Por Jesús Michel Narváez
En el Estado de México, política y electoralmente el más importante del país, no hay muestras que permitan suponer que el PRI lo retendrá en las próximas elecciones.
Habría que cuestionar la precampaña de Alejandra del Moral. Sus creativos, sus propagandistas, sus asesores, parecen enemigos del régimen de Alfredo del Mazo Maza, a cuya decisión obedece estar en las boletas de los comicios de junio próximo.
Expresar que la problemática de la Entidad no se puede resolver en soledad y que se requiere de la participación de todos los ciudadanos tiene dos lecturas: que el actual y los anteriores gobiernos del PRI, han sido incapaces de despertar la colaboración de sus habitantes. Más aún: admitir que una mujer sola no puede con todo, conlleva una derrota anunciada.
Y Delfina Gómez, calificada de delincuente no solamente electoral porque lo descuentos del diezmo a los trabajadores del ayuntamiento no obedecieron al poyo de candidatos sino para “impulsar la causa”, engaña, miente y roba. Decir en sus mensajes que la “corrupción se acabará” y que en su partido no se permite, es tratar de mirar el rostro de los mexiquenses o avecindados por con credencial de electoral en la entidad, con desprecio, ignorancia y soberbia.
Dos mujeres y un camino. Y no se trata ni de la telenovela ni de la canción de la Tesorito, Laura León.
Se trata del camino que conduce al gobierno del Estado de México, considerado no de ahora sino de dos décadas atrás, como el “laboratorio electoral” para los comicios presidenciales.
Alfredo del Mazo ha seguido el rumbo de Alejandro Murat, de Quirino Ordaz, de Claudia Pavlovich, de Omar Fayad, Juan Manuel Carreras, entre otros priístas, que se dejaron dormir por el canto de las sirenas y que a algunos todavía les encanta mientras que a los otros los sonidos se convirtieron en silencios.
Dar una repasada a los mensajes, discursos, dirigidos a la “militancia” y que ser parte de ella los escuchamos, no dejan de producir vómito. De ambas.
Ale, como gusta le llamen, fracasaría como porrista. No despierta el ánimo entre el respetable y no tiene cómo empatizar con quienes no confiaban en que sería la precandidata y ahora ya, oficialmente, candidata de la coalición Va Por México.
Sus expresiones son vacías, sin emoción, sin entender a quién las dirige. A lo mejor piensa en el gobernador, en el gabinete, en el PRI estatal, en algunos dirigentes que todavía son referentes en cuanto a la movilización y convencimiento de seguidores o simpatizantes. No llega a los pobres, a los desempleados, a los jóvenes en edad de votar, a las mujeres. Su tarjeta rosa no influye. No hasta ahora.
La profesora, porque no es maestra con maestría, no perdona la burla. Si bien desde la oficina de comunicación social de la Presidencia de la República ponen en marcha el control de daños causado, por primeramente el diezmo texcocano y ahora por la falta de comprobación de 840 millones de pesos del presupuesto de la Secretaría de Educación Pública, cuyo pasó por ella dejó profundas heridas de ignorancia, se presenta como el ejemplo de la honestidad. No abundo si se trata de mostrarse como tal en su vida privada o si quiere que la gente le crea que por ser la posible próxima gobernadora acabará con la presunta corrupción de décadas.
La desfachatez con la que se para en los escenarios, en las plataformas, ante los micrófonos, ciertamente no la hurta… la hereda. Y le saca provecho a la herencia mientras no se declare el intestado.
Al final de la jornada, el 4 de junio próximo, sabremos si las dos mujeres tomaron el mismo camino o prefirieron seguir rutas diferentes que las llevarían, sin duda a un solo punto: al triunfo o la derrota.
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