Entre Purépechas y con el Primo  Hermano del Ajolote: el Achoque

 

*Allá, en Michoacán, Cerca del Bello, Pero Agonizante Lago de Pátzcuaro

*Donde Tratan de Salvar a Especies Afectadas Como el Pescado Blanco 

*Tocando un Tema “de Conciencia, no de Partidos”, Como Dijo el Titular de Turismo, Roberto Monroy  

*Preservar al Anfibio fue la Decisión Tomada Junto a la Universidad Michoacana

*Los Achoques, Similares a Pequeñas Serpientes son Curativos del Sistema Inmune

*Pero su Resbaladizo y Gelatinoso Cuerpo en Forma de Pequeña Serpiente se Desliza

*Esta, que Pareciera una Salamandra se Mantiene por 15 Años Comiendo “Piojo del Lago” 

*“La Licenciada Cosita” es la Encargada de dar Todas las Explicaciones

*Y en Erongarícuaro un Observando el Trabajo de los Mascareros de Tócuaro

*Sí, en la Reciente XII Edición de ATMEX, Turismo de Aventura 

SUSANA VEGA LÓPEZ

PÁTZCUARO, Mich.- “Chuspata” y “achoque” son dos palabras que poco se conocen; la primera es una planta que usan artesanos para elaborar figuras varias; la segunda, un anfibio en peligro de extinción que los purépechas utilizan en la medicina tradicional, además de servirlo en sus mesas por las propiedades que, dicen, tiene para el alivio de algunas enfermedades.

Nos encontramos en la casita de la familia Hernández donde los integrantes trabajan con la chuspata, una planta que los lugareños recogen de la orilla del lago de Pátzcuaro para realizar artesanías únicas, irrepetibles porque en cada una dejan una parte de su corazón, de sus sentimientos, de sus sueños de vender los productos que elaboran.

Forman figuras como: cerditos, toritos, caballos, venados, gallos, alacranes… lo que les dé la imaginación. Don Rubén y su hija son artesanos que amablemente nos reciben en su hogar para mostrar su trabajo porque quieren que se conozca; que la gente les compre y así abandonar el famoso “sueño americano” de dejar su país para encontrar mejores condiciones de vida.

Algunas de sus creaciones sirven como fundas para resguardar botellas de vino, mezcal, tequila, en fin; a otras figuras, como los cochinitos, se les hace una ranura en el lomo para que sean usadas como alcancías.

En el marco de la XII edición de ATMEX, Turismo de Aventura, que tuvo lugar en este Pueblo Mágico, Misión Política asistió a una experiencia en donde se tuvo la oportunidad de convivir con purépechas que se muestran amables, sinceros, auténticos o, sencillamente, seres humanos, como lo dijo el artesano Felipe Horta, quien desde hace más de 40 años es mascarero.

El artesano Rubén Hernández, junto con su hija, muestra la habilidad de manejar un tejido de cadena, o el llamado torcido, o aquél que es plano y se usa para los petates o lo sopladores. Y es que la familia abre las puertas de su hogar para que el visitante, el turista, conozca y viva esta experiencia de elaborar artesanías para que se valore esta manualidad que se ve sencilla.

Entonces, te dan cuatro espigas para trabajar. Al principio se siente fácil; tomas una, la cruzas; tomas otra, la encimas; una más y la pasas por debajo y así, como quien hace una trenza ¡pero no! Se debe ajustar, agarrar con firmeza, pero jalar con delicadeza para no romper esta fibra vegetal que, aparentemente, es fácil de maniobrar pero que a los primeros intentos se te rompe. ¡Entonces, realmente valoras el trabajo artesanal!

SAN JERÓNIMO PURENCHÉCUARO  

Y… LOS ACHOQUES

Para continuar conviviendo con purépechas, nos trasladamos a San Jerónimo Purenchécuaro donde existe una Unidad de Conservación y Manejo de Recursos Pesqueros del Lago de Pátzcuaro.

Aquí, la comunidad decidió trabajar con la Facultad de Biología de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) para preservar un anfibio que, dicen, es primo-hermano del ajolote.

En un espacio que alguna vez formó parte del Lago de Pátzcuaro -pues ya está seco-; se entra en una carpa, una especie de invernadero, donde hay grandes tinas que contienen a los achoques, anfibios tímidos que se escabullen, se esconden, se camuflajean con el lodo; esconden su cara rara, su cuerpo resbaladizo, escurridizo, gelatinoso, en forma de serpiente pequeña.

Los pescadores mantienen a esta especie de salamandra en agua no tan fría para que alcance su promedio de vida de 15 años. Este anfibio come “piojo del lago”, filete de mojarra, camarones; producto del lago, explica José Israel Correa Chávez, uno de los cuidadores.

