La Jugada con Fuego Desde la Silla del Águila

NIDIA MARIN

Jugando con fuego desde la Silla del Águila hoy se agrede a la UNAM (y en general a todas las entidades autónomas) con la nada oculta pretensión de eliminar la independencia y, como ocurre con los mandatarios autócratas, acaparar el poder en beneficio propio, pero no del país. 

“No le jale los bigotes al puma…” empezaron a decir los estudiantes, que han estado observando las barbaridades que llegan desde el Zócalo hasta Ciudad Universitaria y en general hasta las instituciones autónomas distribuidas a lo largo y ancho del país.

No es para menos, sobre todo por los improperios que desde “las mañaneras” se lanzan en contra de la máxima autoridad de la UNAM, el doctor Enrique Graue, por el simple hecho de haber trasladado a la SEP la responsabilidad de sancionar o no a la aun magistrada Yasmín Esquivel tras el plagio de una tesis realizado hace casi cuarenta años.

¡Cuidado don Andrés! La autonomía en la UNAM está a punto de cumplir (en julio) 94 años y no se permitirá que la destruya.

Triste, pero hoy es necesario recordar lo escrito por Carlos Monsiváis (y publicado por Letras Libres) denominado “Cuatro Versiones de la Autonomía Universitaria”: 

“En 1966 el gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz interviene de manera directa en la UNAM. Por razones de antipatía personal y molestia política (para un autócrata, lo primero es más arduo de asimilar que lo segundo), Díaz Ordaz no soporta al rector Ignacio Chávez, un cardiólogo eminente. Desde la Secretaría de la Presidencia (los rumores se extienden sin que nadie los contradiga) se patrocina a un grupo de líderes estudiantiles, especie que se caracteriza por la ausencia de seguidores, que se lanza a la huelga contra el autoritarismo del doctor Chávez, irrumpe en la Rectoría de la UNAM y obtiene con violencia la renuncia de Don Ignacio. Una victoria final para Díaz Ordaz, una derrota de la Autonomía y de la comunidad universitaria, entonces un proyecto más bien borroso”.

Y ya sabemos la tragedia posterior, el Tlatelolcazo, los muertos, heridos y desaparecidos. 

Otro planteamiento de Carlos expuso lo que en aquel entonces señalara el nuevo rector Javier Barros Sierra en una cuartilla, el Programa del Movimiento Estudiantil:

 “…permanezcamos unidos para defender, dentro y fuera de nuestra casa, las libertades de pensamiento, de reunión, de expresión y la más cara: ¡nuestra Autonomía!” Es evidente: no se privilegia a la Autonomía por encima de las libertades constitucionales, sería absurdo, se defiende lo propiamente universitario, el derecho a ejercer esas libertades como el prerrequisito de la vida académica. Así la violación de la Autonomía es la llegada brutal de las fuerzas represivas y es también la cancelación inmediata de la vida universitaria. Eso lo explica muy bien el rector Barros Sierra el 23 de septiembre, al presentar su renuncia luego de la ocupación militar de Ciudad Universitaria: Sin necesidad de profundizar en la ciencia política, es obvio que la Autonomía ha sido violada, por habérsenos impedido realizar, al menos en parte, las funciones esenciales de la Universidad […] Me parece importante añadir que, de las ocupaciones militares de nuestros edificios y terrenos, no recibí notificación alguna, ni antes ni después de que se efectuaran […] Los problemas de los jóvenes sólo pueden resolverse por la vía de la educación, jamás por la fuerza, la violencia o la corrupción…”.

En 2004 (seis años antes de morir a los 82 años) Monsiváis escribió las cuatro “definiciones móviles” que a su juicio había tenido la UNAM: 1929,1953, 1965 y 1968.

Si Carlos viviera se volvería a morir del corajón que haría, cuando desde la “Silla del Águila”, una vez más, se ve amenazada la autonomía de las universidades en México, pero fundamentalmente la de la UNAM.

En el artículo tercero constitucional se especifica:

“VIII.- Las universidades y las demás instituciones de educación superior a las que la Ley otorgue autonomía, tendrán la facultad y la responsabilidad de gobernarse a sí mismas; realizarán sus fines de educar, investigar y difundir la cultura de acuerdo con los principios de este artículo, respetando la libertad de cátedra e investigación y de libre examen y discusión de las ideas; determinarán sus planes y programas; fijarán los términos de ingreso, promoción y permanencia de su personal académico; y administrarán su patrimonio. Las relaciones laborales, tanto del personal académico como del administrativo, se normarán por el Apartado A del Artículo 123 de esta Constitución, en los términos y con las modalidades que establezca la Ley Federal del Trabajo conforme a las características propias de un trabajo especial, de manera que concuerden con la autonomía, la libertad de cátedra e investigación y los fines de las instituciones a que esta fracción se refiere.

¿Quedó claro? ¡O jóvenes y adultos, incluidos los mayores, empezamos a juntar piedras!

 

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