Marcelo Ebrard. El camino de México. Editorial Aguilar. CdMx. 264 páginas. 2023.
Para ejercer con vocación y acertadamente la actividad política se requieren las tres ces: corazón, cabeza y carácter. Corazón para sentir los problemas colectivos como si fueran propios, para convertirlos en metas vitales; cabeza para, con frialdad y serenidad, eludir obstáculos y vencer resistencias, calcular riesgos, sobre todo riesgos de la colectividad en la que se influye; carácter para no intimidarse ante las incomprensiones, los ataques y maniobras, para no asustarse ante los problemas y, menos, ante las soluciones exigidas por los mismos problemas. Tengan el corazón ardiente, pero no tengan la cabeza caliente. Sin emplear la cabeza muchas cosas se pueden hacer, pero no política.
Jesús Reyes Heroles.
DAVID MARKLIMO
Hablar de Marcelo Luis Ebrard Casaubón, Marcelo, como se le conoce en los medios, es hacerlo de uno de los políticos más carismáticos que el país ha tenido en los últimos treinta años. Tanto para lo bueno como para lo malo.
En 2015, parecía que su tiempo como figura pública pasaría ya a los libros de Historia, pero el 1º de diciembre de 2018 asumió el cargo de Secretario de Relaciones Exteriores, en sustitución de Héctor Vasconcelos, que permaneció en el Senado de la República. Se ganaba así un perfil más político, más propenso a las negociaciones que el entonces gobierno de Trump amenazaba con imponer al nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Es claro que el 2018 fue su regreso a la política nacional, después de una especie de exilio en París por su supuesta participación en el entramado de la Casa Blanca, de Angélica Rivera y Peña Nieto. También se le reclamaba, y se le reclaman, fallas en la construcción de la línea 12 del metro en la Ciudad de México, que él inauguró poco antes de dejar el cargo.
Pero, ¿quién es realmente este servidor público con vocación de internacionalista?, ¿Cómo se volvió en pocos años una de las figuras más notables de la política nacional? ¿Quién, cómo y en dónde se formó? ¿Por qué figura en los primeros lugares de la lista de los posibles presidentes de México?
El camino de México es la primera y única biografía de Marcelo. Es un libro con marcada intención política: anunciar un deseo, querer ser presidente de la República. No es la primera vez que un político hace eso, ahí está precisamente Proyecto Alternativo de Nación, en 2006. Y, antes, Ahora es cuando, del panista Carlos Medina Plascencia. Ni hablar de aquel que presentó Peña Nieto en una FIL y ya nadie recuerda más que por su comentario sobre la Biblia parte II.
Lo que distingue a este libro es que nos presenta al canciller en una especie de memoria política y de deseo futuro. Se nos dice que la vida política de Ebrard no se reduce a la sombra de López Obrador, digamos que ésta es sólo su última etapa. Antes está su familia, la influencia de su padre y los valores de su madre. Su trabajo con Manuel Camacho Solís, su mentor, que tuvo a su cargo las negociaciones de paz entre el Gobierno de Carlos Salinas de Gortari y la insurgencia del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) que se había alzado en Chiapas en 1994. El año 2000 lo pone en la órbita del obradorismo. Su desempeño como Secretario de Seguridad (el plan Giuliani para la Ciudad de México y la tragedia en Tláhuac), su papel en el desafuero de Andrés Manuel y su gestión como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, con la tragedia del News Divine en el recuerdo.
En términos de agenda, Ebrard amplió los derechos: en 2007, impulsó la despenalización del aborto (una política que en su momento le valió amenazas de excomunión de la Iglesia católica) y legalizó el matrimonio entre personas del mismo sexo. Hizo posible una nueva movilidad con la bicicleta y el Metro (aunque, como sabemos eso aún está bajo criticas). Está su etapa como canciller, las consabidas negociaciones con el gobierno de los Estados Unidos y los retos y oportunidades que él ve en la política exterior.
Está más o menos claro su perfil. Como alcalde de la Ciudad de México ha acumulado logros, pero también se ha ganado reclamos, señalamientos y acusaciones. Era famoso su uso del twitter como herramienta de comunicación (todos recuerdan sus post cuando había un temblor), pero también su escarceo con personajes como Jesús Ortega y Héctor Bautista, líderes perredistas opositores a López Obrador.
Como buen político, ha estado siempre en el corazón de la polémica. Pero Marcelo no intenta sacar la sangre y no hace mención a quienes lo traicionaron. Si se tenía una imagen de él como alguien que no es de fiar y que se cobra las afrentas, el libro no lo demuestra ni da esa respuesta a esa percepción.
Ahora bien, hay algo interesante en la publicación de este libro y que tiene que ver poco con su contenido, pero bastante con la elección de 2024. Hasta antes de su publicación, en términos de imagen pública, Marcelo no parecía necesitar acercarse a la figura de Andrés Manuel. Se presuponía su afinidad, sus pactos políticos, su alianza. Pero su figura y su nombre se mantenía sola, sin necesidad de nada más. Había una independencia que parecía importante y necesaria, pues era visto como el único que podía ampliar la base electoral del obradorismo. La publicación ha cambiado esa percepción. Se habla de un proyecto conjunto, de un camino en compañía, de profundizar la transformación. Se hacen, por ello, odas a la figura presidencial. Tiene connotaciones políticas, por supuesto, ese movimiento: es un recordatorio a las bases de Morena, una respuesta a quienes lo ven como un alfil de la derecha. Pero tiene el riesgo implícito de aquellos que detestan al obradorismo también acaben escuchando y que, por consiguiente, en la elección constitucional le juegue en contra y no se logre ampliar dicha base. Pero para la elección falta tiempo, dicen, y lo que importa ahora es ganar la candidatura.
Entre el ahora y lo que viene, el libro ya propone una conversación pública y una serie de temas sobre los que, como sociedad, deberemos reflexionar … y validar en las urnas. Veremos, el 2024 a penas y comienza.
