NIDIA MARIN
En estos tiempos está quedando muy claro: ni todas las maestras (y maestros) son ladrones, ni todas las mujeres son agachonas e indignas. Los ejemplos están a la vista, lo mismo en campañas electorales, que en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en las letras y en la comunicación.
De toda la vida hay miles de ejemplos en la República Mexicana, pero hoy que desde Palacio Nacional se agrede sin el menor recato, pero con gran imprudencia, a quienes no se hincan ante su investidura presidencial, como es el caso de varias mujeres, el tipo que se dice admirador de Benito Juárez olvida su frase: “Tanto en los individuos como entre las naciones, el derecho al respeto ajeno es la paz”.
Pero actualmente no se hace lo que se pregona. En cambio, entre las agresiones lanzadas desde la cúpula del poder, están aquellas contra mujeres a las cuales no ha podido someter, porque da la casualidad que en el caso de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, ganaron a la buena encabezar un poder que, le guste o no, en la actualidad está siendo el contrapeso que se había perdido y era tan necesario para los millones de mexicanos.
Montesquieu consideraba: “… todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo; va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar de este, hace falta disponer las cosas de tal forma que el poder detenga al poder”.
Ese instrumento es el contrapeso, que hasta recientemente México está aplicando mediante el Poder Judicial, antes supeditado al Ejecutivo de la misma manera que lo está el Legislativo.
Pero ese avance aun no es aceptado por el personaje sentado en la “Silla del Águila” (como le llamaba Carlos Fuentes al máximo asiento palaciego del zócalo). Y por el contrario hoy está irritado porque una mujer, Norma Lucía Piña -no elegida por él sino por la mayoría de ministros y ministras-, está ejerciendo el poder con autonomía como debió de haber sido desde hace muchas décadas.
No es ninguna novedad que los contrapesos en los gobiernos sean considerados fundamentales, porque de otra manera se conforman en símiles de las dictaduras… tal y como está ocurriendo actualmente en México.
Sin embargo, mientras en el mundo elogian el hecho de que haya independencia del Poder Judicial, vía la Suprema Corte de Justicia de la Nación y una mujer que está cumpliendo con ese deber, el ego mayor la agrade y le envía fuerzas de choque para que la lastimen… hasta ahora verbalmente. ¡Habrase visto!
Ella es una mujer que ha demostrado su trabajo durante su larga carrera en el servicio público.
Hasta antes de 2007, en el país prevalecían los denominados “Delitos Contra el Honor”. Entonces se castigaba a nivel federal “Difamación, Calumnia e Injurias”, pero ya no de la misma manera y claro esto es aprovechado desde la supuesta conferencia de prensa (que de eso no tiene nada) que se ofrece diariamente y desde la cual se insulta a miles de mexicanos. A nivel federal fueron derogados en la vía penal las injurias, difamación, y calumnia, pero vía el Código Civil se aplican.
Sí, en el caso para psiquiatra del que hablamos, se trata de la difamación, que no era otra cosa que desacreditar a una persona respecto a terceros y como decían las antiguas normas: “…rebajar a alguien en la estima o concepto que los demás tienen de él”.
Por cierto, en el delito de difamación, la imputación siempre iba (y va actualmente) encaminada a la consecución de un fin: el de lesionar o dañar la reputación y estima de uno o varias personas, así como también el honor de una familia.
Las acciones difamatorias en la actualidad, desde la máxima tribuna del zócalo, indudablemente producen daño moral, que sanciona el Código Civil. Del mismo dicen:
“Daño moral de una persona jurídica colectiva es aquél que sufre en su prestigio, reputación, razón social…”
Los especialistas explican: “Se presumirá que hubo daño moral cuando se vulnere o menoscabe ilegítimamente la libertad o integridad física o psíquica de las personas”.
Hay un personaje en México al que se la tienen sentenciada desde varios puntos de la República. No duerme, ni volverá a dormir tranquilo debido a sus insultos, tirrias, desprecios y abiertas y constantes agresiones.
Suman ya cientos las demandas en contra del agresivo de Palacio Nacional, interpuestas por personajes y escritores, así como agrupaciones diversas de la sociedad civil, política y laboral.
Por eso pretende continuar en el poder o… dejar a una dócil corcholata.