Punto de Vista
Por Jesús Michel Narváez
Es claro que México es un país laico y que el Gobierno, en sus tres niveles, no está autorizado a impedir la libertad de religiones.
A raíz de la reforma al artículo 130, a las Iglesias, en plural, se les reconocieron derechos. Entre ellos, que los clérigos puedan votar aun estando en ejercicio de sus ministerios; y ser votados, siempre y cuando demuestren su renuncia a los cargos y estén dedicados a actividades diferentes.
Un gran paso para los religiosos.
Con la modificación constitucional, quedaron lejanos los días en los que un presidente de la República tenía la facultad de cerrar los templos y al hacerlo provocó la conocida Guerra Cristera en la que el cántico era ¡Viva Cristo Rey!, iniciado en Silao, Guanajuato, justamente para enfrentar la decisión callista.
Hoy, la expresión se ha vuelto común en peregrinaciones y eventualmente en algunos actos religiosos.
No es costumbre que, en la Iglesia Católica, cuando se celebran las misas, se invite a los feligreses a expandir pulmones y gritar: ¡Viva Cristo Rey!
Por lo menos no era algo que se dijera es la costumbre.
Sin embargo, las descalificaciones presidenciales hacia el catolicismo, con enorme influencia delos conservadores, han despertado el grito casi guerrero de sacerdotes oficiantes.
En una pasada por la Iglesia de Tlacopac, en el sur de la Ciudad y cuya construcción data del Siglo XVI, escuché al sacerdote pedir a los asistentes a la misa de las 14 horas, gritar ¡Viva Cristo Rey!
Supongo e imagino que hay una indicación del alto mando clerical de México.
Los feligreses elevaron la voz y respondieron con vigor la solicitud del sacerdote.
Y ello me lleva a confirmar que el enfrentamiento entre el gobierno de Andrés Manuel López y la Iglesia Católica escala de manera peligrosa.
En un país en el que el 90 por ciento de sus habitantes dice profesar la religión católica, aunque sea de dientes para afuera, no parece lógico el desdén político al que han sido sometidos durante estos cuatro años de gobierno.
Antaño se exigía que quien gobernara el país no fuere religioso. Todavía hay masones que se oponen a que profesen cualquiera y en repetidas ocasiones se ha exigido su neutralidad con respeto a ser practicante de una religión.
Es preocupante que desde ahora ya se pida a los cristianos exclamar una expresión que se considera un grito de guerra.
Entiendo que quienes representan al Papa y por tanto a la Iglesia Católica, se sientan agredidos por las expresiones surgidas en Palacio Nacional. Comprendo que los clérigos hagan caso a pie juntillas de las palabras papales y, sobre todo, las que apenas pronunció Francisco y en las que indicó que las ideologías en los Jefes de Estado no ayudan a los pobres. Plantea el adiós a las ideologías, algo meramente enunciativo y fuera de una realidad que viven quienes habitan el globo terráqueo.
Deduzco que los clérigos están hartos… habrá que pedirles la paciencia de Job.
Si bien el huésped temporal de Palacio Nacional ha ignorado los principios del respeto hacia quienes ni piensan como él, me parece una provocación innecesaria de parte de los sacerdotes oficiantes.
Se alienta el odio, al igual que lo hacen López.
Y esa no es una respuesta que corresponda a quienes, por mandato divino –aquí sí cabe la palabra- deben buscar el bienestar de todos.
No es ocioso recordar lo que Jesucristo respondió a los fariseos cuando le preguntaron sobre los impuestos que debían pagar al emperador:
¡Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios!
Eso lo deben entender los sacerdotes. El presidente está obligado a respetar a quienes profesen cualquier religión. Lo mandata la Constitución, aunque ya sabemos que poco caso le hace.
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