SILVESTRE VILLEGAS REVUELTAS
Los diferentes tipos de trabajo realizado por hombres y mujeres a lo largo de la historia son muestras palpables y fidedignas del tiempo que les tocó ser contemporáneos. En la época moderna, la descripción más esquemática fue elaborada por el economista Carlos Marx, quien después de pasar meses y meses en la Biblioteca Británica logró que, a partir del análisis de los procesos económicos, se describiera el desarrollo de la humanidad, y con ella de las formas de trabajo a partir de los concebidos “Modos de Producción” que iniciaron con el Comunismo Primitivo, modo Asiático de Producción, modo Esclavista, modo Feudalista, modo Capitalista, modo Socialista para concluir y culminar con el Comunismo. Sistema, como los anteriores, cuya vigencia y proyecto comenzaba con los temas de economía y trabajo, pero cuyas ramificaciones esenciales lo mismo estaban en el tema de la familia, la religiosidad, el accionar de la política y los aspectos culturales entre otros componentes de la vida cotidiana.
En cuanto a la Nueva España, luego Estados Unidos Mexicanos y simplemente conocido como México, el binomio economía-trabajo tiene en su concepción y práctica hondas connotaciones históricas. No se nos debe olvidar que somos producto de una sociedad colonial donde el trabajo, sobre todo el manual, era realizado por la servidumbre, peor, en algunos casos, por los esclavos negros que durante trescientos años vivieron en el virreinato. Ello definió y define entre los mexicanos la relación con el trabajo, su forma de realizarlo como una actividad por definición mal remunerada, y sobre todo EL MAL TALANTE entre el trabajador que realiza un servicio y el cliente. Estimados lectores, ¿cuántas veces nos hemos quejado del mal “servicio” que brinda un mesero, un burócrata en la oficialía de partes, una cajera de la banca, un empleado, indistintamente de si trabaja en una compañía transnacional de autos como en alguna de las pocas librerías que existen en el país. Y por otro lado, el desplante altanero del comensal en un restaurante pomadoso; el abogado prestigioso que llega a las oficinas del Ministerio Público; el cliente que compra un auto de alta gama; el que, como en antaño, lograba entrar a una discoteca de acceso restringido o simplemente el automovilista que llena el tanque de gasolina y no mira al despachador, que por cierto, dicho sea de paso, no tiene sueldo colocándolo como un resabio del mundo pre-victoriano. Esta somera descripción coloca al mundo del trabajo mexicano y el de sus relaciones económicas como pre-modernas, porfirianas o más genéricas llamándolas coloniales; del mundo del señorío, de los privilegios, propias de sociedades tercermundistas como la de México.
Uno de los proyectos más ambiciosos del gobierno de López Obrador, que por lo descrito arriba ha generado mayores oposiciones y se le arropa con inercias, ha sido el plan de mejorar las condiciones del trabajo formal, éste al cual se le puede medir, que está en los esquemas de seguridad social y que arropa al conjunto de los trabajadores especializados. El plan ha sido incrementar los salarios, por motu proprio o porque las presiones de nuestros socios comerciales -léase Canadá y los Estados Unidos- así les conviene. Al aumento base del llamado Salario Mínimo, pasando por mejores sueldos, más prestaciones sociales y la realidad de una mayor transparencia en los sindicatos y procedimientos sindicales que ganan los contratos colectivos de trabajo, la idea de la administración de la 4T es la recuperación de la dignidad laboral. Sabemos y no nos ilusionamos que “entre el plato y la boca se cae la sopa”, ello quiere decir que muchas compañías públicas, negocios familiares, microempresas y demás entidades económicas no podrán o harán todas las maniobras útiles para que las mejoras del proyecto salarial queden, como otra medida más, que no pudo prosperar a pesar de los afanes del gobierno de AMLO. Ello perpetuará la pobreza que define a las economías del llamado Tercer Mundo y en cuanto a la cerrazón de aquél empresariado que sí puede mejorar las condiciones laborales de sus empleados, le proporcionará más datos para que a futuro investigadores del mundo del trabajo, sociólogos de las relaciones humanas, abogados con una visión progresista -son muy pocos- y al final de cuentas historiadores con la perspectiva del tiempo concluyan que, a pesar de los esfuerzos y ansías de muchos individuos, el país siguió como siempre pobre, atrasado a pesar del discurso liberal y ejemplo típico de sociedades resultantes de procesos colonizadores.