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Miguel Tirado Rasso
mitirasso@yahoo.com.mx

Pero si bien, la liturgia procesal
de la 4T avanza, el proceso de elección
de su candidata vía encuestas, mostró,
una vez más, que el fuerte de Morena
no son las elecciones internas.

La liturgia se va cumpliendo de acuerdo al plan concebido. El proceso de la sucesión presidencial al estilo de la 4T, avanza contra tiempos, formas y leyes. Del imperio de la ley, ni hablar, pues los responsables de aplicar las normas optaron por adecuar los ordenamientos jurídicos a los hechos, actos anticipadísimos de precampaña, sin duda, en un riesgoso pragmatismo que deja débil el sustento legal del proceso más importante de nuestro sistema electoral, el de la renovación del Ejecutivo Federal.

Este proceso metalegal, sin embargo, se empata ya con el inicio formal del proceso electoral ordinario (2024), que, de acuerdo a lo establecido en el artículo 225 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales (LGIPE), inicia “en septiembre del año previo al de la elección”. Esto significa que, ahora, todos los actores del proceso, aspirantes, partidos políticos y autoridades electorales, además de los funcionarios públicos, están obligados a observar las disposiciones de la ley electoral, unos, y a aplicarla, otros.

Con la observación de que, por este proceso, esto es, la simulación del proceso de elección interna para cargos partidistas de Coordinador para la defensa de la 4T, por el lado oficialista, y para la formación del Frente Amplio por México, por la oposición, en realidad candidatos presidenciales de los bloques políticos contendientes, ya culminó. Lo que significa haberse saltado la etapa de precampaña, que iniciará, según la ley, la tercera semana de noviembre con duración de 60 días.

De esta manera, los coordinadores ya elegidos (candidatos presidenciales de facto), tendrán dos meses para recorrer el país, continuando con la simulación de sus cargos partidistas, cuidándose de no incurrir en actos proselitistas o cualquiera que se considere de promoción electoral. Ya en la última semana de noviembre, tendrán libertad para desarrollar su pre campaña a plenitud. El registro de sus candidaturas se deberá realizar entre el 15 y 22 de febrero (Art. 237 LGIPE) para que en marzo arranque la campaña electoral para la Presidencia del país con duración de 90 días.

Como se puede ver, los tiempos de la ley quedaron abatidos por una simulación que dará lugar a la campaña presidencial más larga de la historia política del país, casi de 300 días. La ley fija como tiempos para precampaña y campaña presidencial, 150 días.

Pero si bien, la liturgia procesal de la 4T avanza, el proceso de elección de su candidata vía encuestas, mostró, una vez más, que el fuerte de Morena no son las elecciones internas. El resultado no sorprendió y la ganadora fue, como era de esperar, la ex jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum. Hubo, sin embargo, quién no quedó conforme con el resultado y, en ejercicio de su derecho de pataleo, el ex canciller, Marcelo Ebrard, impugnó la elección ante la Comisión Nacional de Honestidad y Justicia del partido oficial, demandando la nulidad y posterior reposición del proceso.

El ex canciller alega que no hubo piso parejo, porque funcionarios del partido, la presidenta de la Comisión Nacional de Encuestas y el secretario de Organización de la dirigencia, se mostraron abiertamente partidarios de la ex jefa de Gobierno. En su demanda, Ebrard señala irregularidades: uso de estructuras gubernamentales; intromisión de la secretaría de Bienestar; uso proselitista de servidores de la Nación; condicionamiento de los programas sociales, entre otros.

Seguramente hubo cargada, al estilo del viejo PRI, ante la evidencia de quién era la favorita del gran elector. Poco éxito le espera al quejoso, pues en todas las encuestas propias y ajenas, antes de las finales, siempre apareció Claudia arriba de sus contendientes. Se ve muy cuesta arriba que se vaya anular y repetir el ejercicio. Ebrard elevó demasiado la apuesta.

Lo que si sorprende es que, con tantos años en la política, habiendo experimentado situaciones similares, propias y ajenas (Manuel Camacho), conociendo a sus personajes, todos o casi, herederos de la cultura del partido tricolor, continúe suponiendo que sus alegatos convencerán al gran elector.

En la esperada conferencia de prensa del lunes pasado, en la que definiría su posicionamiento, Ebrard prefirió patear el bote y, como serie de televisión, señaló el próximo lunes como nueva fecha para informar su decisión. Se habla mucho de cuál puede ser su destino. Parecería que ya no cabe dentro de Morena, sus diferencias con la candidata se ven reales. Sin embargo, todavía podría servir a la causa morenista, si busca refugio en el partido Movimiento Ciudadano, cuyo fundador y dueño, Dante Delgado, anda en busca de un candidato y, convenientemente, ha sido omiso en el tema Marcelo.

En una jugada en la que los únicos lastimados serían los del Frente Amplio por México, Ebrard podría ser postulado como candidato por MC, lo que elevaría el porcentaje de votación de ese partido, sumándole más posiciones en el Congreso y, consecuentemente, más prerrogativas. Esa postulación le restaría votos a la oposición al dividir la votación entre tres. La candidata de Morena, se sentiría más tranquila y la 4T continuaría, para felicidad de Palacio.

Y ¿Ebrard? Pues, se le recompensaría por servicios prestados. Y es que, si no cabe en Morena, en el FAM, tampoco, pues el lugar que le interesaría, ya está ocupado, además no lo vemos sumándose al Frente, significaría declararle la guerra, no a la candidata sino a quien la puso.

Septiembre de 2023

 

 

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