Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Este día, se cumplen 5 años de la tragedia que vive México.
Y lo festejará el conductor del rumbo equivocado.
Hace una semana, en este mismo espacio le recordé, de manera breve, los desaciertos de quien dirige la mal llamada transformación de cuarta.
Sin embargo, nada pasa en México y todo lo que suene o sea crítica merece la descalificación y los calificativos>: provienen de los adversarios, enemigos, fifís, criminales de cuello blanco, corruptos, saqueadores, explotadores, desnacionalizados etcétera.
Forma parte de su maligno pensamiento. La perfección “soy yo” y, por tanto, no me equivoco.
El egocentrismo conjugado con el narcisismo, hacen mal coctel.
Desde Hugo Chávez, a quien se le tribuye la frase “ya no me pertenezco, le pertenezco al pueblo”, los populistas la han replicado como si, en efecto, fueran parte de los pobladores de las naciones que, para desgracia, llegan a gobernar.
“Me debo al Zócalo y a la movilización social”, clama el huésped temporal de Palacio Nacional, quien siente, confía, está seguro de que los pobres saldrán a defender su proyecto de gobierno y ganará las próximas elecciones el candidato que su dedo señale y, además, tendrá, según su óptica, la mayoría en el Congreso de la Unión (federal) con lo cual, en septiembre, antes de “irse a Palenque” y “retirarse de la política de manera definitiva”, enviará iniciativas para reformar la Constitución, terminar con el sistema electoral federal, adherir a la Guardia Nacional a la Secretaría de la Defensa, mantener la información de sus oropelescas obras bajo el esquema de seguridad nacional y que la opacidad reine: terminará por desaparecer el INAI “porque no sirve para nada y cuesta mil millones de pesos anualmente” y, de paso, convertirse en el gobernante tras el trono.
Porque, según su sapiencias -¿sabrá el significado de la palabra?- “vamos requetebién” y la violencia está “controlada” mediante las acusaciones que hace de los criminales a “sus papás y abuelitos”. La educación está por tocar fondo y la economía se sostiene con alfileres.
En su bizarro mundo, la felicidad es la muestra de que su gobierno ha trabajado para alcanzarla y, seguramente propondrá una reforma constitucional para que “#por decreto todos seamos felices” y nos “conformemos” con lo que se tiene, porque con un par de zapatos y un traje se debe estar feliz, feliz, feliz.
El autoelogio se produce desde el momento en que despierta y se mira en el espejo. El reflejante le contesta antes de escuchar la pregunta, porque la sabe de memoria, sí, tu eres el mesías que conducirá a su pueblo al paraíso. No se explica que el municipio de Tabasco ya está ocupado por la refinería Olmeca.
Ello, sin embargo, no importa, porque ya recibió su dosis de narcicismo.
Y eso, nada más que eso, se escuchará este día.
En el Zócalo, que sin tener escritura presume de ser el propietario, estará “el pueblo” que entiende cómo el gobierno ha terminado con la corrupción, enviado al tobogán a las clases medias para que se sumen al proletariado más radical, es decir, a los pobres que todo agradecen y nada reclaman.
Está equivocado e irritado porque en la semana los opositores le robaron los reflectore3s y ni la CFE pudo hacer que alumbraran otros.
Más le encanijó saber que Xóchitl Gálvez está más puesta que una leona para dar la batalla por la Presidencia de la República, si es que los dirigentes partidistas la arropan y los ciudadanos le dan la confianza.
Sin querer o a lo mejor intencionalmente para apretarles las tuercas a las corcholatas, promovió en sus monólogos matinales, a la senadora hidalguense y, la hizo crecer. Tiene el don y se lo cedió.
Aunque para mañana se pronostican lluvias en el Zócalo, el adalid de la autocracia, convoca a su show personalísimo, en donde todo lo que dirá se lo sabe de memoria el auditorio y solamente le pondrá la cereza al pastel con su ímpetu para convencer que es el México presidente que ha tenido México.
Habría que decirle que, en efecto pasará a la historia, pero de manera inversa.
Elogio en propia es vituperio.
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