* Desde Palacio Nacional Inflarán el Mito de que la Opinión Pública es Sabia, Dócil y Sumisa
* Es Temerario Para un Político Sustentarse y Respaldarse en las Encuestas que
son a Modo
*El Anonimato del Voto, una Realidad de la Voluntad Ciudadana; no hay Engaño, es Decisión
EZEQUIEL GAYTÁN
La opinión pública es una idea acerca del sentido y orientación que la sociedad interpreta de un fenómeno político, económico o social. Es la tendencia o preferencias políticas de algunos estratos socioeconómicos respecto al acontecer cotidiano o coyuntural de una situación, ya sea en demarcaciones territoriales o del ámbito nacional.
Se trata, en principio, de algo subjetivo y cambiante. Por lo mismo, políticos, politólogos, sociólogos, comunicólogos y otras ramas y profesiones del conocimiento desean entenderla y dominarla a fin de identificar preferencias, empatías o rechazos de situaciones sociales. De ahí que hablar en nombre de la opinión pública es algo riesgoso, pues son muchos los capítulos que la historia recoge acerca de no saber leer, interpretar e intuir las conductas sociales, ya sea en materia política o de consumo o de preferencias musicales por citar algunos ejemplos.
De entrada, es importante precisar que la opinión es lo contrario a la demostración científica. Opinar no significa necesariamente el uso formal de la lógica y las pautas científicas pues se trata de emitir un juicio, en muchas ocasiones sin fundamento, acerca de algo o de alguien sin que obligatoriamente se utilice el método deductivo o inductivo.
Lo público, por su parte, también es un concepto poco asible y accesible, ya que se refiere a una aproximación del pensamiento social, del interés y la utilidad de lo colectivo. Lo público es un espacio que indisolublemente está ligado a lo visible. De ahí que reivindica la noción de lo que puede saberse, ya que es escrutable y compartido por todos o casi todos. En otras palabras, es lo antípoda a lo privado y no puede ser un asunto de apropiación de los particulares.
El concepto de la opinión pública tiene ciertas variantes tales como “es del dominio público” o “la sociedad se ha manifestado”. Léase, es un generalismo flácido que engloba sin miramientos al concepto de masas. De ahí que se han desarrollado técnicas y métodos tales como “grupos focales” utilizados con el propósito de explorar algunos productos o servicios y así detectar deseos de los consumidores. También se realizan encuestas de opinión y preferencias acerca de los candidatos en una contienda política. Otra variante de aproximarse a la idea de la opinión publica es la utilizada por los gobernantes a fin de saber el nivel de aprobación social de su gestión. Son métodos y técnicas falibles, pues, aunque se trata de aproximaciones hechas con algoritmos probados, queda implícito que la sociedad tiende a mentir y a esconder sus ideas. Sobre todo, si la encuesta es patrocinada por los partidos políticos.
Por todo lo anterior es temerario para un político sustentarse y respaldarse en la opinión pública. Lo sabe y debido a su desconfianza natural, recurre -si tiene los recursos suficientes – a contratar diversas casas encuestadoras. Más aún, si las encuestas lo favorecen las anuncia en los medios y en las redes sociales, pero si le son adversas las infla, maquilla y endereza a su voluntad y omite el nombre de la firma encuestadora si así se ajusta a sus propósitos.
El caso es que la opinión pública si se manifiesta con la verdad el día de las elecciones, pues sabe que tiene una ventaja: la secrecía del voto. La ciudadanía acude a las urnas sin temor a las represalias, ya que está consciente que las encuestas telefónicas pueden tener intervenidos los números. Acudir a votar al amparo del anonimato tiene el privilegio de la libertad. Tal vez por eso hay tanto rechazo al ciber voto o voto electrónico.
La democracia se sustenta, entre otros valores, en la libertad y la confianza de que la manifestación de las ideas no puede ni debe ser objeto de persecución. Esa garantía materializada en el anonimato del sufragio es fundamental, ya que es columna vertebral de la verdadera opinión pública.
Podemos estar satisfechos y contentos con un resultado electoral o no. Pero la sociedad habló, dejó explícitamente su voluntad de opinar y eso es incuestionable. Es cierto que la opinión pública puede ser engañada debido a la mercadotecnia política o a que el candidato mostró una máscara democrática y a la hora de gobernar resulte un autócrata. La opinión pública es el reflejo del pensamiento social que sabe acerca de la responsabilidad de votar. En la medida en que fortalece su conciencia política la opinión pública es más valiosa, pero hasta el momento sigue siendo un misterio.
Por todo lo anterior me queda claro que las encuestas de aprobación del presidente de la República tienen un sesgo y conoceremos la verdad hasta el 2024. Por mientras, desde el Palacio Nacional seguirán inflando el mito de que la opinión pública es sabia, dócil y sumisa.