal o por no pasar los trámites que les permiten quedarse en tierra que hace 150 años fueron mexicanas.
Anunciar públicamente que se firmó un acuerdo con el gobierno de Venezuela para que México respalde a sus connacionales con 110 dólares mensuales y que puedan encontrar trabajo en alguna de las 10 mil plazas que ofertan Bimbo y Femsa, pareciera un despropósito. No por la cantidad de dinero o de los costos que representen sus estancias en el país, como alimentos, albergues en dónde pernoctar y atención médica si la requieren, sino porque la opacidad con la cual se operar el apoyo merece el cuestionamiento. De entrada, saber de dónde salen los recursos para donarlos y mostrar la generosidad y solidaridad del presidente de la República, no del pueblo, ojo con la diferencia, sería sano.
Preocupante que 48 horas después del primer anuncio se produzca otro en el que se confirma que el respaldo a venezolanos se extenderá a colombianos y ecuatorianos y, probablemente, a hondureños y salvadoreños.
La suma que resulte de los apoyos, lleve a una pregunta: ¿por qué no les otorga a los mexicanos que son deportados y regresan con una mano atrás y otra adelante?
A vola paso, se observa que los respaldos son para nacionales de países cuyos presidentes son “amigos personales” del mexicano. Nicolás Maduro, Gustavo Petro, Daniel Noboa, Xiomara Castro y Nayib Bukele –a quien México le donó presuntamente 30 millones de dólares- y seguramente sumará al nuevo mandatario de Guatemala, Bernardo Arévalo. Y en una de esas hasta Miguel Díaz-Canel y Daniel Ortega aparecen en la lista de beneficiarios…
Todos son, supuestamente, de izquierda.
¿Tiene algo que ver con la sucesión presidencial de México?
No pierda de vista los temores presidenciales y apúntelo para no olvidar.
Y de colofón hay que decir que no se trata de negar la ayuda a quienes tienen menos que nosotros -país- sino de que la que se otorgue se transparente y no se ampare en la “ley de seguridad nacional”, como la oropelescas obras en construcción que, por cierto, se descarrilan.
De lo contrario, se ratificará que regala lo que no es suyo. Es decir, saluda con sombrero ajeno.
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