Metástasis Política

* El Caos se Apoderaría de las Organizaciones Públicas

* El Gobierno Federal ya Está Rebasado por ese Cáncer

* El Pueblo le Demanda Revisar Estrategia de Seguridad

EZEQUIEL GAYTÁN

La metástasis es un término médico que nos dice que el cáncer en una persona se ha diseminado a una parte distinta del cuerpo donde se originó. Por lo anterior podríamos parafrasear el concepto en el ámbito de la política y decir que un cáncer agresivo y peligroso como es el crimen organizado se ha difundido en el Estado mexicano y su proceso de propagación ha invadido la vida de personas, comunidades y ya trastoca la vida institucional de nuestro país. En otras palabras, el cáncer criminal ha hecho metástasis y su impunidad y degeneración ya aborda áreas de los tres órdenes del gobierno y sus fechorías no respetan templos religiosos, inocentes, ni nada.

El gobierno federal ya está rebasado por ese cáncer o flagelo y todo indica que la metástasis seguirá desarrollándose por todo el territorio nacional debido a la necedad del presidente de la República por sostener su estrategia de “abrazos y no balazos”. Situación incomprensible y desde mi punto de vista insostenible.

Cuando la descomposición o metástasis política entra en la vida de las instituciones de una nación deben prenderse señales de alerta y la sociedad tiene la responsabilidad de señalarlo y, el día de las elecciones, cambiar de partido político gobernante. De no hacerlo la dupla Gobierno-Crimen Organizado seguirá creciendo hasta que los cárteles devoren al gobierno debido a su insaciabilidad. Será desastroso ver la caída de la ley y el orden en nombre de la impunidad, la corrupción y el enriquecimiento de criminales que todo lo que tocan lo acaban prostituyendo. 

Un país gobernado por criminales no es una novedad. Ya hemos padecido una experiencia similar cuando el dictador Antonio López de Santa Anna se vinculó y asoció con los bandidos de Río Frío. Para mayores referencias está el espléndido libro “De la política al bandidaje” de Rosalía Martha Pérez Ramírez. En otras palabras, no hay que confundir la política policial de tender ciertos puentes de comunicación con pandillas y bandas organizadas que asociarse y corromperse con el propósito de mantenerse el poder.

Que quede claro, no estoy acusando a la actual gestión de ser el brazo político de los cárteles, pues no tengo pruebas. Lo que esgrimo, por el método deductivo, es que hay demasiadas coincidencias y casualidades que, en efecto, me llevan a conclusiones preliminares de que los canales de entendimiento entre el gobierno y algunos cárteles son bastante estrechos. Incluso pareciera que se han acordado concertaciones con amplios espacios de maniobrabilidad en favor de los cárteles, quienes ya poseen enorme capacidad de gestión, de operación y de toma decisiones en la Administración pública. Lo cual es peligroso, pues acabará atendiendo las demandas y necesidades de las bandas y no de la sociedad.

Hasta hace poco tiempo sabíamos que los criminales amedrentaban a los miembros de algunos ayuntamientos, incluso se llegó a decir de algunos gobiernos estatales, pero no del gobierno federal. Hoy el rumor de que el contubernio es real me ocupa y me preocupa, pues el proceso de podredumbre sería, además de crónico-degenerativo, desastroso. Los mexicanos perderíamos años de construcción de vida institucional. El caos se apoderaría de las organizaciones públicas pues los cogobiernos, así como los triunviratos, nunca fueron una solución feliz si se trata de conducir a una nación. El jefe de Estado mexicano se equivoca si piensa acaso que compartir espacios públicos y territoriales con el crimen es la vía de su proyecto transformador. Recuérdese que no es lo mismo la lógica del poder político que la del económico. Un político tiene sed de poder, en principio, por el deseo de ayudar. Un bandido tiene sed de poder porque desea impunidad e imponer su voluntad, así como de enriquecerse inescrupulosamente. 

Cuando el proceso de una metástasis cancerígena se inicia en una persona y no es detectada a tiempo, lo más probable es que el paciente padezca y su agonía sea muy dolorosa. Ese símil no puede llegar muy lejos, ni aplicarse a la teoría del Estado, pero ejemplifica la descomposición que socialmente estamos viviendo día a día los mexicanos ante el avance de la inseguridad pública.

Una de las premisas del gobierno del presidente López Obrador es gobernar con el pueblo. Lo cual es sensato. El pueblo le está demandando que revise y, en su caso, cambie de estrategia en favor de la sociedad y no de los criminales, pues no es un asunto de criterio acerca de los seres humanos, sino de cumplir y hacer cumplir la Constitución y proteger a la sociedad. 

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