NIDIA MARIN
¡Extra! ¡Extra! Hay una confrontación renovada en México en contra de la ciencia y los científicos.
Sí, antes de partir -sí Dios ayuda a los mexicanos a su rancho-, el actual mandamás del país envió un decreto a principios de este mes para desaparecer a la Comisión Nacional Para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
De acuerdo con el proyecto de decreto del gobierno federal, la institución creada en 1992 durante el mandato de Carlos Salinas de Gortari, debe desaparecer para que sea una unidad coordinadora de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat) la que se encargue.
Jamás sería lo mismo. Gobiernos anteriores consideraron que la Conabio era una “institución que genera inteligencia sobre nuestro capital natural; sirve de puente entre la academia, el gobierno y la sociedad; promueve que la conservación y manejo de la biodiversidad se base en acciones realizadas por la población local, la cual debe ser un actor central en ese proceso”.
Pero ya no lo será si se sale con la suya el principal quebranta-normas actual, quien otorga todo su apoyo a la odiada bióloga María Elena Álvarez-Buylla.
¡Y ante tal retroceso burocrático, claro que en la UNAM se indignaron!
Desde la propia rectoría se lamentó el decreto, por considerar que de aplicarse sería un obstáculo para el cuidado de la riqueza medioambiental del país.
En una carta enviada al titular de la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria, el rector Leonardo Lomelí Vanegas hizo notar la importancia de la biodiversidad como “capital natural”, así como lo fundamental de su preservación para el desarrollo sostenible de México.
También aludió a que las instituciones, que denominó “transversales”, como la Conabio, desempeñan un papel fundamental para conservarla “garantizando la continuidad de su labor más allá de los cambios políticos”.
¿Por qué continuar con la destrucción si ya se va?
Pareciera que los desconocimientos exhiben la pequeñez intelectual de varios personajes actualmente en el candelero político del país.
Gracias a la Conabio (via la Gaceta de la UNAM) nos enteramos que en nuestra megalópolis, incluida la Ciudad de México y parte de los estados de México, Hidalgo, Morelos, Puebla y Tlaxcala (donde radican 35 millones de habitantes) cuenta con invaluables sobrevivientes.
No, no son narcos, ni policías, sino 129 especies de anfibios (que representan 33 por ciento de las que hay en el país y 41 por ciento están amenazadas), 252 de reptiles (25% de la nación y 8% amenazadas), 190 de mamíferos (34% del país y 7% amenazadas) y 446 aves (39% de la nación y 3% amenazadas)”.
Y aunque en el recuento no se tomó en cuenta al animal de palacio (me refiero al gato-héroe sobreviviente a varios presidentes), es justo señalar que la obra de destrucción de instituciones realizada durante el actual sexenio que, afortunadamente, está por concluir, acabará con toda la investigación realizada por la Conabio.
AUN TENEMOS DE QUÉ
SENTIRNOS ORGULLOSOS
Gracias a Leopoldo Vázquez Reyes, profesor de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, supimos que, por ejemplo, sólo la Ciudad de México en una superficie territorial de casi 60 por ciento tiene bosques, matorrales, humedales y zonas agrícolas.
Además, que el sur de la capital del país es el mayormente favorecido por la naturaleza. También que las alcaldías afortunadas son: Álvaro Obregón, Magdalena Contreras, Milpa Alta, Tláhuac, Tlalpan y Xochimilco.
No sólo esto, sino que el profesor mencionó la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, ubicada en Coyoacán, (dentro de Ciudad Universitaria).
El especialista lo dijo en una conferencia efectuada el año pasado (dada a conocer por la Gaceta UNAM, por Patricia López Suárez).
Y para que usted sepa lo que hay que preservar y donde está, le diremos lo que dijo el maestro: “…la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (extensión de roca volcánica del Xitle que resguarda 237 hectáreas de matorral xerófilo de palo loco), el Área de Protección de Recursos Naturales Lago de Texcoco (un humedal de 10 mil hectáreas y sitio clave de reproducción, alimentación y descanso de diversas aves), las Chinampas del Humedal de Xochimilco (asociadas a un método tradicional prehispánico de agricultura en humedales y hogar del ajolote) y el Humedal de la Laguna de Zumpango (uno de los últimos reductos de la Cuenca de México que alberga aves acuáticas que ahí anidan)”.
Esta, pues, es una nueva andanada contra la ciencia en México, proveniente de uno de los seres más retrogradas que han estado el frente del país…
¡Y vaya que los ha habido!