¿Y la Diplomacia?…

Punto de Vista

Por Jesús Michel Narváez

Sorprendió a propios y extraños. ¿Romper relaciones diplomáticas, de gobierno a gobierno sin que se hayan dado las condiciones?

La expresión “Vale más darnos un tiempo, hacer una pausa. A lo mejor cuando cambie el Gobierno mexicano ya se restablecen las relaciones”.

Eso no es una pausa. 

Es una ruptura entre las naciones.

Tomada de manera unilateral.

Una explicación carente de sustento: “Queremos tener buenas relaciones, pero no queremos que nos roben… “Es el caso de las empresas españolas, si ahora no es buena la relación y a mí me gustaría que hasta nos tardáramos en que se normalizara, para hacer una pausa, que yo creo que nos va a convenir a los mexicanos y a los españoles, desde luego al pueblo de México y al pueblo de España”.

Como remate. dijo que ambos países deben darse un tiempo para respetarse y que el Gobierno de España no vea a México como una “tierra de conquista”.

¡Córcholis!… ¡Recórcholis!… ¡Recontracórcholis!

El presidente está irritado por las acusaciones en contra de su hijo y para tapar el hoyo en el que está metido abre un cráter en el caerá y no podrá escalarlo.

Romper con España parece fácil. Ignorar que forma parte de la Unión Europea, que en conjunto suman 26 y representan el segundo bloque comercial, económico y político del mundo, es no medir las consecuencias.

Y aquí surge la pregunta: ¿dónde está la diplomacia?

Habría que añadir que Marcelo Ebrard, encargado -porque no actúa como Secretario de Estado en la materia y se observa que las relaciones exteriores las maneja el presidente y ni siquiera le consulta los nombramientos para embajadores y cónsules- del tratamiento de México con el mundo, simplemente calló. No quiso hablar del tema después de la reunión con John Kerry celebrada en Palacio Nacional y que por las informaciones surgidas a las puertas del virreinal edificio, dejan dudas de que Estados Unidos “apoye la reforma eléctrica en sus términos”.

La declaración-anuncio del huésped temporal de Palacio Nacional rompe todos los protocolos de un Jefe de Estado.

Un anuncio de ese calado no se hace en público y sin que la contraparte esté enterada.

Y se rompen. No pausan, las relaciones entre países cuando alguno de los dos viola la soberanía, agrede militarmente, cierras las fronteras, impide el tránsito de uno u otro lado y declara non grato al embajador correspondiente.

Los diferendos comerciales se arreglan en los tribunales internacionales. No se trata de agresiones de Estado a Estado.

Y si el presidente tiene las pruebas de que las empresas españolas llegaron a robar y contaron con el “contubernio de las altas autoridades”, el paso a seguir es denunciar a los ladrones y que las autoridades mexicanas de procuración y administración de justicia actúen.

Para mayor información del ciudadano que tiene el privilegio de cruzar la banda tricolor por su pecho y espalda, existen mecanismos para denunciar los latrocinios: la Corte internacional sería una opción.

Sin embargo, oxigenar la rabia generada por los señalamientos, hacia su hijo, comprobados con documentos públicos no con inventos, y llegar al extremo de tirar una bola de gas lacrimógeno rompiendo las relaciones, muestra supina ignorancia o máxima soberbia.

 

 

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