El de la Sonora Matancera constituye un caso único de vigencia musical ya que desde su fundación en la ciudad portuaria de Matanzas, Cuba, un 12 de enero de 1924, ha logrado mantenerse en activo y en el gusto de miles de aficionados en el mundo.
Según la opinión de críticos, historiadores y melómanos son varios los argumentos que se esgrimen para explicar su prolongada estadía en el gusto popular. Estos coinciden en la figura de su director, Rogelio Martínez, quien con pulso firme y buen gusto para elegir los temas y adecuarlos a la tesitura de sus voces y personalidad la llevó al sitio de honor que ocupa hoy.
En esas consideraciones juega un papel importantísimo el pianista y arreglista Severino Ramos, cuyas fórmulas musicales multigenéricas vestían los temas que en la mayoría de los casos le llegaban casi desprovistos de musicalidad. Se toma en cuenta también a Medardo Montero, un mago de la consola que inventó técnicas nuevas de grabación para el conjunto logrando un sonido único e identitario.
Otro aspecto que contribuyó a la Leyenda Matancera son los cantantes que pasaron por la institución. Varios especialistas coinciden en una cifra cercana a 62. Sin embargo, Héctor Ramírez Bedoya, uno de los más acuciosos investigadores precisa en su Historia de la Sonora Matancera y sus estrellas (Impresos Begon. Medellín, 1996), que fueron 47 los que grabaron con la orquesta, de los cuales 26 fueron cubanos, 11 puertorriqueños, 2 colombianos, 2 argentinos, 2 mexicanos, una haitiana, un venezolano, un uruguayo y un nicaragüense. Para un total de mil 63 grabaciones, 380 de ellas, boleros.
El primer cantante que impulsó a la agrupación fue Bienvenido Granda, El bigote que canta, quien en 1944 se vinculó a sus filas para convertirse en el crooner de planta y el cantante que más grabó con ella. Más adelante, dos afortunadas incorporaciones izan el vuelo del conjunto: la del inquieto anacobero, Daniel Santos en 1948 y la de la guarachera Celia Cruz en 1950. Santos lideró el grupo durante cinco años e hizo numerosas grabaciones con ellos estableciendo éxitos como Yo la mato, Llevarás la marca, Contéstame, Dos gardenias y la guaracha Y qué mi socio. La reina Celia Cruz simplemente fue responsable de los más altos índices de ventas con títulos como Burundanga, Juancito Trucupey, El yerbero moderno y el bolero Tu voz, entre otros.
Este conjunto, que llegó a establecer una modalidad musical en el contexto del son cubano llamado sonora, tuvo como primeros integrantes al tresero Valentín Cané y al contrabajista Pablo Govín Vásquez, Bubú, pioneros, a quienes se unieron en primera instancia Manuel Valera, guitarra y voz segunda; Domingo Medina Jimagua, timbalito; Ismael Governa, cornetín y Julio Govín, cantante.
Antes de llegar a ser conocida como la agrupación actual, registró cuatro nombres: en 1924 tomaron el de Tuna Liberal, por el partido político que les apoyaba; luego, en 1926 adoptaron el de Septeto
Soprano, por el timbre de voz del cantante principal; un año después se cambiaron a Estudiantina Matancera porque básicamente era un conjunto de guitarras; para finalmente en 1935, tomar el definitivo de Sonora Matancera ya con el sonido que sería su sello: tres trompetas, piano, percusiones y voces.
Con el ingreso en 1926 del cantante y maraquero Carlos Manuel Díaz, Caito, y el guitarrista Rogelio Martínez la agrupación adquirió más solidez en su identidad. Esto mejoró con la llegada del excelente trompetista y compositor Calixto Leicea.
En uno de los tantos ajustes, Humberto Cané, hijo de Valentín entra a suplir a su padre en el tres y éste pasa a las tumbadoras. Se integra el pianista y orquestador Severiano Ramos, quien suple a Dámaso Pérez Prado quien se va para comenzar su proyecto del mambo, y con el ingreso de Pedro Knight (a la postre esposo de Celia Cruz) en la trompeta, se completa el esquema.
Gracias a la integración de estos excelentes músicos que entendieron cual era el camino a seguir, con sus extraordinarios cantantes y un sentido de lo popular, la Sonora Matancera se tornó en uno de los atractivos principales de las noches y fiestas cubanas. Muy pronto y gracias a las primeras grabaciones su popularidad y escuela trascendieron a otros territorios.
Entre 1947 y 1962, la Sonora disfruta la llamada época de oro. Todos los artistas reconocidos, así como las casas grabadoras preponderantes quieren grabar con ella. Rogelio Martínez firma la exclusividad con el sello estadunidense Seeco, y comienzan así los 15 años más llenos de triunfos y ganancias.
En plena cúspide, la Sonora Matancera llega a México a cumplir contrato en el exclusivo cabaret El Patio. Es 1960 y Cuba vive el triunfo de la revolución castrista. En nuestro país permanece dos años y al no estar de acuerdo con el nuevo régimen deciden trasladarse a Nueva York. Al llegar a la Gran Manzana se enfrentan a un mercado que los ignora. Pasan viscisitudes económicas, se dan cambios y recambios de personal. Es el inicio del fenómeno salsa y la Sonora se repliega en un afán de exprimir su formato hasta el agotamiento.
En 1976 se retira su pianista insigne Lino Frías, aquejado por la artritis, siendo sustituido por Javier Vásquez, hijo del fundador Pablo Vásquez, Bubú, quien impone una nueva sonoridad y perspectiva a la orquesta. Surgen nuevas estrellas como Justo Betancourt, Welfo, Roberto Torres, Yayo El Indio y otros.
La influencia musical de la Sonora Matancera está presente en la salsa, en una onda abrazadora que César Miguel Rendón, autor de El libro de la salsa (Editorial Planeta) reconoce como matancerizante, misma que se denota en los trabajos de agrupaciones y cantantes como La Sonora Ponceña, Johnny Pacheco, Larry Harlow y Óscar D’ León.
Con esa motivación y de la mano de Johnny Pacheco, su admirador de toda la vida, la agrupación ingresa al estudio de grabación de Fania Records y graba, para el subsello Bárbaro, cuatro espléndidos álbumes con arreglos de Javier Vásquez: Justo Betancourt con la Sonora Matancera (1981), Feliz encuentro con Celia Cruz (1982), Tradición (1983) e Ismael Miranda con la Sonora Matancera (1984), con los que rompe ligas con el pasado e ingresa en los campos de la triunfante salsa.
En junio de 1989 la Sonora Matancera celebra en grande sus 65 aniversario en Nueva York con dos sendos conciertos, el primero un tanto íntimo en el Carnegie Hall de Nueva York, y un segundo en el Central Park, en los que actuaron 15 de los 47 cantantes que grabaron en el grupo.
A la muerte, el 13 de mayo de 2001, de Rogelio Martínez, el director eterno de la Matancera, se pensó que la agrupación desaparecería, pero Rogelio Martínez, hijo, decidió continuar, con Javier Vásquez como director y es cuando cambian de sede, de Nueva York se trasladan a Las Vegas, Nevada, para irradiar desde allí, hasta el día de hoy, su música a todo el mundo.