- Tiene una amplia tradición en las comunidades de México; cada vez más es considerada por mujeres en zonas urbanas, señala Lucía Illescas Correa
- Es urgente reducir la mortalidad materna en el país, que es de 33.2 defunciones por cada 100 mil nacimientos estimados
Durante la emergencia sanitaria por la COVID-19 y la reconversión de numerosos hospitales un sector de la población de zonas urbanas buscó personal calificado, como las parteras, para que atendieran nacimientos, afirmó Lucía Illescas Correa, académica de la Escuela Nacional de Enfermería y Obstetricia (ENEO) de la UNAM.
“Hubo una solicitud constante de atención porque se generó ansiedad, temor entre la población y buscaron personal calificado para la atención de parto en el hogar. Un profesional de la salud que tiene título y cédula puede atender un nacimiento y llevar a cabo todo un plan de trabajo, un protocolo de emergencia”, señaló la enfermera perinatal y quien ha sido partera desde hace 30 años.
Ella atendía aproximadamente cada seis meses un alumbramiento, pero en los momentos más álgidos de la emergencia sanitaria llegó a tener cuatro solicitudes de apoyo al parto, en cuatro meses.
“Tuve la oportunidad de comentarlo con la presidenta de la Asociación de Parteras Profesionales y coincidió en que ella ha atendido uno o dos nacimientos al mes, en estos dos años”, aseveró.
En México, explicó, existe una amplia tradición cultural para que parteras o matronas atiendan a las mujeres de sus comunidades; en las grandes ciudades suelen recurrir a instituciones de salud, aunque también hay un sector de la población que cada vez más desea llevar a cabo el nacimiento de manera natural, con las intervenciones mínimas necesarias.
En ese sentido, tienen las habilidades y conocimientos para hacer un plan de alumbramiento en casa, pero también para identificar riesgos y planear la asistencia al hospital, de ser necesario.
Illescas Correa aseguró que la Norma Oficial Mexicana NOM-007-SSA2-2016, Para la atención de la mujer durante el embarazo, parto y puerperio, y de la persona recién nacida, les reconoce el derecho de expresar cómo quieren que se desarrolle el nacimiento, respecto a las intervenciones que se podrían llevar a cabo.
La atención de ellas no desplaza a otro personal de salud. El componente diferenciador entre una enfermera perinatal o una partera con un médico es la comprensión amplia que tienen las dos primeras, respecto al entorno que rodea a la mujer que va a dar a luz y que le permite expresar sus deseos sobre la forma en que quiere que su bebé nazca.
Pueden expresar, por ejemplo, su decisión de que el parto no sea inducido, si no es indispensable; que si el embarazo es de término -40 semanas- y el bebé nace llorando y respirando, sea colocado en su pecho para termo-regularlo, para vincularse con él afectivamente y que adquiera bacterias que le ayudarán en su vida.
La especialista universitaria expresó que todas tienen la posibilidad de acceder a estos servicios, pero en diferentes categorías o momentos. “Una mujer con cardiopatía también tiene necesidad de educación a la salud y podemos darle consejería sobre el proceso que está cursando, cuáles son las herramientas que necesita para afrontar esta complicación”, explica.
Conocimiento y sensibilidad
La académica de la ENEO recordó que esta institución inició con la fusión de la partería y la enfermería para dar lugar a la Licenciatura en Enfermería y Obstetricia, y posteriormente a los estudios de posgrado. Sus egresados cuentan con conocimientos amplios y sensibilidad para atender a la población y asistir al personal de salud.
Además de esa Licenciatura, ofrece la especialización de Enfermería Perinatal que brinda a los alumnos mayores competencias para tomar decisiones con más autonomía. Inciden principalmente en comunidades vulnerables, donde atienden a mujeres cuya condición social o económica es limitada para acceder a un servicio privado y/o carecen de seguridad social.
La especialización se imparte en cinco sedes y en cada una se forman de 10 a 15 alumnos cada año. En cerca de 25 años han formado a aproximadamente 800 especialistas.
Illescas Correa explicó que desde finales de 2019 y hasta hace unos meses, se ayudó a cerca de 950 embarazadas de Iztapalapa en condiciones vulnerables, en alianza con la Red Materna y la Fundación Carlos Slim.
La Fundación otorgó apoyos económicos para que ellas se realizaran estudios de laboratorio y ultrasonidos, mientras que la Red Materna lo hizo en la atención del parto.
En el caso de las madres adolescentes se buscó que accedieran a todas las ayudas posibles para que la experiencia de tener un bebé fuera positiva y adquirieran conciencia de la importancia del cuidado del recién nacido y prevenir nuevos embarazos.
“Sociedad civil, academia e instituciones públicas y privadas, podemos hacer mucho e impactar positivamente en la población mexicana. Actualmente buscamos nuevas organizaciones interesadas en la salud materna y la formación profesional de enfermería para poder seguir ayudando a más mujeres”, agregó.
Prevenir la mortalidad materna
La académica de la ENEO subrayó: es importante que haya una amplia red de atención de especialistas materno infantiles y perinatales que ayuden a reducir las muertes maternas, que son elevadas en nuestro país, con relación a otras naciones.
Según el Informe Semanal de Notificación Inmediata de Muerte Materna de la Secretaría de Salud federal, en la semana 17 de 2022 se registraron en el país 33.2 defunciones por cada 100 mil nacimientos estimados.
Las entidades con más fallecimientos son Estado de México, Chihuahua, Guerrero y Veracruz que concentra 39.6 por ciento de los decesos. Las causas principales: enfermedades hipertensivas; el edema y proteinuria, las hemorragias obstétricas y el COVID-19 con virus identificado, agrega el informe.
Illescas Correa remarcó que hay países cuyas tasas de mortalidad materna no superan un dígito. “Mientras no se invierta en formación de profesionales y se mejoren las condiciones para la atención de los nacimientos, seguirán las complicaciones”.