Fede Bonasso*
Cuando uno proyecta en el futuro el mundo que propone Milei, la imagen es la de The walking dead. Algo que ya vemos en las calles de Estados Unidos: zombies del fentalino ayudando al estado a abandonarlos definitivamente. Los repartidores de Rappi festejan el advenimiento de “la libertad” mientras el kirchnerismo devalúa para cumplirle al FMI y ve toda esta película como si sucediera en otro país. Así como Obama se asombraba ante el “fenómeno Trump”: como si él no tuviera nada que ver.
La derecha, dividida entre la Bukele argentina, Patricia Bullrich y el “loco outsider” de Milei, obligan a ese elector argentino al que le queda aun un trozo de carne en el refrigerador a votar por Sergio Massa, ese renegado del kirchnerismo que hoy encabeza a la “opción progresista”. Un cuate frente al cual Boric parece el Che Guevara.
La compañera de fórmula de Milei, Victoria Villarruel, propone «rescatar la memoria» de las víctimas del “terrorismo de izquierda”, pide juicio, reparación y cárcel para los que resistieron a la dictadura militar más sangrienta de la historia argentina.
Apoyado en biógrafos, periodistas y toda la alt right latinoamericana, Milei ha construido la imagen de un hombre sensible que adora a sus perros, a Messi, y que va a convertir de nuevo a la Argentina en la primera potencia económica mundial. Dolarizará una economía donde no hay dólares, «dinamitará» al Banco Central, “subvencionará la demanda” en educación y salud, destruirá al CONICET y toda la bola de zurdos científicos improductivos, y a otros ocho ministerios y privatizará hasta el tránsito. The walking dead. Con balas y cárcel garantizadas para quienes se atrevan a protestar por esa locura posmoderna ajena a las nobles leyes de la oferta y la demanda llamada “derechos humanos”.
Aunque saliera presidente, el equilibrio de fuerzas no permitirá un experimento anarcocapitalista en la Argentina. Como aquel que fracasó en Estados Unidos donde los odiadores del estado terminaron sodomizados por los osos. O eso queremos pensar. Porque en el país de Galtieri o Videla nada es un disparate.
Poco relevante es calificar de “outsider” a un exempleado de Eduardo Eurnekián (empresario beneficiado con las privatizaciones), o asesor del criminal de lesa humanidad Antonio Bussi, o que está vinculado a la fundación Atlas Network, nacida para afianzar a ese ejemplo humanitario que fue Margaret Thatcher, y que tiene sus franquicias latinoamericanas. Poco importa si Milei es un actorazo o está loco en serio y se conecta en el más allá con sus mastines de ectoplasma. Lo que importa es que en el más acá está muy bien conectado con los asesores económicos del privatizador serial Carlos Menem, a los que ya ha convocado a su equipo de trabajo.
El problema, en realidad, es que Milei está lo suficientemente cuerdo como para causar mucho daño.
Fede Bonasso es músico y escritor.