DAVID MARTÍNEZ
Claudia Sheinbaum suele referirse al Frente Amplio por México (FAM) como el Frente Cínico Opositor (FCO). Ésta expresión hace indispensable revisar el concepto de cínico y ver si es correcto utilizarlo como adjetivo para el Frente.
En la antigua Grecia hubo un grupo de filósofos que tomaron al perro -kynos en griego- como modelo de existencia y por eso se hicieron llamar “cínicos” (propio, semejante o relativo al perro). De ahí, entonces, podemos inferir que se puede usar como un insulto. Pero yendo un poco más profundo, veremos que en muchos diccionarios el cinismo es sinónimo de falsedad. Claudia pudo usarla en sus dos acepciones, pero quizá estuviese más interesada en describir al Frente que en insultarlo. Podremos decir, entonces, que una persona cínica es aquella que actúa o que habla con falsedad, pero que lo hace de un modo descarado, desvergonzado. Es decir, un cínico es aquel que habla de algo a sabiendas de que no es cierto, o que hace algo a sabiendas de que no es lo correcto, sin que ello le represente ningún tipo de sufrimiento.
Digamos que los falsos están bien retratados en el imaginario colectivo. Recordemos la campaña del 2006. El entonces candidato del PRI, Roberto Madrazo llegó el 14 de junio a la ciudad de Querétaro, y en una conferencia de prensa con los medios locales, dice: he dicho que no quiero ni un solo voto al margen de la ley, esto para mí es fundamental, porque el proceso lo vamos a ganar de esa manera. Acto seguido, sonríe: esa sonrisa es indigna, porque sabe que él mismo estuvo involucrado en procedimientos legales injustos y corruptos para ser gobernador, pero aun así dice lo que dice. Semejante actitud de desfachatez, de impudicia o desvergüenza … ¿es cinismo?
La falsedad, a menudo es catalogada como una forma de egocentrismo y asociado a una mirada pesimista de la naturaleza humana. Quizá, por eso, en julio de 2009, Felipe Calderón declaró: México avanza hacia una mejor atención de lo más preciado y valioso que tenemos, y que son nuestros niños. Dichas palabras no tendrían nada de malo si un mes antes no hubiesen perecido niños menores de cinco años en un incendio en una guardería del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) en Hermosillo, Sonora. Tras el incendio Calderón dijo que el caso se investigaría a fondo. A día de hoy, ese caso ya duerme junto con otros celebres carpetazos. ¿Es la mentira y el engaño cinismo?
Un último apunte sobre la falsedad: el 10 de diciembre de 2019, Genaro García Luna -ex secretario de Seguridad con Felipe Calderón- fue detenido en Estados Unidos ante acusaciones de conspiración, aceptar sobornos del Cártel de Sinaloa y realizar declaraciones falsas. El Partido Acción Nacional no encontró otra respuesta que aquella que dio Marko Cortés, poco después de que García Luna fuese declarado culpable casi tres años después de su detención. En una conferencia de prensa, en febrero de este año, Cortés dijo: presidente, ya no le siga mintiendo a la gente. Él con nosotros no tiene nada que ver. Nada de pedir disculpas a las víctimas del secuestro, a las familias desplazadas por la violencia del narcotráfico. ¿Es la desmemoria sinónimo de cinismo?
Pero hay otros aspectos que los antiguos entendían como cínico y que podría ser interesante para dotar de sentido al dicho de Claudia. Es decir, las características del cinismo. El primero tiene que ver con la incontinencia, entendida como el estado mental de irracionalidad que causa que una persona actúe en contra de su bien, abandona la prudencia y cede ante un impulso aun cuando se entiende que no será bueno para nosotros. Rápidamente se nos viene a la cabeza la imagen de Roque Villanueva, en el Congreso de la Unión, después de aprobar una costosísima reforma fiscal. Roque festeja y la imagen se titulará la roqueseñal, el máximo exponente de este vicio cínico.
Las personas engreídas, los encrestados o los insensatos también pasarían por personas viciosas. Nadie representa mejor esta imagen que Diego Fernández de Cevallos. Para el recuerdo ese debate, precisamente con AMLO, al que suele llamar despectivamente Tartufo, el gran símbolo del mal. Nada que reprocharse sobre su relación con Salinas, sus litigios contra el Estado siendo representante popular, las carreteras para ir a ver a su novia o su secuestro, producto de sus rifirrafes con Calderón.
La soberbia, esa actitud de sabelotodo, es una actitud que conlleva también al cinismo. Todas las personas deberían ser conscientes de su naturaleza vulnerable, de su lugar en el universo y de su mortalidad, pero Ernesto Zedillo nunca tuvo esa actitud. Siempre fue el más listo de la clase, el que más sabía de cualquier tema. Explicar al Fobaproa, la matanza de Aguas Blancas y la aparición del EPR o el error de diciembre era dudar de su sabiduría. ¿Por qué deberíamos dudar de sus buenas intenciones, de su decisión de ayudar a poner a México en el rumbo correcto? ¿Qué información teníamos para exigirle cuentas? Por si fuera poco, nos dejó como herencia a Fox, ese vendedor de refrescos de cola que solucionaría el problema indígena en quince minutos. La soberbia de Zedillo, sin embargo, era nada en comparación con la de Luis Videgaray, el gran artífice del Pacto por México. Digamos, brevemente, que Videgaray nunca entendió la utilidad de la reciprocidad. Todo con él siempre fue producto de su genialidad, de su sapientísima inteligencia. Esto conlleva una característica importante: si bien los personajes cínicos son aquellos que comprenden que el mundo no es justo, que pueden ver la hipocresía del mundo, en lugar de levantar la voz en contra de ella, optan por reírse, por burlarse, o por ironizar. Videgaray en estado puro, pues.
¿Y qué decir de Peña Nieto, su jefe? ¿Era cínico? Bueno, siendo condescendientes habría que decir que la insaciabilidad del deseo es lo que comparten el codicioso y el tirano, el primero de riqueza y el segundo de poder. La codicia es la gran enfermedad moral del Grupo Atlacomulco. La corrupción del poderoso afecta a toda la comunidad y la sume en la desgracia, tal cual hizo Peña con casi toda la clase política del país. Ahí están los Duarte, Borge y demás gobernadores priistas, condenados por actos severos de corrupción. Peña, además, tenía otra cualidad cínica: carecía del sentido para distinguir las cosas importantes. No se explicó Ayotzinapa o la fuga del Chapo, pero si el que unos calcetines para correr se utilizasen al revés.
Quizá, para concluir habría que apuntar qué tienen en común todos estos personajes resaltados. Son personas expertas, capaces de hacer grandes malabares, dan respuesta a la pregunta: cómo puedo renegar de todo, incluso de mi mismo. Quizá sea un oximorón decir cínico opositor, porque el cínico ya lleva siempre la contra. Ya lo definió el mismo Diogenes al explicar porque le llamaban así: porque alabo a los que me dan y ladro a los que no me dan.
David Martínez es politólogo.