MARGOT ACOSTA
Ironías de la vida, en la segunda década del México del siglo XXI, el hombre que ostenta el máximo poder en el país (afortunadamente poco a poco disminuido), sin una gota de sangre mexicana en sus venas, sino la que le heredaron sus dignos padres migrantes españoles, hoy está atacando a España mientras, irónicamente, habita por decisión propia el edificio que fue la habitación privada de Hernán Cortés, el conquistador español despreciado.
Cuenta la historia que fue en 1522 cuando los “malvados españoles” iniciaron la construcción, por órdenes superiores para que fuera “segunda residencia privada” de Cortés, demostrando quien mandaba al colocar la nueva estructura encima de una parte del palacio del huey tlatoani Moctezuma Xocoyotzin.
Y de ahí hacia adelante: fue vendido al hijo del conquistador llamado Martín Cortés y posteriormente el lugar se destinó a ser la sede del virreinato de España durante la etapa de la colonia.
Tras un severo incendio ocurrido en el siguiente siglo, 176 años después (1692) hubo de ser derruido y enseguida reconstruido.
Hoy, desde el poder que le dio la mayoría de los mexicanos, el huey (con G) no sólo está haciendo pedazos la política exterior del país, con pugnas contra varias naciones por una u otra razón, como han sido los casos en este 2022 de Panamá y España, sino que caprichosamente arrasa con todo lo que tiene enfrente.
Sí, el actual ocupante del principal edificio del zócalo capitalino se está convirtiendo en un depredador de la política exterior mexicana, pero su devastación no sólo es en esa área, sino que abarca otras de la República.
Efectivamente, a él se responsabiliza de la destrucción que hoy ocurre en el sureste del país. Si hay un depredador de la naturaleza, es mexicano y habitante de la principal construcción política de México: Palacio Nacional.
Como dijera Sylvia Ubal, en Barómetro Internacional de 2008, respecto a un ser que, en este caso, tiene nombre:
“El hombre se ha convertido en el voraz destructor de la fuente natural de su propia vida, en su afán por superarse y, que en cierta forma se siente un poco Dios; creador, inventor, transformador, dueño de la vida, patrón del universo, se olvida que todas las cosas en la naturaleza no están hechas por azar, que cada especie ocupa su lugar en la rueda de la vida, que cada una tiene un rol”.
También:
“Destruye su hábitat con verdadera saña, como si odiara la bellísima morada en que vive, y a las criaturas que le acompañan y viven con él. Acaba con las plantas que son su abrigo, su alimento y medicina, sin el menor agradecimiento, sin la más mínima consideración. Destruye y aniquila. Bombardea la tierra y todo ser vivo que se le atraviese con fuerza destructora”.
Y lo decimos con fundamento en la destrucción que se lleva a cabo inmisericordemente en el sureste, contra la selva, por la necedad de construir el Tren Maya, del que sólo quedará el nombre, porque esa zona, donde habitaron los ancestros y hoy radican sus descendientes, está desapareciendo.
Toda la naturaleza está en riesgo, incluidos los cenotes. Y cuando acaben su “labor” depredadora, es posible que haya severas afectaciones en algunas de las zonas consideradas en la Lista del Patrimonio Mundial.
México cuenta con 34, seis de las cuales se encuentran en la ruta del Tren Maya:
- Sitio Arqueológico y Parque Nacional de Palenque, Chiapas.
- Reserva de la Biosfera de Sian Kaán, Quintana Roo.
- Ciudad Prehispánica de Chichen-Itzá, Yucatán.
- Ciudad Prehispánica de Uxmal, Yucatán.
- Antigua Ciudad Fortificada, Campeche y,
- Antigua Ciudad Maya y Reserva de la Biosfera de Calakmul, Campeche. (Único lugar en México considerado Patrimonio Mixto de la Humanidad.)
Y tal como en su momento quedó asentado en el trabajo del Centro de Estudios Sociales y de Opinión Pública (CESOP) de la Cámara de Diputados LXIV Legislatura…
“Investigadores de distintas procedencias disciplinarias han manifestado su opinión por el desgaste gradual al que se expondrían las zonas arqueológicas y los cascos históricos arriba mencionados, ante la llegada exponencial y masiva de turistas nacionales y extranjeros que traerá al TM. El primer problema es la planificación de las vías ferroviarias a cuenta de los vestigios arqueológicos que aún no han sido descubiertos y que puedan verse amenazados”.
Ya sucedió lo advertido. Y seguirá ocurriendo, porque la necedad palaciega persiste “porque lo digo yo” y no porque importe México.
Adiós, pues, a nuestro pasado.