Un trabajo sin remuneración, a voluntad, por convicción. “Estamos cinco personas y nos supervisan los de la Universidad”, comenta don José quien, junto con sus compañeros, nos recibe a un grupo de invitados de Atmex, turismo de aventura, organismo que preside Antonio del Rosal y Rebeca Yáñez.

Al llegar al lugar, Iris Vargas, prestadora de servicios turísticos, promotora de la experiencia “Viviendo en Purépecha” dijo que se trata de preservar este anfibio endémico del lago. “Es muy sensible a la contaminación. Se trata de rescatar, de que permanezca, que las nuevas generaciones la conozcan. Tenemos un proyecto junto con la Coordinación de la Investigación Científica UMSNH”.

La también conocida como “La licenciada cosita” afirmó que tiene propiedades medicinales y que, incluso, se elaboran jarabes para la tos. Además, desde la época prehispánica, se come. El achoque ha vivido desde hace 370 millones de años. Al achójki -palabra que significa lodo, cieno o renacuajo- se le han encontrado propiedades curativas en padecimientos de vías respiratorias -incluso neumonías- y para fortalecer el sistema inmune.

Es por eso que este grupo de pescadores se coordinan con los jefes de tenencia y los estudiosos, quienes forman parte de este proyecto que ya tiene ocho meses que se inició. 

“Es poco el tiempo, pero son pocos los recursos. Faltan recursos para ampliar el espacio para instalar nuevas tinas y tener más especies. Esto lo comenzamos con 300 mil pesos, pero falta que autoricen más”, dijo ella.

 En junio se van a liberar 500 achoques, afirmó don José quien, con una pequeña red, nos muestra el animal.

¡Y, en verdad que se parece al ajolote!, pero es endémico de este lago que, como muchos, se está secando, está agonizando; un problema no sólo local sino de todo el país y del mundo, como dicen los funcionarios, como lo dijo el secretario de Turismo de Michoacán, Roberto Monroy, quien estuvo presente en la ceremonia de apertura de Atmex edición primavera.

A pregunta expresa de Misión Política sobre el peligro que corre el achoque señaló:

 “No sólo el achoque, también otras especies como el pescado blanco y mucha fauna… es un problema de todo el país; de repente vemos cocodrilos nadando en el mar ¿cuándo se había visto eso? El ser humano realmente está generando un daño que las especies están buscando qué hacer. Creo que es un tema de conciencia, no de partidos”.

“Nosotros, como Secretaría de Turismo, estamos buscando bajar los contaminantes, dejar de imprimir papeles, cuidar el medio ambiente, separar la basura, hacer conciencia para que los hoteles tengan sistemas biodigestores; que no se drene a los sistemas acuíferos del estado”, agregó.

Roberto Monroy consideró que es un tema de conciencia, no de partidos ni de colores; se debe buscar mejorar la situación, el cambio climático. Hace falta conciencia y, a partir de la responsabilidad, entender que debemos cuidar el hábitat, el medio ambiente, concluyó.

ERONGARÍCUARO 

Y SU MASCARERO

Felipe Horta, si bien no es el único mascarero (persona que trabaja la madera de aguacate para hacer máscaras), tiene más de 40 años realizando esta labor. Es la segunda generación de mascareros de Tócuaro, municipio de Erongarícuaro.

“Mi papá y otro hombre de aquí fueron los que iniciaron. Yo comencé a los doce años y después decidí emigrar a los Estados Unidos a partir de los noventa para que conocieran mi trabajo”, recuerda y relata que, al principio, llevaba sus máscaras a las escuelas, para que los niños -que no compraban nada porque no tenían dinero- les dijeran a sus papás que querían una para salir o participar en cierto baile o pastorela que requería el papel de diablo. Es por eso que se dedicó a elaborar máscaras de este personaje que da miedo, que impresiona, que impone. Pero no aceptaron mi trabajo”, dijo Felpe. 

Por eso decidió ir a Arizona, a San Francisco y otras ciudades de Estados Unidos, “pero allá confunden las máscaras con el haloween y, no tiene nada qué ver; también me dijeron que eran alebrijes, ¡pero no!, porque el alebrije es un animalito y ésta es una máscara”, agregó.

Después de mucho peregrinar para que conocieran su trabajo, finalmente logró que personas le compraran y adquirieran su obra, misma que ya se expone en varios museos y países. Orgulloso comenta que sus máscaras ya están en varias partes del mundo y que ha participado en congresos de mascareros. “Mucha de mi obra la tienen particulares”, precisó.

La mayoría de sus máscaras se han usado en danzas tradicionales, indicó. Aunque tienen cara de diablo, ninguna es igual. Aquí -en su casa- hace todo: le da forma a la madera, le agrega otros animales (dragones, tigres, cuernos, toros, tigres, grandes lenguas y detalles que hacen que cada una sea única). También les da color y las pule.

Dijo que la máscara del diablo es una marca registrada “pero no sirve de mucho…”.

Luego vino la experiencia de los sabores. Pero ese es otro tema.

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