El Trabajo y su Critica en Simone Weil

José Luis Monereo Pérez. Simone Weil. Filosofía del trabajo y teoría crítica social. Ediciones Viejo topo, Barcelona, España, 2023. 226 páginas

Una gran hambruna había sacudido China, y me dijeron que ella prorrumpió en sollozos cuando recibió aquella noticia; esas lágrimas me obligaron a respetarla aún más que por sus dotes para la filosofía. La envidiaba porque tenía un corazón capaz de latir para todo el mundo. Un día pude conocerla. No sé cómo entablamos conversación; me explicó en un tono cortante que una sola cosa contaba hoy en toda la Tierra: una revolución que diera de comer a todo el mundo. De manera no menos perentoria le objeté que el problema no es hacer felices a los hombres, sino encontrar un sentido a su existencia. Ella me miró fijamente. «Cómo se nota que usted nunca ha pasado hambre». Este fue el final de nuestras relaciones. 

Simone de Beauvoir sobre Simone Weil

DAVID MARKLIMO

Hará cosa de un mes, un diario español organizó una encuesta con una serie de académicos, políticos, editores y periodistas con el objetivo de preguntarles cuáles eran las figuras teóricas más representativas de la izquierda. Muchos citaron a Marx, por supuesto. También a  Gramsci, a Piketty, a Benjamin, Habermas, a Hannah Arendt y a Judith Butler. Si bien todas las listas son arbitrarias, llama la atención que falten Engels, Adorno y quizá personajes comprometidos con su tiempo, como Simone Weil.

Justamente, a propósito de Weil, se acaba de publicar el ensayo Simone Weil. Filosofía del trabajo y teoría crítica social, del académico de la Universidad de Granada José Luis Monereo Pérez. Poco hay que decir que no se sepa ya de Weil. Una mujer excepcional que supo ver lo que su tiempo le deparaba y luchar contra aquello que no le gustaba o que no consideraba correcto: formó parte de la Columna Durruti durante la Guerra Civil española y perteneció a la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial antes de fallecer en Inglaterra por tuberculosis. Por otro lado, su figura muchas veces pasa inadvertida. La valía de este trabajo es que pone en perspectiva sus aportes y propone una revisión crítica.

Para el profesor Monereo, Simone Weil inició la gran obra de replanteamiento de los fundamentos de la cultura occidental y una de sus grandes preguntas es: ¿qué significa hacer balance o crítica de nuestra civilización?

¿Tratar de poner en claro de una manera precisa la trampa que ha llevado al ser humano a ser esclavo de sus propias creaciones? Weil había percibido el lado oscuro de la modernidad, de la revolución industrial y de lo que se conocería como organización científica del trabajo, cuyos efectos había padecido en su propia vida (pues trabajó como obrera en Renault, algo que describió con una lapidaria sentencia: “allí recibí la marca del esclavo”).

Quizá por eso, según las hipótesis de Monereo, era necesario replantearse la filosofía del trabajo. Esta reflexión es reveladora de la idea del progreso humano desde el enfoque al propio tiempo individual, colectivo y social; y lo hace precisamente por contraposición al mito de que es imparable. Por el contrario, veremos que progresar también puede ser profundamente destructivo y motivo de enrome sufrimiento. Al profesor, le llama poderosamente la atención la preponderancia que Weil otorga al trabajo en vida humana en cuanto a motor de realización personal. Es una visión importante si tomamos en cuenta nuestro contexto: en un mundo en el que todo se resume a producir más, consumir más, crecer más, Weil propugna la desmercantilización del trabajo y la puesta de la producción y el rendimiento al servicio de la persona. Se trata, entonces, de dar sentido a la famosa frase de Aristóteles sobre el fin de la política: vivir bien. ¿Es Weil aristotélica? 

Es especialmente interesante resultan su postulado sobre el poder, sobre el papel del Estado y sobre el riesgo de convertir las economías planificadas en otras formas de alienación de los trabajadores. Nada más parecido al capitalismo despiadado que la planificación soviética: cueste lo que cueste el Estado debe ser productivo y poca diferencia hay para el trabajado entre producir ganancias para los dueños de la empresa que para la dictadura del proletariado.

En ésta crítica, según el profesor Monereo, Weil supera al humanismo abstracto y critica sin ambages una civilización basada en la rivalidad, la lucha abierta y, llegado el caso, la guerra. La combinación de libertad y justicia o una libertad más ligada a los deberes que a los derechos es lo que podría hacer que Weil fuese una especie de socialista cristiana. Quizá por eso, la izquierda -a veces, como en esa encuesta de la que hablábamos al principio- la ignora.

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