Por Argentum
Las formas en la política han cambiado drásticamente. El estilo de los políticos de ahora dista mucho del de administraciones pasadas. Se podría pensar que lo anterior ha sido lo correcto; pero hay quien opina que el comportamiento de los políticos hasta antes de esta administración era acartonado, como actuado. Lo mismo ocurre con el lenguaje. Ahora los políticos hablan sin medir la dimensión de sus palabras; sin prepararse previamente antes de abrir la boca en declaraciones públicas. Por supuesto que hay personajes de la política que si tienen la preparación necesaria para ocupar altos cargos y no lo están haciendo mal.
El ejemplo más cercano de estas nuevas formas políticas, sin entrar en detalles si es o no lo correcto; se acaba de dar en Veracruz.
En reciente fin de semana, llegaron a Veracruz tres de las cuatro corcholatas de López Obrador. El primero en anunciar que visitaría aquella entidad fue Adán Augusto, que haría una gira por el sur que incluía Coatzacoalcos, Minatitlán, Acayucan y otros.
Inmediatamente que trascendió la gira de Adán, Claudia Sheinbaum programó la suya. Dio a conocer que estaría en Coatzacoalcos donde impartiría una conferencia magistral. Hasta ahí todo bien, no había nada irregular.
El detalle que destaca y mucho, es la actitud de dos políticos: Rocío Nahle y Cuitláhuac García. La primera, secretaria de Energía, desafió la investidura del secretario de Gobernación programando eventos proselitistas a su amiga Claudia Sheinbaum, el mismo día, a la misma hora, y en la misma zona. No le importó el nombramiento del segundo hombre más poderoso del gobierno federal.
El gobernador Cuitláhuac perdió la brújula completamente. No le corrió la menor cortesía al secretario de Gobernación. No cumplió con las mínimas formas de la urbanidad política, que jamás deben perderse en un régimen democrático. El mandatario estatal soslayó la presencia en el territorio que gobierna, no tan solo de uno de los aspirantes a la silla presidencial, sino a quien se desempeña como secretario de Gobernación.
García Jiménez le vio más peso político a la jefa de Gobierno de la capital del país que al secretario más importante del Gobierno federal. A ella la atendió desde su arribo, apoyó la organización del evento que presidió, y la custodió hasta que abandonó el estado.
Las críticas a nivel local no se hicieron esperar. Calificaron al gobernador como insensible políticamente hablando.
Pero no todo quedó en Veracruz. El asunto fue comentado en portales de otros lugares; es más, una fuente asegura que llegó a los oídos del presidente del República, quien solicitó a sus colaboradores le programaran una gira por aquel estado. No era para menos la reacción del mandatario. El desaire del gobernador veracruzano al funcionario federal más cercano a López Obrador, tendría consecuencias.
Al final de la actual administración, cada quien hará su evaluación de cuál de los dos estilos tuvo mayor aporte a la política mexicana.